Gilda Montaño
El analista de políticas públicas.
Las metas formaban parte de los valores, no de los hechos. El ámbito del conocimiento se restringía a planteamientos de carácter lógico y factural y no podía extenderse a juicios de valor. La razón no tenía cabida en la determinación de las normas, no podía auxiliar a los seres humanos a decidir qué se debería hacer o dejar de hacer.
Si el análisis de políticas podía ser aplicado a las causas de la tiranía o de la democracia, era una cuestión para la cual la razón no tenía respuesta.
En la perspectiva de los primeros positivistas, el desarrollo de la ciencia moderna, la tecnología y la industria, eran parte del orden objetivo de las cosas, su aparición era arte del camino predeterminado del progreso humano.
El enfoque que recurre al concepto de política pública, corre el riesgo de portar consigo un postulado de estato-centralismo. Éste admite que la política es preexistente, y no logra poner radicalmente en tela de juicio su naturaleza ni su legitimidad. Charles Jones propone un sistema de interpretación, que permite descomponer analíticamente el trabajo político y administrativo en cinco categorías: inclusión en la agenda, elaboración y legitimación de soluciones, la aplicación, la evaluación y la terminación.
La ciencia política fue históricamente el impulso de creación del enfoque de la política pública, mucho más que la sociología, la cual sigue mostrándose como la más ortodoxa de las materias. Al abandonar en 60 su interés por las politics e incluir en su agenda, las policies, obedece al exhorto de Laswell, que en 1951 dota los cimientos para restituirla en el seno de las sociedades modernas.
Si se examina la postura convencional del analista de políticas, la perspectiva dominante es la tecnocrática, y pretende separar el conocimiento de la sociedad para después aplicarlo a la sociedad.
Hoy el análisis de políticas conserva el sello de la herencia positivista. Articulado por primera vez en el siglo XIX, el espíritu del positivismo fue recuperado en los albores del siglo XX por la cruzada de la administración científica en la empresa privada y en el gobierno.
La influencia del positivismo en el desarrollo del análisis de políticas ha sido recuperada en parte por Richard French, quien dice que la orientación positivista y tecnocrática de las ciencias sociales alcanzó su clímax en los años setenta. En esta perspectiva, el conocimiento real era el científico.
El Estado actúa mediante una oferta de institucionalización de escenarios y procedimientos de negociación, al menos en los sectores donde los problemas adoptan una naturaleza horizontal y dependen de tecnologías de resolución inciertas. Es necesario tomar en cuenta que la investigación sobre la política pública puede definirse como un campo en el que se renueva la teoría de acción, gracias a los préstamos de la sociología, pero en el que, al mismo tiempo, lo que importa es superar la teoría de la acción, en provecho de una teoría de lo político. Es posible considerar la política pública, como un acceso o una clave de lectura con fines distintos a los de la sociología política.
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Los nuevos escenarios de aplicación de las políticas públicas demandan entonces nuevas alianzas teóricas y conceptuales, por ello tratándose de la sociología y de la ciencia política, se impone una observación abrumadora: sus diversas ramas especializadas atribuyen al objeto denominado política pública un valor muy variable. Una forma de atribución de valor consiste, entre los sociólogos y los politólogos, en meterse de lleno en el trabajo gubernamental, en hacer de él su problemática, en perfeccionar las herramientas de análisis, en detectar recurrencias y variaciones, en explicar los fenómenos y sus interdependencias: en abordar lo político y lo público como otros tantos problemas. La política pública y sus especialistas, no tienen por vocación supervisar los otros campos ni dar lecciones de legitimidad.
Categoría: Nacional |
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