2020-10-05-crematorios-en-pandemia-la-otra-labor-heroica

Crematorios en pandemia, la otra labor heróica

El número de fallecidos por Covid-19 en México llegó a los 79 mil 088 y de ellos la entidad mexiquense acumuló 11 mil 886 personas. En el imaginario, se perciben ya como una cifra más, como si se tratara de una competencia en la que cada día se gana o se pierde.  

Aranxa Solleiro  

Se ha corrompido el sentimiento humanista de que detrás de ellas existen almas, historias, vivencias y familias. Una lucha de sueños truncados que ahora yacen debajo de la tierra o permanecen dentro de urnas.  

Las historias son diversas, Don Pedro quien fue cremado ayer, probablemente se contagió realizando su trabajo día a día de venta de tamales. Amparo que según Víctor (trabajador de crematorios) mencionó que era muy joven, de 27 años, de acuerdo a lo que marcaba el acta de defunción y sabía con lamento, que tenía metas por cumplir.  

El fuego se enciende con fulgor, con un calor que penetra cada centímetro de la epidermis, a pesar de la distancia mantenida obligatoriamente mientras inicia el proceso de incineración. La frase religiosa entonces, cobra sentido a través de llamas de un color anaranjado fluorescente: “polvo eres y en polvo te convertirás.” 

“La muerte es lo más seguro que tiene uno, uno tiene que aprender a vivir con ella. Nosotros por nuestro trabajo diario estamos conviviendo con ella. Tenemos el tiempo contadito y ya llega el momento de irnos a descansar de esta vida tan tremenda que a veces nos toca cargar y más con lo que estamos viviendo ahora, aquí estamos.” Comenta Víctor mientras coloca sus guantes cual escudos que lo protegerán contra el infierno emanado de los hornos.  

El calendario marca el día 193 desde que se instaló oficialmente el confinamiento e inicio de la pandemia en el país, y los hornos siguen trabajando sin un descanso.  

Durante los pocos minutos en los que probablemente impera el silencio, se presenta un sonido que emerge de la bocina telefónica, amedrenta escalofriante para cualquier ajeno, pero para Juan Carlos, quien es el que responde, significa un dualismo de cuidados exhaustivos si se trata de un enfermo Covid-19 o alguna con un deceso distinto.  

“Respondemos la llamada que puede ser de la familia del fallecido o de una clínica de la ciudad. Una vez que nos reportan el fallecimiento y nos confirman que es un portador de Covid-19 o sospechoso y que nos informan que el cuerpo ya está debidamente embalado como lo exigen los protocolos de bioseguridad, nosotros nos trasladamos ya sea a la casa o a la clínica y lo traemos a nuestro horno crematorio.” Comparte al tomar premuroso su casco de protección, que evoca auténticamente al héroe australiano Ned Kelly en una de sus batallas sobresalientes. “En este proceso no se permite la entrada de ningún familiar, amigo o conocido, únicamente entramos nosotros y el carro funerario.”  

Se coloca al cuerpo en la plancha para que se inunde de flamas alarmantes alrededor de dos horas, a una temperatura de 800 a 900 grados centígrados. Esperan pacientes, conversan entre uno y otro tratando de despojar el sentimiento de melancolía y afuera, detrás de la puerta se encuentran deslizándose lágrimas en las mejillas de las madres, esposas, hijos y cualquier otro ser querido.  

Recuerdos de la última ocasión que se pudieron abrazar y del último segundo que reflejaron su rostro en las pupilas de cada uno.  

Termina el proceso, se espera a través de un orificio las cenizas, se encapsulan en la urna cuadricular y se da paso tal vez, al instante más complejo y lleno de agallas, cuando se entrega en las manos de la gente que amaba Francisco, Samantha o Andrés. En ese segundo, todo colapsa, las entrañas se tuercen y posiblemente un efecto eléctrico adormece cada parte del cuerpo.  

Víctor y Juan Carlos realizan diariamente entre seis y ocho cremaciones. El costo de éstas son de mil 300 y mil 800 pesos. Aseguran que a pesar del miedo a enfermarse, su trabajo lo consideran ejemplar como el del personal de salud que da todo su esfuerzo a la mejora de las personas. Sin embargo, en ese momento, nada evapora el dolor y sufrimiento que representa tomar en las manos los restos de un ser querido.  

(Foto: Aranxa Solleiro)  


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