La moneda está en el aire, una cara dice que todo va a volver a lo mismo que vivíamos antes de esta pandemia, pero muchos afirmamos que por lo menos algo va a cambiar.
Todos experimentamos el confinamiento forzoso, el cual nos llevó a visualizar aspectos que no veíamos de las personas que viven con nosotros. Algunas relaciones se intensificaron en lo positivo y en muchas ocasiones en lo negativo. Los roces y la violencia se incrementaron, pero también la convivencia y el reconocernos nos abrió un panorama infinito para sustentar nuevas crónicas con nuestra familia y algo más importante, un encuentro con nosotros mismos.
En muchos casos la vida cotidiana nos lleva a desarrollar cuidados para quienes compartimos nuestra vivienda. Nos dimos cuenta de que nada es más importante y necesario que dar confianza, paz y tiempo.
Los cuidados tienen que ver con el sostenimiento de la vida, con alimentar, establecer un ambiente positivo y seguro, generar bienestar, sostener conversaciones y pláticas, generando la escucha activa, sentir el futuro que se nos viene, generar actividades juntos, experimentarlas con los otros y disfrutarlas. Pensar en el futuro agota y causa incertidumbre y como no hay certeza en absolutamente nada que tenga que ver con el regreso a la normalidad que conocíamos, el devenir nos aterra y paraliza.
En estos tiempos de pandemia se han desarrollado muchos talentos, hemos reconfigurado los roles de los miembros de la familia, cambiado hábitos y dinámicas, nos reinventamos en todas las áreas de nuestra vida, pero lo que más se necesita es tolerancia, compasión, ponerse en la situación del otro, dejar fluir y sobre todo aprender a acompañar mientras se encuentra un equilibrio, inventando mundos posibles, en donde aceptemos nuestra fragilidad, la complicidad y la empatía. Vemos a la familia revalorizada como un grupo de sostén y liberación, compartiendo y disfrutando tiempos de ocio, convirtiéndolos en ocupacionales.
El simple gesto del uso del tapabocas habla no sólo de un autocuidado, es el reflejo del cuidado de los otros, del acercamiento comunitario, del abrazarnos en tiempos de pandemia en un gesto de sobrevivencia, experimentando la compañía como una bendición y un privilegio que algunos no tienen; imaginando que sobreviviremos al Covid 19. Añoramos un abrazo o el contacto físico que ya no es parte de lo mundano, cotidiano y de lo público.
Buscamos paliativos para enfrentar a la ansiedad. Usamos cubrebocas y aclaramos nuestra mirada, viendo más lejos, pero también a nuestro interior. Según el reporte “Covid 19, la bienvenida a un nuevo mañana” los valores que llegaron para quedarse son:
- El valor de estar unidos en familia.
- La fragilidad de la vida de nuestros seres queridos y de la vida propia.
- La idea de tratar de vivir más intensamente.
Nos hemos volcado a valorar más la higiene, el hogar, el amor y a Dios, hemos reconfigurado los valores de lo local y de lo comunitario. Invertimos en lo que consideramos ser lo mejor para la protección y el cuidado, para el apoyo de otros, generando un acto comunitario, mejorando e invirtiendo tiempo y dinero, en la medida de lo posible, en nuestros espacios en donde trabajamos, convivimos, comemos, nos relajamos y festejamos, rediseñamos nuestros hogares. Los anhelos nos hacen más soportable la pesadumbre de lo incierto. El deseo de ver a algún familiar, el celebrar un cumpleaños, alguna boda transmitida en redes sociales, una remodelación o proyecto en casa, refugiándonos en el optimismo de estos actos e imaginando tener un futuro mejor.
Lo que antes no veíamos es ahora parte del paisaje, todo se interconecta y se ha vuelto cercano y próximo. Los cuidados se han convertido en parte de nuestro día a día. Muchos se cuidan porque conviven con una persona con alguna enfermedad crónica o de la tercera edad y eso los ha llevado a desarrollar dinámicas cotidianas de protección.
Cuidar a un tercero y a nosotros mismos nos ha convertido en cuidadores del mundo. Lo individual se ha transformado en algo público. Esta pandemia nos ha conducido a reconocer que hemos sido afectados, desde el afecto de nuestros seres queridos hasta el mundo que gira a nuestro alrededor.
Para saber cuidar a alguien es forzoso conocer del autocuidado. Los que no lo hacen demuestran una indiferencia por los demás y por su entorno, y por ende una apatía por su propia vida. Pero no se dan cuenta que todos hemos cuidado y hemos sido cuidados sin un manual. Contamos con la voluntad de aprender, entender y corregir y sólo nos falta una guía para hacerlo. Pero en muchas ocasiones se presenta la insensibilidad y la facilidad para despreciar lo que ignoramos.
Dentro de esta pandemia el distanciamiento fue evidentemente físico, pero no así social. La comunicación, autoorganización, solidaridad, el sostén mutuo y la confianza se volvieron un bien común. Los chats se volcaron en apoyar casos de personas en situaciones extremas, todos venden algo y muchos compran de todo. Estas acciones ejemplares que vivimos como sociedad tienen como objetivo el cuidarnos, secundarnos y protegernos como comunidad, porque el autocuidado va más allá de una complacencia personal, según Antonio Lafuente “es una forma de estar en el mundo que vincula lo individual con lo colectivo, que privilegia la cooperación frente al egoísmo y que pone en el centro de nuestras atenciones la vida, las personas y la comunidad”.
Actualmente vivimos en un mundo intercomunicado, la experiencia global enmarca un autocuidado que se verá reflejado en un cuidado mutuo. Es momento de que todos aprendamos el arte de ver por los demás desde un autocuidado, ya que esto es fundamental para seguir adelante como especie. Desarrollar un espacio para todos, creando lugares seguros y solidarios. Son esos pequeños gestos lo que hacen que nos cuenta de que nos importa alguien o que le interesamos a otro. Son todas las acciones que hacemos para que vivamos en ambientes de paz y armonía en donde nos podremos recuperar, proteger y sanar. Son esos momentos y sitios en donde construimos una vida saludable.
Es un hecho de que no podemos cuidar de alguien más, si no sabemos cuidarnos, y no podemos enseñar cuidados sin entender la importancia de cuidarse a uno mismo.
Esta pandemia ha traído un desgaste emocional que nos ha llegado de diferentes orígenes, pero todas han sido afectadas por la situación mundial en donde el dolor y el desconsuelo es muy abundante. Lo que también nos ha traído es el cuidado en múltiples variantes, desde cuando nos quedamos callados acompañando a alguien que sufre, algo que es probablemente es imperceptible o acciones tan grandes que han salvado la vida de alguna persona.
La forma de ver nuestra interacción personal, desde el ámbito de lo individual, se ha convertido en una vinculación de lo público, eso ha llegado para quedarse. El uso de la tecnología, el valorar la salud y la higiene nos ha llevado a la transformación permanente de nuestra existencia, reestructurando el sentir de manera definitiva, aprendiendo a vivir con las restricciones, la cautela necesaria y desarrollando más resiliencia.
La moneda ha caído con la cara mirando al sol. Al frente, a la sensatez.
Bibliografía
- 1. Lafuente, Antonio “Los cuidados como fuente de conocimiento”. 29/07/2020 CTXT Contexto y Acción https://ctxt.es/es/20200701/Firmas/32870/criti – ca-cuidados- ciencia-coronavirus-antonio-lafuente. htm
- 2. “2020 El inicio de una década que llegó para reconfigurar nuestra forma de vivir”. Agencia i. Caso de estu – dio. Extraído el 12 de agosto de 2020 www.agenciai. mx
- 3. “Cómo autocuidarnos” Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y de Formación del Profesorado. Ministerio de Educación y Formación Profesional. “La aventura de aprender. España, 2020
