01/May/2024
Portal, Diario del Estado de México

Bandera Blanca / No son lo que son, los libros son otra cosa

Fecha de publicación:

Luis Sánchez 

No son lo que son, los libros son otra cosa 

El pasado 23 de abril conmemoramos el Día del libro, y lamento romper la solemne promesa hecha para mí de no mencionar las palabra lectura en este escrito. Entre regocijo de los avezados a las letras y lamentaciones porque nadie comprende su importancia transcurren estas celebraciones; cuestionamientos y reflexiones prevalecen… que si nadie lee, que si se lee mal, que si no enseñamos a los niños, que si es un hábito, una necesidad, una práctica burguesa, una práctica revolucionaria, una pérdida de tiempo, un deleite, un castigo… 

No hablaré del acto de lectura ni cómo expandirlo sin límites entre las personas. No sabría hacerlo, no hay truco ni receta ni contextos propicios que permitan extender esta práctica entre la gente, por una o por otra cosa. ¿Es  necesario?, no lo dudo, pero no hablaré de esto y ya me he traicionado suficiente. Hablaré de los libros, de esta tecnología remota y futurista (en un sentido estrictamente temporal y no estético).  

Cuando H. G. Wells inventó la máquina del tiempo en su novela homónima, quizá no imaginó llegar unos 10 mil años tarde a esta idea. Ya existía un aparato capaz de transportar al poseedor a través de las épocas, pero también trascender mundos. Sabrá algún testigo silencioso que todo vigila quién habría sido el inventor. Una noche, tal vez, un grupo de hombres y mujeres primitivos se sentó junto a la hoguera y alguien desesperado, por no saber hablar ni decir, trazó con su dedo enlodado la figura de un bisonte y la propia “aquí estoy yo y aquí está la cena”, explicaría para sus adentros…  

Nuestro inventor, o inventora, dio un paso irreversible en la historia de la humanidad, creó la tecnología más trascendente. Como la gigantesca supercomputadora de mitad del siglo XX, no era muy portable, pero fue un paso decisivo. La comunicación no sería la misma, entonces los visitantes, invasores, curiosos conocerían la historia de los habitantes de tal o cual caverna a través de los siglos, su concepción, la magia que movía los mundos de estos ancestros. Los muros se volvieron enrollados papiros de roca. 

Más tarde llegó la innovación sustancial, la era de los escribas, las tablillas de barro mesopotámicas y los signos cuneiformes, pequeños y misteriosos trazos de cuña que guardaron mensajes en el silencio de sus cavidades. Ya era entonces un elemento compacto aunque tal vez algo más pesado que una de nuestras hojas. El libro cambió y también el pensamiento. Hay que ver una curiosa relación, la escritura salió de la caverna como en el mito de alguien. Una ruptura se anunciaba. 

Entonces la magia transfiguraba las cosas, la electricidad de las nubes era el largo brazo de Raxa Caculha o el mazo de Thor azotando los cielos. Entonces Dios inundó el mundo o Tlaloc o simplemente el mar bajó del cielo como el Ganges, contaría Valmiki. Entonces hubo libros diversos, más grandes y monumentales, también de piedra, con signos marcados en las escalinatas de Egipto, o Persia o en las paredes de Chichen Itza o en China… 

Los diferentes libros coexistieron con diferentes formas: pergaminos, códices, tablas, muros, teocallis, la Piedra Rosseta que hurtó Napoleón, como destino paradójico, un robo reveló los misterios de Egipto con la lectura de los jeroglíficos labrados en esa roca.  

Los escribanos vivieron largo tiempo, transcriptores a mano, pluma y tinta, de libros encuadernados como los conocemos. Hasta el invento de Gutenberg, nació a gran escala ese aparato que no parece tener gran ciencia. Una compilación de hojas sujetas con pegamento… ¿pero no parece a simple vista que un avión no puede volar? 

El artefacto ahora no sólo era más compacto, también ligero (algunos no tanto), y muy caro, podían acceder a él pocos, a cambio incluso de tierras. Pero la gran escala abarató las cosas en los últimos tiempos, aunque no disminuyó su valor como invento elemental.  

Y ¿qué es un libro?, ahora mismo no sabría decirlo. Es una máquina del tiempo, un contenedor de mundos, una puerta interdimencional, una nave espacial, un barco pirata, la posibilidad de un lugar imposible, ciencia y magia, lo más sagrado y lo profano, el universo dentro del universo dentro del universo dentro del universo como los efrits de Sherezada. Un libro es otra cosa, es una traición, es la creación inacabada, el mundo tras el espejo, las palabras que soñamos escritas por alguien más. No sé que sea. 

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