Eric Rosas
En vez de perseguir científicos
Cuando se trata de explicar las actitudes poco comprensibles que de pronto tienen nuestros vecinos del norte, habitualmente acudimos a la máxima de que los Estados Unidos de América (US) no tienen amigos, sólo tienen intereses. Y verdaderamente creo que no puede ser de otra forma para la nación más poderosa del orbe. Pensemos por un momento que México estuviese en el lugar de la potencia hegemónica. En tal escenario seguramente todos los países se acercarían arguyendo una sincera amistad para negociar con nosotros, pero ocultando sus verdaderos intereses. Cuando todos esgrimen una amistad y resulta difícil dilucidar si ésta es o no cierta, no resta más que tomar las decisiones con base en aquello que mejor convenga a los intereses propios, pues, en cualquier caso, algún “amigo” terminará desairado. Un ejemplo reciente de esta actitud es el del pacto de seguridad para la contención de China AUKUS, formado por Australia, el Reino Unido (UK) y los US, y mediante el que los estadounidenses les ocultaron a sus aliados galos sus negociaciones para sustituir la compra de submarinos convencionales franceses, por modernas naves americanas de propulsión nuclear.
El caso viene a colación porque, sin detrimento de la cultura profunda, la historia centenaria y la sincera hermandad —no sólo amistad— que México comparte con las naciones de América Latina, la geografía nos ha colocado en el lado de Norteamérica y, aunque esta ubicación nos ha permitido y permitirá siempre fungir como cruce de caminos en las relaciones mercantiles entre Europa y Asia-Pacífico —recordemos la Nao de China durante el virreinato—, así como entre el norte y el sur de nuestro continente; es en la región económica y geopolítica norteamericana en la que se encuentran nuestros actuales y futuros intereses. Basta tener en mente que, de acuerdo con las cifras del Gobierno de México, es en US y no en América Latina, en donde habita la inmensa mayoría —97.79 % u 11 millones 650 mil mexicanos— de los casi 12 millones de connacionales que residen allende nuestras fronteras. Así mismo, es con US y con Canadá con quienes mantenemos el 85 % de nuestro comercio exterior; dieciséis veces mayor al que sostenemos con todos los demás países de Latinoamérica juntos, que alcanza a ser de un 5 % apenas.
Ante tan incuestionable realidad, toma entonces mucho mayor importancia que nos avoquemos a cumplir con los acuerdos alcanzados durante el Diálogo Económico de Alto Nivel entre México y US reactivado hace unas semanas, y en los que nuestro principal socio comercial ha demandado una fidelidad absoluta a sus intereses —que deberían también ser los propios—, que tienen en su núcleo a la defensa de las libertades y de los derechos humanos. La demanda estadounidense hacia nuestro país radica en la construcción de un sólido bloque comercial en el que las cadenas de proveeduría estratégicas que alimentarán a las industrias actuales y por emerger durante lo que reta del presente siglo, queden integradas en su totalidad dentro de la región norteamericana y protegidas de cualquier influencia china.
Tal objetivo exige que México se alinee pronto y sin titubeos con Norteamérica en esta lucha hegemónica que la región entera enfrenta contra la potencia asiática y que, en vez de perseguir a sus científicos, asuma su responsabilidad en el desarrollo de las tecnologías clave, como la inteligencia artificial, las telecomunicaciones —particularmente el despliegue de la 5G—, la biotecnología o la ciberseguridad.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
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