Estamos por celebrar el día de todos los santos y a los fieles difuntos, el uno y dos de noviembre respectivamente. Como es sabido en México, esta evocación a quienes nos precedieron en el camino a la eternidad, revista tintes muy propios de nuestra cultura, de nuestra ancestral obsesión por saber lo que ocurre allá en el Mictlán, inframundo de la mitología mexica, el lugar al que las almas de los muertos van en busca de un descanso eterno después de morir, así, bajo la creencia de que en estos días, los difuntos vuelven a visitarnos, para ello se adorna su camino con las flores de cempasúchil y veladoras, también se les honra con una ofrenda en la que se colocan viandas de platillos de su predilección, bebidas, dulces y frutas, con ello halagamos y recordamos a quienes ya no pertenecen a este mundo, pero seguimos perpetuando en nuestra recordación, ejemplo vivo de ello es en nuestra ciudad la ya famosa “feria del alfeñique”, dulce hecho de azúcar que se prepara en forma de pasta alargada y retorcida que utiliza principalmente para crear figuras como calaveritas, ataúdes, flores y miniaturas de alimentos para adornar las ofrendas de Día de Muertos. Celebración tan diferente al nefasto Halloween que para desgracia de nuestra cultura nacional, cada vez penetra más los espacios cotidianos de nuestra sociedad.
En estas fechas de reflexión necrófila, tuve oportunidad de encontrar un libro del autor español Javier Cercas, a quién el propio Mario Vargas llosa calificó como uno de los mejores escritores de nuestra lengua y el diario español, “El País” califica como “quien ha contribuido, como muy pocos escritores de cualquier lengua, al transformar la literatura actual”. En este libro titulado “El loco de Dios en el fin del mundo”, Javier Cercas que se autodefine como ateo, anticlerical, laicista militante, racionalista contumaz e impío riguroso. Hace un relato ameno e interesante sobre de uno de los últimos viajes pastorales que Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, realizó a Mongolia, un país ubicado geográficamente en medio de China y Rusia que cuenta con aproximadamente 1,500 católicos activos, un número muy menor el autor a quien el Vaticano encargó la elaboración de un libro sobre este viaje, aprovecha la oportunidad para preguntarle al Papa Francisco Sobre la resurrección de la carne y la vida eterna, concretamente si su madre, a la sazón, una anciana de 98 años, vería más allá de su muerte a su padre muerto hace varios años y para llevarle a su madre, la respuesta del sumo Pontífice. Así, bajo este interesante introducción, el libro de Javier cercas se ocupa de desmenuzar la temática relacionada con la creencia religiosa de los católicos en la resurrección de los muertos y la vida eterna, postulado que repiten a cada momento en que rezan el credo, que implica que un cristiano que no cree en la vida eterna, no es un cristiano, tampoco lo es aquel que no cree en la resurrección de la carne, el autor se pregunta qué significa exactamente la resurrección de la carne, ¿puede volver a la vida lo que está muerto? y qué significa exactamente resucitar, ¿ser de nuevo al otro lado de la muerte, quienes fuimos mientras vivíamos? ¿ seguir siéndolo con la misma carne y la misma sangre y el mismo rostro y las misma memoria e idénticos párpados y uñas? estos cuestionamientos se ven respondidos de manera bíblica, pues, según el evangelio de San Juan, Jesús lo dice con palabras memorables, “yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí aun cuando hubiese muerto, vivirá y todo el que vive y cree en mí, no morirá para siempre”. Así, a lo largo de este libro, el autor nos lleva en primer término a los insondables caminos y vericuetos de las instalaciones vaticanas como la capilla Sixtina, la Basílica de San Pedro y la Residencia Papal, que por cierto Bergoglio rechazó para irse vivir a un lugar diferente, como es la iglesia de Santa Marta en la misma Roma. En fin, con la lectura de este libro y la cercanía de la conmemoración de todos santos y fieles difuntos, se abren un espacio para reflexionar sobre este y otros interesantes temas, aunado a la semblanza de Jorge Mario Bergoglio, que fue un Papa caracterizado por su sencillez, “Argentino, pero modesto”, que predicó con el ejemplo los postulados de humildad, amor a los pobres y una incansable lucha en contra del clericalismo, esa idea de que el clérigo es superior a su grey, situación que propicia múltiples abusos, tanto en el plano moral, como en el plano material, pues el cura que se siente superior a sus feligreses puede usar ese poder de manera perversa abusando sexualmente de ellos, o bien obteniendo prebendas económicas indebidas. Recomendable, pues, la lectura de esta obra en la que sus 485 páginas se leen con fruición, y con mucho interés, recomendable para estas fechas en la que evocamos a quienes han dejado el plano terrenal.
Es cuanto.
*Magistrado en retiro del Tribunal Administrativo del Estado de México
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Columnista: René Tomás Pérez Ávila |
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