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La espera, sinónimo de incertidumbre y fortaleza, familiares del Hospital del niño

Despertar aún con sueño poco a poco e incómodamente, cansado por el día anterior y la espera, con las extremidades entumidas y con un sólo pensamiento: y el bienestar del ser querido.  

Carolina Reyes 

Así es como día a día decenas de familiares de los enfermos internado en el Instituto Materno Infantil del Estado de México, mejor conocido como “Hospital del niño”, amanecen en espera de información acerca de sus pacientes.  

La realidad de los familiares trasciende el ya doloroso hecho de ver a su paciente sufrir una enfermedad, aunado a esto muchos de ellos se ven en la necesidad de pasar hambre, frío, preocupaciones económicas y dormir en condiciones poco favorables. 

“Nos hemos tenido que quedar afuera y es difícil con el frío, la inseguridad y todo eso” asegura uno de los familiares tras haber pasado la noche en vela, su paciente lleva 20 días interno. 

“Las colchonetas no alcanzan para todos, dormimos donde se pueda” comenta la Sra. Juana Torres, quien espera con sus dos hijos a su paciente, pues lleva algunos días en cirugía para lactantes. 

“No come uno bien, el dinero no alcanza y ya hasta me dio gripa por el frío” resalta familiar, su paciente lleva 10 días en el área de hematología. 

El hospital del niño ubicado en Toluca a la altura de la avenida paseo Colón, es uno de los tantos hospitales que año tras año testifican la presencia de familiares que lastimosamente entregan sus días a la espera, la angustia, la carencia y la preocupación.  

En su intento por aminorar la carga que la enfermedad impone sobre los pacientes, familiares, dispuestos a entregarse, se reúnen a las afueras del hospital. A más de uno se les ve comiendo, durmiendo, cediendo sus días a la enigmática espera. Así se vive la enfermedad en México; en compañía, en solidaridad y consuelo, sí, pero también entre padecimientos y aflicciones que bien podrían ser atenuados o evitados.  

Ante las posibilidades de bienestar que el mismo hospital brinda las repuestas de los familiares no siempre concilian satisfactoriamente. Algunos familiares aun viviendo cerca prefieren permanecer en el hospital incluso si no fuese necesario hacerlo puesto que han querido acompañar a su paciente y al familiar titular día con día, otros deciden no hacer uso del albergue dado que el número de acompañantes excede el permitido por el mismo.  

La mayoría de estos familiares trae consigo equipaje para más de tres personas, algunos llegan con niños y adolescentes, en añadidura, aseguran que no irían a otro albergue si éste implica el traslado de sus cosas, no importando si fuese gratuito.  

Si bien es cierto que las limitaciones geográficas y económicas son determinantes, otro factor considerable es la escasa organización al momento de priorizar las necesidades del paciente y del familiar titular responsable. Tal problemática podría derivar de un tema cultural que refiere la relación enfermo-familiar y sus implicaciones socioafectivas. 

Por otro lado, como parte de los protocolos internos de seguridad del hospital, se autoriza la presencia de un sólo familiar por paciente dentro de las instalaciones, no obstante, se estima que por cada paciente del hospital hay un promedio de 2 a 5 familiares en espera. Si bien es cierto que la disponibilidad de los nosocomios no siempre prioriza abastecer la demanda real, abastecer una demanda por encima de lo posible podría resultar poco benéfico para los mismos familiares. 

“En el albergue sólo está permitida la entrada de dos familiares por paciente” comentó el responsable del albergue “la casita” Hospital del niño.  

“La demanda del albergue es incierta, no siempre deciden hacer uso de las instalaciones” explica un trabajador en el albergue “la casita” Hospital del niño 

La idea de albergar y ayudar a quién lo necesita en muchos casos también depende de la organización que se dé por parte de los familiares. Una estructura que permita sólo al familiar necesario quedarse cerca del paciente podría aminorar la demanda tanto de alimentos como de espacio.

Es evidente la difícil situación, a pesar de ello, de vez en cuando se suman esfuerzos para aligerar la carga no sólo física sino emocional de los familiares. Existen albergues para familiares, casas de ayuda y ciudadanos comprometidos que velan por las necesidades de estos y colaboran para apoyar, no solo en temporadas sensibles como navidad o año nuevo. 

El albergue propio del hospital ofrece comida, regaderas, alojamiento, orientación y apoyo psicológico, así como terapia ocupacional en labores por las que los familiares reciben descuentos al pagar la cuenta del hospital.  

Cabe resaltar que los servicios tienen un costo promedio de 5 pesos y que en opinión de los mismos usuarios el trato es amable y respetuoso. El deportivo Agustín Millán abre sus puertas cada año en época decembrina para brindar alojamiento gratuito e incluso traslado para los necesitados.  

Los mismos familiares manifiestan recibir la ayuda de personas que, al haber vivido en una situación similar tiempo atrás, ahora llevan ocasionalmente comida, cobijas y productos de higiene. 

Las soluciones efectivas corresponden tanto a las instancias de ayuda como a los ciudadanos. Ambos son responsables de resguardar la integridad de pacientes y familiares y evitar, en la medida de lo posible, situaciones que los pongan en riesgo emocional y físico. 

(Foto: Luz Gutiérrez) 


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