GILDA MONTAÑO
Partió al infinito Gabriel Ezeta Moll.
A Tita Ezeta, a sus hijos, a su hermana y sobrinos.
Esta noticia devastó el corazón de un lugar entero: Toluca. En la madrugada del día 29, Gabriel Ezeta Moll, entrañable amigo, notario, abogado, diputado, ex presidente municipal, líder… pero más que nada, marido de Tita Ezeta, padre y hermano del alma, partió al infinito con el Gran Creador del Universo.
En una semana sucedió. Y la tristeza y la congoja han sido devastadores.
Querida Tita: No sé ni por dónde empezar estas letras. Te hablé en la mañana para decirte no sé cuántas cosas de Gabrielito, como tú le decías. Lo había visto hacía muy poco y me comenzó a platicar mil cosas de Sultepec, de donde le dije haría un libro, cuando fui por mi Testamento.
Siempre en su notaría tenía tiempo para un café express y para platicarte lo que le viniera en gana. Él decía que sólo tenía dos hermanas adoptadas, claro después de su amada Evelina: Martha Hilda, que podía ser su hija, y Gilda. Yo lo celebraba mucho. De verdad, desde hace 31 años en que llegué a esta bendita tierra, Gabriel fue un gran ser humano conmigo.
Hablar de la vida de Gabriel Ezeta Moll, sería una aventura muy nutrida, muy llena de anécdotas desde que el nació. Fue siempre un ser con alto grado de ciencia y sabiduría, y de templanza y singularidad. Un hombre muy bendecido. Desde muy joven, aprendió a vivir la vida con grande, grande esfuerzo. Ayudó entrañablemente a su madre, que quedó viuda antes de nacer su segunda hija. Fue notablemente apoyador y solidario con las dos.
Gabriel Ezeta Moll, si me preguntaran, diría que ha sido un hombre lleno de valores y virtudes. Comenzó solo con un titipuchal de grandes personajes alrededor de él, que lo hicieron crecer a su mismo nivel e incluso superarlos: su padre, Gabriel Ezeta Uribe; su tía consentida: Remedios Albertina Ezeta -de la que siempre me pidió hacer un libro-; de todas las hermanas de su padre; de su primo Gabriel, también notario. Pero también de personas que lo quisieron entrañablemente, como Carlos Hank e Ignacio Pichardo. Y del todo el gabinete legal de cuando él fue líder de la Cámara de Diputados del Estado más importante de la república mexicana.
Anécdotas, decía, podría haber mil de él. Conversador inteligente, sabio y culto, muy culto, se sabía de todo-todo, y de todos, también. Así que era una delicia poder estar con él horas y horas y oírlo platicar de lo que estuviera en ese momento de moda, y de historias antiguas y modernas, también.
Nunca se me olvidará el tremendo esfuerzo y batalla que tuvo de librar cuando en el Estado de México, siendo -decía yo-, líder de la Cámara de Diputados, quería el ex regente Camacho Solís gobernar los 21 municipios conurbados a la Ciudad de México. Ya le había dicho Camacho al Gobernador Pichardo que hacía esto, por instrucciones del Señor presidente Salinas. Y no lo dejaron. Gabriel fue el encargado, con esa figura de buenos oficios, buenos tratos y buenas maneras, pero con gran firmeza e inteligencia, de ir, enfrentar la situación, ganar para el Estado su “Autonomía” y llegar con las manos llenas de bienaventuranzas y victorias. Ya no se metieron más con nosotros.
Hombre de excepción. Ser humano de excelencia. Esposo de mi mejor amiga, Tita, y hermano adoptado de dos mujeres a las que él consideraba muy cercanas: Martha Hilda y Gilda. Muy triste noticia. Culto inteligente y muy digno. Trabajador hasta el último momento. Defensor inquebrantable de su adorado Estado de México. Su cuerpo y su alma descansan en esa paz que sobrepasa todo entendimiento. Y aquí seguirá con nosotros los que lo hemos querido tanto.
