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La Onda Plana 2022-11-13

Eric Rosas

A iniciar la reconstrucción

Con las ínfimas asignaciones presupuestarias para la ciencia y la tecnología que seguirá habiendo en los ejercicios 2023 y 2024, y los menos de dos años que le restan a la actual administración federal, pues habrá que recordar que el presente sexenio no durará exactamente seis años, sino que quien resulte electo para la presidencia de México por el periodo 2024-2030 tomará posesión de su encargo el 1 de noviembre del 2024, es impensable que vaya a haber una mejora en el Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología de nuestro país en los meses faltantes.

Con la serie de acciones emprendidas desde el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT), mismas que se ha debilitado considerablemente al sector académico; por ejemplo, con la reducción inédita en el número de becas para estudios de especialización y posgrado en instituciones en México y en el extranjero; la demolición del mecanismo de repatriación de talento joven y su incorporación a las instituciones de educación superior (IES) y los centros públicos de investigación (CPI); el desmantelamiento de los mecanismos para el otorgamiento de financiamiento a proyectos de investigación y de incentivos para el fortalecimiento de la cultura de la innovación; lo que ahora urge es preparar la reconstrucción.

Por supuesto que es de lamentar el hecho de que en unos pocos años fuera borrado por completo el esfuerzo que varias generaciones de mexicanos hicieron por construir un sistema que desarrollara la investigación científica y tecnológica, e incentivara la innovación en México; sin embargo, se abre ahora la oportunidad para confeccionar un nuevo andamiaje que se ajuste a la realidad global presente; le permita a nuestra nación unirse al engranaje tecnológico que moverá al mundo en las décadas por venir y; de paso, evite los vicios que llegaron a generarse en el medio siglo que lleva operando el CONACyT —fundado el 29 de diciembre de 1970.

Por ejemplo, en el pasado llegó a generarse una duplicidad y hasta multiplicidad para la realización de investigación científica en varios campos del conocimiento. En lugar de estimular la cooperación, las convocatorias para obtención de financiamiento a proyectos de investigación terminaron por propiciar una competencia malsana entre colegas de las mismas disciplinas. En algunos campos terminaron por desarrollarse hasta dos o tres CPI que atendían temáticas idénticas y cuyos investigadores incluso presentaban propuestas de estudios indistinguibles. Más benéfico habría sido que los órganos de evaluación conformados por el CONACyT, en vez de seleccionar una de aquéllas, hubiesen promovido que los proponentes de todas reunieran sus ideas en solo proyecto enriquecido, fortalecido y, por ende, con mayores posibilidades de aprovechar el financiamiento y de alcanzar el o los objetivos planteados en las múltiples iniciativas iniciales.

Para el nuevo Sistema de Ciencia y Tecnología de México, que habría de diseñar desde ahora a fin de que comience a construirse apenas inicie el sexenio próximo, convendrá realizar un inventario de talento, equipamiento y demás recursos con los que cuentan los CPI y las IES de todo el país, y con ello determinar la pertinencia de las actuales temáticas de investigación; reagrupar al talento y a los esfuerzos pulverizados; reorientar a los distintos grupos de investigación para que abracen las temáticas de vanguardia; y diseñar mecanismos que fomenten la colaboración entre académicos de México y del extranjero; con el objetivo de incrementar la probabilidad de éxito de las investigaciones que se financien con el dinero público.

Lo anterior, dicho sin aberraciones.

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