18/Apr/2024
Portal, Diario del Estado de México

Confesiones de Turista

Fecha de publicación:

Esclavismo turístico

Aranxa Albarrán Solleiro

“El propietario de esclavos compra a su trabajador [esclavo] como compra un caballo. Si pierde a su esclavo pierde capital.” -Karl Marx

El turismo, la actividad con más movimiento social en el mundo, percibido por las masas como la adquisición de un estatus social dependiendo de los sitios –en su mayoría internacionales- que se vayan acumulando en la lista. 

La estrategia capitalista es sencilla: nos desplazamos a un espacio social determinado para entonces hacer consumo no solo de productos que se ponen en venta, sino de tierra, de atmosfera e incluso de cultura. Se apropia el espacio para llevar a cabo una acumulación de capital que no tiene ningún otro fin, más que destruir lo que toca, por lamentable y paupérrimo que pueda asimilarse. 

Los turistas en este sentido, se dedican a disfrutar de espacios regularmente simulados para que en su imaginario se desarrolle un sentimiento de pertenencia al lugar, para que a través de lo que consumen se crean identificados y se generé un confort y una preferencia longeva a visitar el destino una y otra vez, para que así, se siga dando una explotación de recursos. 

El espacio terrenal o percibido, si lo vemos en términos Lefebvrerianos, se identifica perfecto, puesto que la zona donde se limita a la confluencia de turistas, tiene filtros de seguridad envidiados por los locatarios que llevan años pidiendo por una mejor vigilancia. Las calles son relucientes y el hallazgo de una envoltura se presenta de manera sorpresiva en todo momento, porque los trabajadores de desechos se dedican día y noche a que todo parezca un cuento y se celebre la imagen de un espacio sin defectos. 

Las zonas más lujosas de cualquier destino turístico se rodean de los mejores hoteles, los más inalcanzables para aquel que tiene una vida de ingresos promedio y dentro de ellos están los engranajes que harán que todo gire preciso y sin fallo alguno. 

La vida dentro de cualquier espacio turístico se concentra en potenciar no solo el recurso natural o el cultural, sino también en el trabajo de sus prestadores de servicio. Ser recepcionista depende de laborar día, tarde y noche, sin importar lo que se presente en el cansancio de sus piernas que deben de estar en todo momento de pie, dispuestos a recibir a cualquier huésped que ingrese a pesar de la hora. 

Ser camarera, por otra parte, depende de un esfuerzo titánico en sus brazos, piernas y espalda para levantar camas al tenderlas, para hacer una limpieza minuciosa que dure estrictamente, no más de quince minutos porque la filosofía es darle la mejor atención al visitante y dejarlo en espera sería ir contra los principios de cualquier empresa de hospedaje. Es recibir bombardeos telefónicos de parte de los jefes de recepción para que se apresuren y si por casualidad se encuentra un error, será sancionado. 

La cocina se resume en un bombardeo de comandas para que sean realizadas en menos de 20 minutos, pues el comensal nunca tendrá la paciencia suficiente de esperar más de eso. Cortaduras por un lado, quemaduras por el otro, es un festín de incidentes pero también de regocijo al recibir comentarios de los que sienten sus papilas gustativas en una fiesta de explosivos sabores. Sin embargo se trabaja sin descanso, compañeros se comparten alimento a través de un recipiente con lo que preparó alguien para el personal entero. Probablemente será un cúmulo de alimentos congelados que llevan incluso meses dentro del refrigerador del personal. Lo que se come: pizza, hamburguesas, salchichas en cualquier presentación y si va bien, un pedazo de carne con algún tipo de pasta para acompañar. 

Se escucha en los pasillos que el personal de mantenimiento ha tenido que hacer cita con el médico porque inició con problemas lumbares y es casi imposible caminar o mantenerse de pie por más de media hora. 

Suavemente se perciben delicados aromas de mariguana y otros más –en el peor de los casos- de “Resistol” para aspirarlo profundamente y seguir aguantando los días, las exigencias y a pesar de ello, todo se hace con pasión, porque para el turismo se necesita una dosis ferviente de amor por lo que se hace, aun sabiendo que la retribución no irá nunca más allá de seis mil u ocho mil pesos mensuales. 

La esclavitud en el siglo XXI ha ido evolucionando, con nombres diversos, con jerarquías al comando de apellidos distintos pero con el mismo menoscabo a la integridad de un ser humano y si en algún momento éste deja de abonar, entonces sin más, será remplazado. Dignificar y aplaudir el esfuerzo de quien se encuentra detrás de un gran servicio, siempre será un reto.

Instagram: @arasolleiro , aranxaas94@gmail.com y https://everywherematters.blogspot.com/  

Tags: en Opinión
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