Aranxa Solleiro
Una bomba del tiempo, salen despojados del estrés que les envuelve durante el día y las diversas actividades que realizan. Se envían mensajes de texto:
“¿Qué se va a hacer hoy?” Como detonante de un lapso magno de emoción, es la oración que abre las puertas de un paraíso creado solo por horas.
Los altos riesgos de contraer Covid-19, bien se sabe, se transmiten de persona a persona solo si se está cerca a menos de un metro y medio de distancia, sin portar un cubrebocas y permaneciendo por más de diez minutos en un espacio cerrado, sin ningún tipo de ventilación.
El número de infectados registrados desde el inicio de la pandemia en jóvenes de entre 15 a 29 años de edad, de acuerdo al portal oficial del Gobierno de México de contabilidad de casos Covid-19 es de 479 mil 823, de ellos mil 462 han fallecido por la enfermedad. No obstante, para la mayoría de la población juvenil en México, la cual representa al 24.6 % del total de habitantes, siendo 30.7 millones, la situación que se vive no ha sido del todo gravosa, pues parece que el oxígeno se presenta como un elemento diverso para ellos.
¿De qué se mantienen los centros nocturnos sino de ellos? ¿Qué estrategia se debe implementar para seguir adelante y no claudicar en el proceso de resiliencia pandémica? Posiblemente solamente hay una sola respuesta: la apertura de los establecimientos, aún siendo prohibidos durante el semáforo actual.
¿Por qué salen los jóvenes sin considerar las consecuencias que sus acciones podrían devenir? El equipo de Portal Diario, tuvo un acercamiento con un grupo de habitantes toluqueños y metepequenses permitiendo entrar a una de sus reuniones en un bar del municipio metepequense, los cuales desde inicio de la pandemia, han tratado de seguir su vida nocturna y de entretenimiento.
“La verdad no lo haces con mala intención, o sea sí sales porque creo que está bien con motivos de recreación, todos los necesitamos. Yo no quiero que nadie de mi familia se contagie, por eso trato de reunirme con mis amigos que sé que han tenido mucho cuidado durante este tiempo y no están con el virus.” Argumentó Julio de 25 años de edad.
De los sitios que se frecuentan más desde inicios del confinamiento en el mes de marzo del año pasado, han sido las casas de éstos, reuniéndose con al menos quince o veinte amigos, sin saber que en una hora con una persona infectada hablando en un espacio sin ventilación, sería capaz de contagiar al menos a cinco personas, sin embargo, por los altos decibeles del sonido dentro de un centro nocturno, la mayoría de los clientes gritan, lo que emite 40 veces más partículas que si solo hablara, provocando mayor riesgo, de acuerdo a una investigación realizada por el medio El País (shorturl.at/dopX0).
“No es que no crea en nada de esto pero creo que nos hace bien el esparcimiento, además se sabe que los jóvenes no sufrimos tanto la enfermedad, es decir, no nos enfermamos tan fácilmente como los adultos mayores y si nos enfermamos es muy leve, yo hasta el momento no me he enfermado y casi nadie de mi familia tampoco, entonces creo que he estado bien y también me he cuidado.” Mencionó Francisco de 25 años de edad.
“Nos gusta salir a sitios que están alejados de la ciudad porque sabemos que el riesgo ahí es menos que estar en la ciudad, nos vamos a Pueblitos Mágicos o así, rentamos una casa para nosotros, que por mucho siempre nos reunimos 12 o 10 y estamos bien. Además, creo que le ayudamos a los lugares que mas han tenido perdidas económicas.” Compartió Fernanda de 26 años.
A pesar de que las restricciones epidemiológicas no han cesado y los bares comiencen a abrir bajo el entendido de que tienen una capacidad reducida, los espacios hogareños serán los que prevalezcan y el alma de libertad, sobrepasará cualquier barrera.
“No es para tanto, lo hacemos bien, yo no llego a casa el día que salgo, me quedo en la casa de mi novio que vive solo, entonces así de inmediato me baño, me desinfecto y al día siguiente llego sin algo que pueda contagiar a mi familia.” Dijo María Fernanda de 24 años. Olvidando, seguramente, que el virus se transmite a través de lo que emitimos desde nuestro cuerpo, incluso si solo respiramos.
La experiencia de encierro rodeado de humo intensificado de cigarros, exceso de calor por el número de personas en el lugar y la oscuridad penetrante característica de un establecimiento como estos, se dibuja de inmediato, en un dolor en el pecho para quienes han vivido consternados durante el tiempo presente y en una precisa representación de sofocación.
(Foto: Aranxa Solleiro)
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