Eric Rosas
Hora de dialogar
Esta primera mitad del gobierno encabezado por el presidente López ha sido una verdadera pesadilla para la comunidad académica de México. Los constantes agravios, descalificaciones, denostaciones, humillaciones y calumnias proferidos en incontables oportunidades por el mismo primer mandatario han calado hondo entre los científicos, tecnólogos y docentes de instituciones públicas y privadas a lo largo y ancho de nuestro territorio. Los señalamientos generalizados de corrupción de los que han sido blanco los investigadores, han puesto a la inteligencia del país en una postura de rechazo absoluto hacia el discurso que emana desde el Palacio Nacional. Además, esta dañada relación del titular del Poder Ejecutivo Federal con los connacionales más ilustrados de México, ésos que pueden coadyuvar de mejor manera a resolver los problemas endémicos y coyunturales de los mexicanos, ha quedado irremediablemente destruida a consecuencia de la desaseada gestión de la directora general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) a quien, dicho sea de paso, la Auditoría superior de la Federación le demanda aclarar el destino de mil 335.4 millones de pesos del presupuesto recibido en el 2020.
Pero ahora que se ha superado la mitad del “sexenio” —que culminará el primer día de octubre del 2024— es el momento de que esta relación del gobierno con la inteligencia de México comience a reconstruirse. Aunque deseable, no se espera que esta conciliación se de a iniciativa del primer mandatario, cuya animadversión con las voces disidentes y los datos científicos se evidencia más día tras día, sino a interés de aquellos actores políticos nacionales y estatales que comprendan la importancia que esta ilustrada comunidad tiene para el país, el potente eco internacional de sus opiniones —como muestra están los recientes e innumerables pronunciamientos emitidos en todo el mundo en rechazo de la persecución política contra la ciencia en México— y su potencial influencia en los procesos electorales venideros, incluido entre éstos el de la elección presidencial a realizarse en el 2024.
La oportunidad está a la mano: la iniciativa de “Ley de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación” (sic) que desde diciembre pasado le fue entregada al presidente de la República por parte de la titular del CONACyT y que ha recibido la desaprobación generalizada de parte de la comunidad científica del país. Si tal propuesta oficial llegara a cristalizarse —lo que es altamente probable dada la mayoría oficialista en ambas cámaras—, el margen de maniobra que tendría el actual gobierno para recuperar los votos de los académicos se vería seriamente reducido; sin embargo, el escenario podría ser completamente opuesto si, por ejemplo, se aprovechara este momento para abrir el diálogo constructivo nacional entre ambas partes a fin de que México logre rediseñar a fondo su actual Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación a través de un moderno marco legal.
En esta coyuntura será clave el papel que decida asumir la Comisión de Ciencia y Tecnología e Innovación de la Cámara de Diputados presidida por el diputado Javier Joaquín López Casarín, cuyo liderazgo podría favorecer la urgente conversación abierta y constructiva entre los legisladores de todas las fracciones parlamentarias, pero principalmente entre éstos y la diversa comunidad académica de México, a fin de entregarle a nuestro país las nuevas leyes que requiere en los ámbitos de la ciencia y tecnología, las humanidades, y el fomento de una cultura innovadora.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
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