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Oquetza, camino a la raíz 7

Carla Valdespino Vargas

Seres chthónicos II

Me fui por dos semanas a la selva chiapaneca. Conocí lugares fascinantes; el vaivén de la hamaca hizo danzar al cielo estrellado, susurros de insectos que me llevaron al sueño. Escuché el correr del agua mientras dormía y los animales nocturnos entonaban sus cánticos; me despertaron los saraguatos. Crucé un río sobre una canoa (y no sé nadar, pero el sol acariciando el agua me hizo olvidar ese pequeño detalle). Conocí el árbol que da cráneos humanos y del que se habla en el Popol Vuh… me re-conocí dentro de la vida misma.

La idea de este viaje fue de Jesús Morales Bermúdez, escritor y narrador de San Cristóbal de las Casas, con quien compartí varias tazas de café en las tardes lluviosas de San Cris. Fue en una de esas pláticas que me sugirió tomar mi mochila, si realmente quería conocer Chiapas y comprender sus historias. A mi regreso, retomamos el ritmo del café lluvioso, pero en mí, algo había cambiado, fue cuando él me dijo que estaba lista para comprender la importancia de los sueños.

Hablar de los sueños podría sonar caprichoso, pero para la cosmovisión de las naciones indígenas, los sueños son la comunicación con el alma y, si aprendemos a escucharla, nos dirá cosas importantes que trascenderán en nuestra vida; las deidades revelarán sus conocimientos y darán a los seres humanos sus poderes. Así, me contó Jesús Morales, las mujeres cuando están listas para dedicarse al bordado, dicen que los dioses les han dictado los colores, los diseños; es una manera de sacralizar su trabajo. A través de los sueños, se entabla una relación con la vida, con la naturaleza, con el cosmos y con la vocación misma.

Algunos sueños son largos y profundos como los que provoca la enfermedad, así los chamanes afirman que, durante el sueño y la fiebre que los tenía al borde la muerte, recibieron sus poderes y la sabiduría.

Comenzó 1936 y, en la Ciudad de México, Pedro Linares contrajo una rara enfermedad que lo llevó al borde de la muerte, después de unas semanas y, sin explicación alguna se recuperó; cuando cobró la consciencia, supo lo que debía hacer, pues mientras dormía, los dioses le otorgaron nuevos diseños y colores. Era momento de olvidar las piñatas y los muñecos de cartón, para dar paso a la creación de los Alebrijes. Así es, los alebrijes son parte de la sabiduría de los dioses y hoy son una de las expresiones artísticas indígenas más reconocidas a nivel mundial.

Los Alabrijes, seres interespecie que no pertenecen a nadie, son libres y no desean, en lo absoluto, tener relación con los Humanos, se les considera guías y protectores de los malos espíritus, como buenos seres chthónicos poseen poderes generativos/destructivos y habitan en los sueños de los artesanos.

Y no, no podría asegurar que Donna Haraway también soñó a sus seres chthónicos, pero sí puedo confirmar que la llevaron a plantearse la vida desde otra visión.

Aprendamos que los sueños nos pueden llevar por el camino a nuestra raíz.

Espacio de reflexión decolonial sobre el mundo mesoamericano y

las naciones indígenas del siglo XXI

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Nacional
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