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Una línea: un espacio II

Alejandro de Macedonia recorre Medio Oriente; el barco de Ulises navega por todo el Mediterráneo; Marco Polo se convierte en el puente entre Asia y Europa. Los Vikingos surcan los mares hacia América. Colón busca nuevas rutas interoceánicas y Vespucio anuncia que dichas tierras no son de Asia, sino una porción de la cuarta parte del mundo. Cabeza de Vaca, después de un naufragio, recorre la Florida y se convierte en un chamán; Pizarro se aventura y conquista el mundo incaico. Alexander von Humboldt recorre toda América en el siglo XIX. Roald Engelbregt, sobre su navío Framm, llega al punto más lejano de la Antártida. En 1947, Thor Heyerdahl, sobre su balsa Kon Tiki, cruza el Pacífico desde Perú hasta La Polinesia. Fascinantes viajes que han delineado el mundo; lo han diseñado y le han dado sentido. Un sentido que damos por sentado, sentido que, estoy casi segura, pocas veces nos has cuestionado.

Y hoy quiero hablarles sobre mapas, pues al mirar sus finos trazos, los colores… el mundo entero, pienso en los hombres que se aventuraron a dibujar sus pasos en el desierto, en las montañas, en quienes decidieron subir a un bote, una balsa, un barco con el único objetivo de mirar qué hay más allá. Todos esos periplos no habrían sido posibles sin esos papeles con el mundo dibujado.

Me gustan los mapas porque son el reflejo de la concepción que se tiene del mundo, como lo fue en 1507 cuando sale a la luz en Estrasburgo el planisferio delineado por Martin Waldseemüller, Universalis Cosmographia, en cuyas anotaciones encontramos por vez primera la palabra América.

Sí, la idea de América surge años después de que Colón llegara a la Isla de San Salvador, cuyo nombre real es Guanahaní. Con este dato, podemos asegurar que Cristóbal Colón no descubre A m é r i c a; pues él estuvo convencido, en sus cuatro viajes, que había llegado a Asia. Fue Vespucio quien afirmó que estas tierras son una entidad geográfica desconocida (para los europeos, claro está) y, como ya se ha dicho, es Waldseemüller quien la bautiza de esta forma. No, si pensabas que España pudo llamar América a América, no fue así, pues España, este joven país que apenas se había “unificado” en 1492, no le interesaba la identidad de los territorios, si no la administración de sus nuevas posesiones. 

La pregunta surge, ¿sólo en el mundo occidental se realizaban estos grandes periplos? Tengo el presentimiento de que por mucho tiempo hemos dimensionado a las culturas mesoamericanas como pasivas, pero no fue así. 

Por ejemplo, se realizaban viajes desde Cahokia (ciudad que ha quedado incrustada en lo que hoy conocemos como Illinois, Estados Unidos) hasta la Huasteca. Y sí, seguramente aparece la incógnita sobre cómo se lograba recorrer estas distancias, bueno, la respuesta es muy sencilla: a través de una interconexión fluvial. 

Y si bien, no existían los mapas al estilo occidental, el conocimiento del espacio y sus caminos, pertenecía a la tradición oral, aunque sí es posible encontrar una cartografía muy otra, ya que la concepción del espacio era diferente, se marcaban comunidad e incluso se hacían mapas del universo, como lo encontramos en el Códice Madrid: el cosmos con sus cuatro rumbos, sus cuatro esquinas y su centro:

  

Sigamos recorriendo este camino a la raíz. 

Espacio de reflexión decolonial sobre el mundo mesoamericano y

las naciones indígenas del siglo XXI

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ig: @oquetzacamino  


Columnista:
Carla Valdespino Vargas
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