08/May/2024
Portal, Diario del Estado de México

¿Qué hacer en Finisterre? / Entrevista a Danilo Bueno

Fecha de publicación:

Sergio Ernesto Ríos

Entrevista a Danilo Bueno:

“La poesía portuguesa ventiló mi pensamiento y me sacó del ‘campo literario’ brasileño. No tengo dudas de que la ‘literatura’ mata a la poesía. Es necesario estar siempre atento a eso”.

SER: ¿Cuál fue el contexto en el que creciste, la ciudad, la familia, tiene alguna relación en tu búsqueda en el arte?

DB: Nací en 1979 en una familia grande y sencilla, en Mauá, periferia del estado de São Paulo. A pesar del afecto por mi ciudad natal, paisaje de mi infancia, tengo consciencia de que es una ciudad-dormitorio, empobrecida, como son los suburbios paulistas. En mi casa a mis hermanos les gustaba leer, siempre había alguien leyendo cerca de mí, y eso se reflejó en mi relación con la cultura de forma general. Desde pequeño tuve cercanía con los libros y con la música clásica y popular. Antes de los 10 años, ya había escrito muchos poemas, uno de ellos, inclusive, fue publicado cuando yo tenía ocho años. Desde la edad más antigua yo ya me autodenominaba poeta, lo cual era chistoso. La poesía es constitutiva de mi visión del mundo y de mi comprensión de libertad. 

Mi ciudad natal y mi familia aparecen mucho en mi último libro de poemas: Sete e meio (Editora Urutau, 2020, https://editoraurutau.com.br/titulo/sete-e-meio). Es una especie de reencuentro, de transmutación de tiempos y espacios. Los muertos se encuentran con los vivos, el futuro y el pasado se abrazan en el presente.

SER: ¿Tienes algún recuerdo determinante sobre tus comienzos en la poesía? 

DB: Mi recuerdo más viejo, del efecto arrebatador de la poesía, consiste en la lectura de un poema de Mário Quintana que circulaba en una antología para niños de la colección Para gostar de ler. El poema se llamaba “Canción de un día de viento”. Allí, había un par de versos poderosos: “Menos un lugar en la mesa/ Más un nombre en la oración”. Tal vez haya sido el primer momento en que percibí un efecto poético, simple y profundo. Además, siempre tuve afición por las historias infantiles, por las canciones folclóricas y por la cultura popular. Mi relación con el mundo de la cultura fue natural y constante. Aparte de eso, algunos sonidos, olores y colores de épocas remotas fueron determinantes para mi cosmovisión poética, así como la música popular brasileña (MPB), con canciones inolvidables, grabadas en el lugar más profundo de mi memoria afectiva. Primero escuché a Chico Buarque para leer después a Carlos Drummond de Andrade, como la mayoría de los brasileños.

¿Esa relación que guardas entre creación literaria y crítica especializada, vida académica de qué forma determina el ritmo de tu trabajo, hay algún contagio en tus búsquedas, cómo mantienes esa relación entre un hemisferio y otro?

Hay un contagio que puede ser estimulante o inhibidor, depende de la época. La saturación del universo erudito puede enyesar la “libertad libre” de la creación poética. Sin embargo, en muchos momentos, la crítica es combustible para nuevas ideas. Creo que la cuestión es no creer que la crítica pueda ser más importante que la propia poesía. Ni creer que una crítica pueda elevar o destruir un poema que está hecho de afectos y pensamientos. Recuerdo que tomé contacto con la poesía de Octavio Paz, dos o tres años después de haber leído sus dos “clásicos”: El arco y la lira y Los hijos del limo, y pude ver que su obra poética es aún más estimulante que la crítica, y que ambos ejes de su producción se comunicaban, al modo de un poeta-crítico (yo aún no conocía la visión ácida y crítica de Roberto Bolaño sobre Paz y sobre Neruda, pero eso ya es otra historia). Traigo el ejemplo de Paz solamente para ilustrar la importancia de la poesía en relación con la crítica, en mi forma de leer. Estoy muy lejos de ser un poeta-crítico, soy más un poeta que frecuenta el círculo universitario y que no gusta de jerarquizar producciones culturales como las historietas, las novelas policiacas, los libros de fotografías, cocina y ajedrez, entre otros. Todas estas manifestaciones son importantes para mí. Esto no quiere decir que defiendo un relativismo posmodernista, una especie de “vale todo” acrítico y deslumbrado. En realidad, no jerarquizar, funciona como escape del mundo de la poesía, de esa cosa intransigente de convivir sólo con el “universo literario”, que puede ser, muchas veces, apenas búsqueda del poder editorial, del dominio del “campo literario”. Es justamente en otras artes que veo crecer mi poesía. Cuando vivía en São Paulo, en los últimos 10 años, frecuentaba decenas de exposiciones y retrospectivas: de fotografía, de pintura, de películas, etc. La poesía esta en la calle, ya lo dijeron. La poesía está fuera de la poesía, como escribió Nicanor Parra.

¿Qué destacarías de la poesía portuguesa, alguna afinidad y atmósfera distinta a la brasileña, qué te atrae y te repele, qué autores te han marcado y por qué?

En el ámbito universitario, estudio particularmente la poesía portuguesa del siglo XX, que es muy fuerte y estimulante, llena de matices. Yo destacaría la presencia del surrealismo entre la década del 40 hasta el final de la década del 50, con la obra de Mário Cesariny, António Maria Lisboa, Alexandre O’Neill, Pedro Oom, entre otros. Actualmente, yo destacaría también la generación de los “poetas sin cualidades”, que comenzó a aparecer en el cambio de milenio, con Rui Pires Cabral y José Miguel Silva. Estos dos períodos ya ocuparon mis pensamientos y despertaron cuestiones relevantes para mi escritura poética. Lo que más me atrae en la poesía portuguesa es la diferencia cultural, la posibilidad de nuevos usos del vocabulario, nuevas formas de pensar el idioma, nuevos ritmos. Lo que más me repele es, en algunos momentos, un cierto provincianismo, que de hecho también afecta a la poesía brasileña. Pero, claro, la relación de la poesía portuguesa con la brasileña está dada por innumerables semejanzas y diferencias,  imposibles de ser enumeradas aquí. Definitivamente, puedo afirmar que ambas aún son poco conocidas entre sí, descontando media docena de poetas más difundidos. Por otro lado, existen buenas revistas que intentan trazar ese puente y ese diálogo. La poesía portuguesa ventiló mi pensamiento y me sacó del “campo literario” brasileño. No tengo dudas de que la “literatura” mata a la poesía. Es necesario estar siempre atento a eso.

¿Qué dificultades has encontrado en la publicación de tus libros, hay una crisis editorial en el Brasil de estos días?

Nunca tuve grandes dificultades de publicación, no obstante siempre publiqué en escala artesanal o de pequeño tiraje comercial. A pesar de haber publicado poesía en los últimos veinte años, nunca circulé en editoriales grandes con distribución nacional, que gocen de mayor parafernalia de divulgación. La crisis editorial es sobretodo reflejo de la crisis humana, en toda su extensión. Es un fenómeno social que deriva de la masacre política de Brasil, un país que oscila entre la dictadura empresarial-militar, la incompetencia de la izquierda y el surgimiento brutal del fascismo. Se lee poco hasta en los cursos de Letras o en los cursos preparatorios para la universidad. Creo que las últimas generaciones leyeron casi nada y no tuvieron preparación para formar, en sus casas, lectores curiosos, críticos y estimulados…No podemos olvidar el efecto devastador del streaming, del celular y de los videojuegos en la cabeza de los niños y adolescentes…Como dijo Deleuze y Guattari, el capitalismo es profundamente iletrado y crea dispositivos que eximen la verdadera habilidad de lectura. Peor que las librerías cerraran es percibir que las bibliotecas públicas (algunas bestialmente increíbles) están casi siempre vacías.

Más allá de toda esta discusión sobre la lectura, me gusta pensar que soy un poeta sudamericano, del suburbio industrial paulista, tal vez en esa conciencia aún exista cierta noción de inconformismo, de creatividad y de resistencia.

Traducción de Sergio Ernesto Ríos. 

Tags: en Letras, Portada
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