Carla Valdespino Vargas
Madre Terrible I
Muchos hilos han intervenido en el bordado de lo que hoy vengo a contarles: la Madre Terrible.Comienzo por la primera hebra: Érase una vez, cuando yo era niña vivía con mi abuelo a unos metros de la Presa de Villa Victoria, a menos de un kilómetro del monte. Mi abuelo tenía, en ese entonces, la única tienda de la región, el único molino de nixtamal; se dedicaba a la compraventa de guajolotes y empleaba a muchos mazahuascomo trabajadores. Al molino, a la tienda llegaban las mujeres mazahuas, los colores de sus faldas y su “forma” de hablar llamaban mi atención ¿Qué decían cuando hablaban entre ellas? ¿De qué platicaban los peones mientras acomodaban los costales de maíz o desgranaban? Yo tenía muchas interrogantes.
Mi abuelo nunca contó historias de la llorona, de la bruja o de los espíritus del monte; él narraba su historia de cuando cuidaba borregas, de cuando era mozo de la hacienda o ayudante en la tienda de raya; lo que más le divertía contar era sobre la ocasión en que se subió al primer carro de Palizada y, junto Esperanza Alonso, corrían el auto a 20Km/h. Pero mis oídos de niña querían escuchar los otros cuentos, él se negaba, porque eso era de y para los mazahuas.
Con los años tuve que abandonar el monte, las noches de luciérnagas para regresar a la ciudad. Como siempre, el tiempo pasó y el lugar donde vivía mi abuelo cambió como por arte de magia: ya no había mazahuas, el abandono del campo y la migración marcaron el pueblo de mi abuelo… el país entero. Algunos mazahuas regresan los fines de semana, otros no han vuelto más. Las mujeres ya no visten con sus grandes enaguas de colores… ya nadie habla mazahua.
Como ya les había contado, siempre había querido escuchar esas otras historias, así que decidí materializar dicho anhelo y me fui a San José del Rincón oír a las personas porque en la Presa el mundo mazahua había terminado. Fue así, como tuve el honor de conocer a las mujeres que se convierten en serpientes; al venado que guio a este pueblo hasta el lugar que hoy habitan; fui testigo del amor que Ngemore profesó a Toshteje por largos años. Mas dos personajes captaron mi atención: la bruja y el espíritu del agua: Tuskulu y Menzehe
Los mazahuas describen al Tuskulu como un guajolote muy grande y negro, es el espíritu que chupa a los niños y los mata. Su acción “malévola” la lleva a cabo por las noches. Es un animal muy grande, pero posee la cualidad de disminuir su tamaño para introducirse en las casas a través de una rendija; una vez adentro, toma su forma original, pero evita dejar huella alguna, entonces se quita las patas y las entierra en las cenizas del fogón, acto seguido toma al bebé y le chupa toda la sangre, cuando la criatura está muerta, Tuskulu se pone sus patas, una vez más se hace pequeña para salir por la rendija. Es la bruja en persona.
Menzehe quiere decir el dueño del agua o dios del agua es muy respetado por el pueblo mazahua, es un “espíritu” que habita los ríos, las lagunas y las fuentes, suele presentarse como serpiente, rana, araña o pez. Se tiene la creencia de que, a cierta hora, Menzehe sale del agua a tomar el sol y nadie puede acercarse pues este espíritu podría provocar enfermedades o la muerte. Para que la Menzehe, como algunos dicen, esté contenta y no se vaya de ese poblado, se le debe alimentar arrojando pedazos de tortilla o de pan al agua; también se le debe pedir permiso antes de lavar o de meterse a nadar. Se le llevaba alguna ofrenda, flores, pan, gorditas de maíz, copal y se le canta, para que el espíritu esté contento. Si en el momento en que sale a tomar el sol alguien lo molesta aventándole piedras, Menzehe se irá y dejará a la comunidad sin agua. ¡¿Cuánto hemos molestado a este ser para que lagos, lagunas y ríos se estén secando?!
No coman ansias, la Madre Terrible estará con nosotros en breve, sucede que antes de su llegada, debemos tener en claro las reminiscencias prehispánicas de nuestras protagonistas… pero esa urdimbre se tejerá en la próxima entrega.
Posdata: La Madre Terrible es la diosa se presenta como generadora de vida, pero también de muerte; como madre sustentadora y al mismo tiempo como presencia aterradora
Espacio de reflexión decolonial sobre el mundo mesoamericano y
las naciones indígenas del siglo XXI
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