“ROSTROS ITINERANTES”
NOVELA ACREEDORA A LA BECA FOCAEM 2012
(Inspirada en la vida y obra del pintor Felipe Santiago Gutiérrez)
DE DELFINA CAREAGA
SEGUNDA PARTE. CAPÍTULO II
Al siguiente día de haberse instalado, Andrés invitó a Pelegrín a charlar dando un paseo por la Alameda Central. Era una tarde un tanto seca y calurosa, el polvo se levantaba con facilidad gracias a un viento que de pronto lo alborotaba. No obstante, los dos artistas caminaban con verdadero placer entre las avenidas rematadas por glorietas de hermosas fuentes.
—Así es que Enrique Javier Ramos ocupará la plaza de usted.
—Exactamente, maestro —respondió Andrés—. Ramos ha dado muestras de haber alcanzado un alto grado, podríamos llamar de “virtuosismo” en su obra. Es ya un pintor reconocido. Por ello lo elegimos el director del Instituto, el licenciado Sánchez Molina y yo. Enrique Javier será un buen maestro, ya lo verá usted.
—¿Y no tiene miedo que contagie a sus alumnos con su escepticismo?
Andrés sonrió recordando las ideas radicales de Enrique.
—En lo absoluto —contestó—. Su escepticismo como usted lo llama acertadamente, lo utiliza con muy buen sentido sólo para escandalizar a quienes sabe que no son fáciles de escandalizar, nada más. Puedo asegurarle que en clases se abstendrá de ello, puesto que va de por medio un sueldo nada despreciable.
Ambos rieron contentos.
—Entonces —dijo después Clavé— ¿dónde llegará primero?
—A Estados Unidos. También quiero visitar algunos países de nuestra América hispana, y luego lanzarme a Europa; ahí, antes que nada, llegar a España donde vivió El Greco.
—¡Ah, El Greco! —exclamó el maestro—. Una concepción alucinante de la pintura mística. ¡Su audacia en los colores y la estilización de las figuras…! Vaya, no sabía que usted, Andrés, empieza a dudar del academismo.
—No es eso. Simplemente hay que ver de todo. Y este pintor me ha subyugado… Tanto así que ya siento ganas de soltar un poco las reglas y abrir la puerta a mi interior y… ¡pues a ver qué sale, maestro!
Pellegrín rio divertido.
—Lo dicho: usted anda coqueteando con otras escuelas que, se lo advierto, muy pocas valen la pena. ¡Cuidado, Andrés!
Él también rió
—No lo crea, maestro. Ya estoy suficientemente formado para empezar algo nuevo como si me cambiara de calcetines. Lo que sucede es que quiero conocerme a mí mismo aunque sea un poco más.
—Eso es lo que se nos permite a los humanos, Andrés: siempre irnos conociendo un poquito más; y eso es todo.
Tomados del brazo cruzaron la calle y entraron en un café bohemio. La tarde adquiría un tono dorado con una puesta de sol que desde entonces, los pocos edificios “altos” que empezaban a construirse en ese México, aspiraban ya, inocentemente, a alcanzar a tapar al astro rey.
—Bueno, Andrés, cuénteme en lo que ha trabajado.
Entonces el pintor le platicó al maestro de su libro, de sus clases. Después lo llevó al hotel donde paraba y le mostró las telas con las pinturas realizadas en Toluca. Clavé pudo observar que entre ellas se apreciaba un conjunto de retratos de personajes destacados de la política y de la cultura.
En 1857, Santa Anna, entonces presidente de la república, había regresado del exilio. El 16 de octubre de 1855 se expidió la convocatoria al Congreso Constituyente, prevista en el Plan de Ayutla. El Congreso se reunió el 17 de febrero de 1856 y abrió sesiones al día siguiente; un año después, el 5 de febrero de 1857 se promulgó la Constitución y el 16 de septiembre entró en vigor, estableciendo las garantías individuales a los ciudadanos mexicanos, como la libertad de expresión, la libertad de asamblea y más.
Esta proclamación era la clave para traer el progreso y desarrollo al país. Tales ideas inspiraron a Andrés para pintar simbolismos de este nuevo tema. El ambiente político influenció a la sociedad que no tardó en empezar a expresar sus ideas impuestas por la Constitución. También los estudiantes de la Academia encontraron una vía de expresión a través de asuntos históricos, los cuales eran ocupados significativos del tiempo que estaban viviendo. Y el fenómeno no sólo ocurría en México, sino en otras partes del mundo.
En ese siglo XIX, México había sufrido la invasión de España en 1820, de Francia en 1838, de Estado Unidos en 1846 y por segunda vez de Francia justamente en 1862, precisamente cuando Andrés se alejaba de su patria.
Como pintor, Andrés María Guzmán utilizó asuntos como ejemplos metafóricos sobre la ideología liberal en concordancia con lo que estaba ocurriendo en México. Su pintura se refirió al momento de transición, señalando el paso de un gobierno tiránico hacia la república, dentro de su escuela romántica-idealista, emotiva o romántica-sublime, además de su realismo naturalista o escénico.
En los extremos inferiores de tales pinturas, Andrés solía poner una dedicatoria: “A mi hermano Gabriel, siempre conmigo”.
***
Y así regresó a Toluca convencido de que era el pintor que podía ser, que ya no había más que insistir en el aprendizaje, excepto en aquel que pudiera ir descubriendo dentro de la práctica y en las experiencias vividas.
La “definitiva” despedida, como había dicho Tomás, fue extensa y también muy intensa. Los Ladrón de Guevara, junto con otros muchos amigos, le expresaron una vez más su total solidaridad y la sinceridad de su cariño. Para el corazón de Andrés fue una prueba de fortaleza ante tantas emociones. Ignacio le regaló una hermosa cajita de madera pirograbada donde podría guardar las cartas que en el futuro le enviaran sus amigos, cartas que Andrés utilizaría para hacerse de relaciones, en el país y en el extranjero.
