Vanessa Baez
Hace 8 años en la fiesta del pueblo de San Luis Mixtepec, Emilio Morranchel, joven de 32 años que trabajaba atendiendo un ciber para sostener a su familia, vio de lejos una riña en una de las esquinas de la localidad y, sin prestar mucha atención, regresó a su casa. Veinte días después fue abordado por policías judiciales que, sin una orden de aprehensión, lo llevaron preso por el presunto asesinato de una persona durante la riña de aquella noche. Así lo narra su padre, Gabriel Morranchel, asistente de la Caravana quien exige justicia por su hijo injustamente preso.
El proceso fue breve e inexplicado, sus familiares desconocían los derechos y el proceso penal que se debía seguir antes de que Emilio fuera ingresado al Penal de Almoloya sentenciado a una condena de 70 años. Afirman que durante el juicio nunca se presentaron evidencias claras ni verídicas que probaran la culpabilidad de su hijo, únicamente se tomó en cuenta un testimonio.
“En el pueblo, mi hijo era muy conocido por atender el ciber, ayudaba a los niños de la escuela con sus tareas y todos abogan por él, pero no hay nadie que nos haya ayudado todavía”, menciona su padre.
Muy similar es el caso de Daniel Placencio, trabajador de una vulcanizadora, condenado a 70 años de prisión por delito de secuestro. Fue detenido de forma violenta y sin una orden de aprehensión en su domicilio en el año 2015 por hombres encapuchados a bordo de camionetas civiles que portaban armas largas.
“El día 5 de noviembre llegan hombres armados a nuestra casa en coches sin placas, vestidos de negro y encapuchados con armas largas. Lo que hicieron fue tocar la puerta, mi hermano salió y dijeron que eran ministeriales, se lo llevaron sin informar el motivo de la detención”, afirmó su hermana.
Inmediatamente, Daniel fue ingresado al Penal de Almoloya. Durante el proceso de traslado fue torturado física y psicológicamente, amenazado y persuadido a declararse culpable.
“Se llevó un proceso lleno de violaciones, solamente por el dicho de una persona que se presentó como testigo. Esta persona se presentó como la víctima y reconoció a mi hermano por tener barba de chivo, estar mugroso y ser moreno. Eso es lo que tiene a mi hermano en la cárcel”.
Éstas son sólo dos de las miles de historias de familiares que, entre lágrimas y gritos, exigen justicia por personas injustamente presas donde la constante sobre los procesos penales es la vulnerabilidad y la criminalización.
(Foto: Vanessa Baez)
