Los rayos del sol iluminan el manto azul que cubre al mar. Mientras las olas se estrellan con violencia contra las rocas, una brisa cínica entra por la ventana. El Hombre Búho sale al balcón. Como un ritual, se sienta en una vieja silla de madera, bebe una taza de café y observa cómo los barcos arriban al puerto.
El Hombre Búho es popular en aquel lugar, a pesar de que casi nunca está en casa y jamás habla con nadie. Han surgido muchas historias alrededor de él: algunos dicen que está loco; otros, que quizás es un matón.
Todas las mañanas, después de tomar su café, el Hombre Búho se prepara para ir al trabajo. Sale de casa, camina a lo largo del muelle hasta encontrase con un viejo ferry de color gris, el cual lo lleva, al compás de una danza, a otra isla.
Quienes lo han visto actuar saben que el Hombre Búho deja un pedazo de su espíritu en cada vuelo.
Algo sucede con el Hombre Búho cuando pisa el escenario de aquella isla. Llega a su camerino y abre un pequeño ropero, donde guarda lo más preciado que tiene: un traje de plumas negras brillantes. Lo toma con delicadeza, recorre con sus manos cada uno de los pliegues, mete un brazo, después el otro, y cierra con mucho cuidado cada uno de los botones.
Se sienta frente al espejo. Se mira fijamente. De un estuche metálico, toma pinturas con las que cubre cada detalle de su rostro hasta perderse y hacerse uno con el plumaje; por último, se pone una máscara, con la que oculta su cabello oscuro y sus ojos.
Siempre alguien toca a su puerta y le indica que ha llegado el momento. Se mira por última vez en el espejo y sale. Un escenario lleno de vegetación y el azul turquesa que pinta el mar es el espacio perfecto que acompaña su acto. Un silencio espeso se hace presente y de pronto los tambores comienzan a palpitar. Entonces el Hombre Búho deja de ser hombre para convertirse en un ave mítica que danza y es inmortal. Ya nada importa. Después de elevarse y viajar por las estrellas el Hombre Búho aterriza y el golpe seco de su cuerpo sobre la duela regresa a todos a la realidad. Hace una reverencia, sonríe y se retira silencioso, mientras que el público estalla en aplausos.
Vanessa Balderas Guadarrama (Toluca, 1982). Estudió la licenciatura en Lenguas en la UAEM. Actualmente estudia la licenciatura en Creación y Estudios Literarios en el Centro Morelense de las Artes. Es autora del cuento infantil Yaocihuatl(UAEM, 2015) y en 2017 fue beneficiaria del PECDAen la categoría de literatura. Fue incluida en las antologías Se hacen amarres… de amor propio (Acuarela Humanística, 2021) y El Monstruo moderno. Antología del taller de narrativa de Grafógrafxs(Grafógrafxs, 2021). Es integrante del taller de narrativa de Grafógrafxs.
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