El legado más apreciado para el Alcalde es el cariño de sus vecinos
Ramón Cuevas Martínez
“En la vida, dejamos un legado a nuestros hijos, dejamos nuestras huellas donde quiera que viajemos, y dejamos nuestras huellas digitales en cada corazón que tocamos”.
Pat Patrick. Despertar el sueño interior.
Ocasionalmente provoco a mis alumnos de administración municipal para que me señalen los tres peores presidentes municipales que recuerden, inmediatamente los nombran, enseguida les pregunto también quien consideran ha sido el mejor alcalde que recuerden… les cuesta mucho trabajo darme el nombre, aunque al final lo hacen.
La mayor dicha de un gobernante es el cariño de sus vecinos, que lo saluden y le sonrían, así hayan pasado 20 años desde que estuvieron en el cargo, si lo logran, ellos son alcaldes con un legado positivo.
¿Qué es el legado?
El Legado para la institución pública, es la herencia del gobernante, es la obra culminante -tangible o intangible- que hace representativa su administración, para lograrlo, el equipo de gobierno debe ser capaz de desplegar con gran armonía acciones y actividades encaminadas a la creación de valor público.
La gestión de trabajos para consolidar un legado positivo radica en identificar y luego desarrollar "productos" (servicios) correspondientes a necesidades y deseos de los ciudadanos, evaluar la efectividad de las acciones realizadas y mantener un contacto permanente con la sociedad. Un trabajo de 1095 días exactamente.
Entre los involucrados en la determinación del Legado están el alcalde, los titulares de las direcciones, pero, sobre todo, están las aspiraciones de los habitantes.
Un legado positivo permite potenciar el desarrollo económico, político y social favorable, el mayor ejemplo de ello está en el presidente Lázaro Cárdenas del Río, a quien se recuerda por crear más ciudades, pueblos, comunidades, calles y carreteras. Su gobierno destacó por la reforma agraria que hizo, expropió el petróleo, creó los ejidos en el agro mexicano, nacionalizó los ferrocarriles entre los años de 1937 y 1938; dio asilo político a los exiliados españoles durante la Guerra Civil (1937 y 1942).
En contraparte, un legado negativo genera una mala relación de por vida con los vecinos, incluso hasta se ha inventado un dicho popular que señala que, para algunos políticos, “el cargo de presidente municipal les duró tres años y la vergüenza toda la vida”.
El legado negativo priva de potencialidades económicas, políticas y sociales a la población.
Uno de los ejemplos más claros de un legado negativo es el presidente Gustavo Díaz Ordaz, a quien tristemente se recuerda por ignorar los derechos humanos y de expresión de los estudiantes, dejando una ola de violencia que culminó en la matanza estudiantil del 2 de octubre de 1968.
En resumen, la construcción de un legado positivo no es una tarea fácil, debe ser medible y no simplemente un enunciado de “esperanza para el futuro”, aunque en muchas ocasiones no se trata de un legado tangible, su evaluación debe tener uno o más indicadores, con metas establecidas y fechas definidas, y debe de involucrar acciones en todas las áreas de gobierno.
*Consultor en Gobernova
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