Aranxa Solleiro
De acuerdo al Módulo del Trabajo Infantil (MTI) en su último registro de 2017, 12 millones 514 mil 285 niños se encuentran en condición de trabajo infantil. De estos 5.2 millones son vendedores ambulantes y en la entidad mexiquense, se encuentran registrados por INEGI a 9.8 millones de grupos sociales de 5 a 17 años trabajando. Manuel, pertenece a uno de ellos.
El infante de 9 años, proviene de la entidad chiapaneca, aunque sus padres también trabajan como vendedores ambulantes, sus opciones de recreación y estudio, permean en un limbo, puesto que la única opción para él día a día, es salir a las calles de la ciudad toluqueña a vender obleas hechas con la receta de la tierra donde proviene.
“Salgo todos los días porque nos venimos desde hace como tres meses para acá, primero estuvimos en México pero la verdad no nos gustó, lo sentimos muy peligroso, y ahora mejor estamos aquí, al menos no nos sentimos con mucho peligro.” Dijo pendiente de sus manos cargando las bolsas de obleas.
Sus productos son vendidos cada uno por 10 pesos, él, junto con sus padres, las preparan a la par de un grupo de chiapanecos que, como ellos, permanecen juntos para mitigar el desapego social y la ruptura de su cultura.
“Ya me acostumbré a vender, me gusta, conoces mucha gente. De la escuela, pues sí me gustaría, ¿verdad? Pero yo creo que mejor me dedico a trabajar.” Bajando la mirada constantemente, compartía su jornada laboral.
Manuel tiene tres hermanos, los cuales son menores que él, sus padres también salen a las esquinas de la urbe para ganarse un ingreso, que les permita tener la dicha de comer y comprar un poco de agua, para erradicar la deshidratación constante que es fraguada en su cuerpo por los rayos solares.
“Sacamos poquito para comer. Lo bueno es que vemos que la gente sale más a la calle ya, así nos compran mejor.” Mencionó.
De las bolsas, retacadas de obleas, vende al día de diez a 13, sus manos diminutas cargan alrededor de 20 y un letrero hecho por su padre anunciando “obleas de Chiapas $10”. Permanece fuerte en el semáforo de 10 de la mañana a 5 de la tarde, en su rostro sus ojos aún se divisan inocentes, Manuel responde a la pregunta: “¿Qué te gustaría ser de grande?” Diciendo: “no sé, no pienso en eso, pero si pudiera ser corredor, me gustaría. Me gusta correr mucho.”
La explotación infantil a través del trabajo no deseado y obligado, continúa permeando las urbes del país, sin importar una pandemia, sin importar el agravio y daño por falta de educación, alimento y sustento familiar.
(Foto: Aranxa Solleiro)
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