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Temas de Gobernanza 42

Lo que la administración pública daña, la comunicación no lo remedia  

Ramón Cuevas Martínez

Diferentes encuestas miden cotidianamente el desempeño del presidente de la república, podría decirse que ya es un deporte nacional.  El círculo rojo está bastante interesado en establecer alguna certeza política que permita inferir cuánto tiempo va a durar la burbuja de comunicación que se despliega todos los días en la conferencia mañanera.  

Esta semana salió una investigación inédita, @Nación321, una plataforma dirigida a la población millennial, midió la capacidad de dar resultados del presidente. Esta encuesta convierte en realidad periodística lo que se comenta en radiopasillo de universidades y consultoras dedicadas a realizar proyectos de gestión pública: La administración pública federal está colapsada. Solo 33% de la población mexicana percibe que el presidente está preparado para dar buenos resultados de gobierno, situación que contrasta con la medición de su aceptación como gobernante, donde AMLO conserva entre el 50 y 55 de aprobación personal. Hay 20 puntos de diferencia entre la evaluación del presidente y la de su administración. 

Ese 33% retrata una administración pública sin confianza ciudadana, que carga a cuestas la visión que ha puesto sobre su actuación el presidente, al referirla sistemáticamente como un elefante cansado que gasta mucho y hace poco, que representa una carga sin sentido para la población, es más, qué es resultado de componendas políticas para beneficiar con puesto gubernamentales a los integrantes de la clase política. 

La mayoría de la población, es decir, el 74%, ha comprado el discurso, que está reforzado por los pocos resultados que las dependencias federales ofrecen, y por su nula capacidad de informar oportunamente de logros y aciertos.  

No solo es el presidente quien ha puesto en evidencia a su propia administración. Un análisis más profundo del quehacer gubernamental refleja una cuestionada calidad del gasto en la inversión pública de los últimos 20 años. Por ejemplo, el sector salud ya se encontraba colapsado cuando llegó la pandemia, los 1,200 hospitales abandonados en obra inconclusa o sin equipamiento harán que nuestro país tenga un índice de morbilidad superior al 10% en pacientes con coronavirus, el mayor de las Américas. 

Hay varias fallas y algunos aciertos en que esos hospitales se encuentren abandonados, la primera falla es política, los gobernantes comprometen hospitales como si fueran despensas, y aunque los encargados de la salud pública advierten el error, no son tomados en cuenta. El acierto, aunque pareciera contradictorio, es no concluir algunos de ellos, pues no habría suficiente dinero para operarlos. 

Quienes medimos la calidad del gasto tenemos un viejo adagio que se sustenta en la matriz del marco lógico: “La falta de un bien no es el problema”, lo que en la práctica significa que muchas veces la falta de un hospital no es el problema -aunque así parezca para la población-, en la realidad la falta de salud es el verdadero problema, y a partir de ahí se pueden plantear muchas soluciones con el acompañamiento de los especialistas en salud pública antes de construir un hospital que no está en los planes del gobernante terminarlo. 

El presidente ha demostrado que es sumamente capaz de sortear todas las trampas políticas que han puesto sus adversarios, sin embargo, su talón de Aquiles, porque las encuestas así lo señalan claramente, es la nula empatía entre administración pública y ciudadanía, que deteriora gradual y sistemáticamente el papel protagónico de la 4T en la agenda nacional.  

*Consultor en Gobernova 

@CuevasRamon contacto@gobernova.com.mx  @gobernova www.gobernova.com.mx 


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Nacional
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