Delfina Careaga
Gustav Mahler (Kaliště, Bohemia, antiguamente bajo administración del Imperio austríaco, actualmente República Checa, 7 de julio de 1860-Viena, 18 de mayo de 1911) fue un compositor y director de orquesta austro-bohemio cuyas obras se consideran, junto con las de Richard Strauss, y las de Bruckner, las más importantes del posromanticismo; los tres post-wagnerianos.
La música fue, ha sido y es para mí como el aire que respiro. Sin escucharla, se me secan los sentimientos, la visión humanística, las emociones. Y es precisamente este 4° movimiento de la 5ª sinfonía de Gustav Mahler, el adagietto (pequeño adagio), la obra que quizás me acaricia más la esfera de mi corazón.
Esta música cobra vida casi fuera del tiempo y el movimiento del resto de la sinfonía, emergiendo del silencio en suaves y sostenidas notas de cuerda y trozos de sonido de arpa. Las marcas de Mahler dejan claro exactamente lo que quería de una actuación: "con el sentimiento más sincero". Comenzando muy silenciosamente, esta música pronto se llena de añoranza: sus melodías arqueadas y gráciles se despliegan con una intensidad agridulce, se elevan gradualmente hasta alcanzar un clímax elevado, y finalmente caen de nuevo al pacífico final.
La 5ª. Sinfonía la escribió Mahler empezando el año 1901, después de que casi muere entre el 24 y el 25 de febrero por una grave hemorragia intestinal. Durante su convalecencia realizó el esquema de los primeros movimientos de su 5a. sinfonía. Al verano siguiente, cuando regresa a su lugar de composición en Maiernigg, a finales de junio, ha empezado ya una nueva vida. No está solo, le acompaña su radiante esposa Alma, que reemplaza a su hermana Justine como ama de casa. Alma además puede ayudar a su esposo en su aspecto musical, al tener amplios conocimientos musicales. Ella se encarga de copiar la partitura de esta nueva composición de su esposo. Y es allí donde compondrá el famoso adagietto y el movimiento final. De esta manera, el 24 de agosto termina la partitura, interpretándola al piano en su Häuschen. Luego de corregirla, la termina hasta el otoño de 1903. Los cinco movimientos que la constituyen son, el primero una marcha fúnebre, el segundo es un allegro de gran vehemencia, y después de una pausa escuchamos el tercero, un scherzo no demasiado rápido; el cuarto es mi adorado adagietto y el quinto, un rondó final. Me parece que es la única sinfonía que contiene cinco movimientos. Todas las demás, generalmente constan de tres y sólo algunas de cuatro; ésta es una excepción.
Un siglo después, la Quinta se ha convertido en una de las sinfonías más populares de Mahler, y un crítico ha llegado a llamarla "una de las siete maravillas del mundo sinfónico". Parte del problema para las primeras audiencias residía en los extremos de esta música: la Sinfonía es larga, está escrita para una orquesta gigantesca, y su música-drama está llena de violencia sónica y psíquica.
El cuarto movimiento, un Adagietto ("pequeño Adagio") anotado sólo para cuerdas y arpa, es una isla de calma en el furioso tumulto de la 5ª. Sinfonía. Su sonido suave y su atmósfera contenida hicieron este movimiento instantáneamente atractivo para las audiencias, y a menudo fue interpretado por sí mismo durante las décadas anteriores a que la música de Mahler se hiciera popular (y antes de que frunzamos el ceño ante esa práctica, debemos recordar que uno de los directores que dirigió el Adagietto como obra independiente fue el propio Mahler).
¡Qué satisfacción tendría de saber que, cuando yo muera, se toque este adagietto que tanto y tanto le dio a mi vida!
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