PARA EXISTIR ® 

La tarde está calurosa, es algo excepcional que en este suburbio se mantenga tanto tiempo un clima constante en el ambiente. Posiblemente tenga que ver contigo, con tus ojos profundos embelesando la sonrisa temerosa que esbozas al percibir la percusión de la sangre que se siente al tomarnos de la mano, o tal vez, con el instante emotivo donde vibra tu cuerpo cuando te vuelves un sismo al acariciarte el cuello.

Daniel Cortez 

No tenemos muchas respuestas para complementar las acciones que las emociones dan intempestivamente, no sabemos cómo contener el alma cuando nos encontramos y en lo cálido de esta habitación hallamos la textura erizada para saber que la piel se mueve de emoción y que hay pequeñas tormentas en las cuales encontramos sabor a sal en lo dulce de un beso. 

Pasará la brisa a humedecer los poros cuando llegues de nuevo a mi paisaje, aprenderemos a reconocernos si el viento cubre con arena los años, recordando que la relatividad estando en el lugar equivocado, es una causa y efecto en nuestra ausencia o presencia… Sin embrago, los daños colaterales siempre tendrán un lugar para vernos, para bailar en el firmamento en cada una de las luces del infinito, y para poder existir en los labios después de pedir un deseo al guiño de una estrella. 

Lo sé, este no es un cuento de hadas, y quizá,  no haya un futuro escrito para lo que viene. Lo que sí sé, es que aunque a veces las gotas de sudor son contadas en este cuarto oscuro, nuestro motor  está lleno de incandescente combustible como para poder iniciar una hoguera en la mirada. Las arterias siempre nos regalaran un árbol lleno de hojas, para que cuando nos  reencontremos en los abismos del reloj, podamos mover la tierra suficientemente fuerte, para iniciar nuevamente siendo un fruto prohibido, cuando se estremezca de nuevo el corazón. 

Foto de Ramdas Ware en Pexels