MANOS FRÍAS ®
Esta oscuridad atrae nuevos destellos a mis pupilas desgastadas, alegrías para poder seguir adelante con la dosis exacta de emoción en los labios, no hay melancolía en los bolsillos, ni deudas pendientes, las palabras rotas se perdieron en algún poema que olvidé al oírte cantar una canción (sabes, el traje gris lo regalé cuando dejó de quedarme el saco).
En este parpadeo del sol, hallo un bostezo resplandeciente y la piel necesaria para enfrentar al clima cambiante de esta ciudad, sólo hay nuevos caminos que emprender, lugares donde los felinos asumen siete argumentos para iluminarse, para ver la luz en esta oscuridad y ser espectadores del latir del universo.
Es entonces cuando tu mirada cristalina profana mi espíritu invernal, simples instantes cambian los días melancólicos e insensibles a un cielo con una luna por sonrisa, el pulso del tiempo acuerda una tregua en la rutina de respirar, para entender que quizá el camino nos lleve a encontrarnos en un cuento y no en un poema como lo habíamos creído.
En esta ocasión la tristeza no cabe en un abrazo, ni en un “¿Por qué?” perdido, la afirmación es un “¿Por qué no?” interrogativo para continuar viviendo, para que de las cenizas de un otoño los ojos brillantes de este capricornio nazcan de nuevo al pinchazo de un agujón tiñendo de escarlata los pétalos de una flor, contrarrestando el hechizo impuesto por la soledad.
Sigue el sendero de las mariposas haciendo una metamorfosis en un corazón cansado de sentir, es simple, en noches como esta, ser un animal nocturno es un pretexto para encontrar calor y volver a creer en la magia de una caricia, ya sea física o de palabra, porque la claridad de tus lágrimas y la textura de tus manos frías brindando apoyo, valen igual o más que una palabra cálida, cuando me acaricias el alma…
Foto Akira Hojo en Unsplash
