La violencia contra la mujer…
Muy querida(o) lector(a)!!!... Con el gusto saludarle, deseando para usted y para su estimable familia toda clase de bendiciones, tanto en lo personal, como en el ámbito familiar. Aprecio y agradezco desde luego, el tiempo y el espacio que en su agenda del día dedica a la lectura de ésta columna. La cual, el día de hoy dedicaremos a la reciente conmemoración del Día Internacional de la Violencia contra la mujer, el pasado 25 de Noviembre.
La convocatoria para dicha conmemoración fue iniciada por el movimiento feminista latinoamericano en el año 1981 en memoria a la fecha en la que fueron asesinadas, en 1960, las tres hermanas Mirabal (Patria, Minerva y María Teresa), en República Dominicana. En 1999 la jornada de reivindicación fue asumida por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 54/134 el 17 de diciembre de 1999 invitando a gobiernos, organizaciones internaciones y organizaciones no gubernamentales a convocar actividades dirigidas a sensibilizar a la opinión pública sobre el problema de la violencia contra las mujeres.
Si nos detenemos a reflexionar sobre el tema, nos percatamos de que el mismo se ha convertido en un problema estructural. La realidad es que, persiste la situación de mantener o ampliar la subordinación de la mujer al género masculino. Y es justamente en éste sentido que las mujeres requerimos detenernos a considerar la inequidad que existe en las relaciones entre hombres y mujeres, en los diferentes espacios de convivencia.
Resulta un punto fundamental contar con la claridad respecto a que en toda relación humana, para que ésta sea funcional, requiere como elemento sine-qua- non, la valoración mutua de lo que uno hace por el otro, cuya sencilla traducción es simplemente “reciprocidad”…. Cuando dicha mutua valoración no existe, la relación se convierte en “inequitativa”, en la cual una de las partes “utiliza” a a la otra y ésta se siente, se percibe “utilizada”……hecho que convierte en “inequitativo” dicho vínculo. La inequidad significa desigualdad o falta de equidad. Es un término que es utilizado especialmente en América Latina y se asocia a una situación de desigualdad que genera injusticia.
Es una realidad que, tanto mujeres como hombres, somos “personas”, poseedoras de una “dignidad”, ese valor personal que ontológicamente nos corresponde por el solo hecho de existir y ser personas. Nos es inherente desde nuestra antropología, desde nuestro origen. Sin embargo, vemos con pena que la mayoría de la población desconoce éste principio que rige nuestra existencia y que mucho tiene que ver con la personal experiencia en el núcleo familiar. Ya que… cuando ahí, en la intimidad familiar se vive la experiencia del amor y de la aceptación incondicional, se adquiere la certeza del valor personal. Recordemos que es sólo el amor el que confirma el valor de la existencia del otro. Sin embargo, por desgracia no es en la mayoría de las familias donde se constata dicha condición.
Las mujeres, tema que hoy nos ocupa, tenemos una urgente necesidad de aprender a sentirnos valiosas, simplemente por existir, por ser quienes somos, en el lugar y en el momento en que nos toca vivir. Cumplida dicha premisa, estaremos en posibilidad de iniciar un proceso de autoconocimiento, que nos brinde las herramientas para lograr una bella transformación hacia la consecución de objetivos personales de la propia realización. Aprenderemos entonces a “escuchar nuestro corazón”. Y me voy a permitir parafrasear a Laura Pausini en su canción “Escucha tu corazón”…… el cual nos permitirá no rendirnos para seguir siendo nosotras mismas, persiguiendo nuestro destino, nuestros sueños, mirando en nuestro interior, aprendiendo a creer en sí mismas, escuchando el silencio y descubriendo que nuestro corazón nos soplará las palabras pues él…. sí que sabe y nunca nos mentirá….
Precisamos pues queridas mujeres, recuperar nuestra autovaloración para entonces desarrollar la capacidad de no permitir abusos de ninguna naturaleza en nuestra persona. Con la verdadera convicción de que somos seres completos, con capacidad de amar y con la necesidad, como todas las personas, incluyendo a los varones, de ser amadas, respetadas. Y si nuestro corazón nos habla de sentimientos contrarios al amor, si nos sentimos violentadas, incómodas, utilizadas…escuchémoslo y levantemos entonces la voz para exigir respeto hacia nuestra dignidad en cualquier ámbito en el que nos desempeñemos. Puede ser en la familia, en el trabajo, en la vida comunitaria, etc.
Y desde luego, los gobiernos requieren asumir la imperante y urgente necesidad de hacerse cargo de generar políticas públicas y legislaciones que protejan a las mujeres. Sin embargo, es en la vida familiar, donde las mismas madres, como mujeres que somos, debemos esforzarnos en educar en el respeto a la dignidad de la persona de las niñas y de los niños, procurando la equidad y el respeto en el trato para ambos y entre ambos, para entonces no favorecer conductas machistas que desvalorizan a las mujeres desde la infancia y que desde éste análisis, paradójicamente observamos a las mismas madres de familia en muchos casos, como generadoras de la violencia en contra de la mujer, causante de tanto dolor y sufrimiento social.
Y….Hasta la próxima!!!...querida(o) lector(a)!!!
Nos encontramos en orientafam.lbd@gmail.com
(Foto: ONU)
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