La orquesta hizo un acto de reconocimiento y dio honor a quien honor merece, me escribió Gerardo Urbán, director de la Orquesta Filarmónica de Toluca. Joven de sangre liviana, alto, delgado, blanco y lleno de vida, optó la semana pasada por abrirle un espacio a ese hombre grande, de 77 años que en este momento de vida no la estaba pasando muy bien, hasta ese día.
Y ese día, fue hace apenas dos semanas. Recuerdo que Enrique se comunicó conmigo para platicarme que Gerardo Urbán le había invitado a comer con él y con Juan Rodolfo Sánchez. Los esperó y cuál no sería su sorpresa que lo querían invitar a dirigir la Orquesta Filarmónica de Toluca y allí mismo darle dos reconocimientos: uno por el municipio y otro los Rotarios de Toluca.
Ayer apenas fue el día. En el enorme Teatro Morelos se reunió un grupo de 400 personas cultas que llegaron a ver al maestro Enrique Bátiz. Romeo y Julieta de Tchaikovski y la Sinfonía del Nuevo Mundo de Anton Dvorak se dilataron una hora con quince minutos en ser tocadas, con profunda sensibilidad y grande fortaleza; agregados de sapiencia, alegría, amor y profundo esfuerzo de horas y horas de práctica. Buena orquesta. Buen director.
Así el Club Rotario de Toluca, --encabezado por Rafael Navas, actual presidente, Gabriel Ezeta Moll, --por todos los ex presidentes--; monseñor Guillermo Fernández y Jaime Spindel Valmer-- le entregó la Presea Paul Percy Harris, medalla importante que significa el servicio, la amistad y el dar mucho a los demás. El municipio también le dio un reconocimiento. El gran ausente fue Juan Rodolfo, al que me hubiera gustado darle grande y fuerte abrazo.
Mientras el tocaba, yo me acordaba de mi muy querida Eva María Zuk, mujer intachable que fue esposa de Bátiz muchos años y con la que tiene dos hijos espléndidos: una es escritora y ex becaria del Centro Mexicano de Escritores al que yo también pertenecí; y su hijo un economista de excelencia que trabaja en el Banco de México en un muy alto nivel.
Me acordaba de Juliard, de cuarenta años de trabajo en un sitio muy difícil como debió de haber sido empezar una orquesta en este lugar como Toluca, y de haberla podido posesionar como una de las mejores del Continente Americano. Con eso que cuarenta años no es nada…
Recuerdo mucho la instrucción del gobernador Pichardo cuando, hace treinta años me pidió, con esa deferencia que siempre lo ha caracterizado, que ayudara a Enrique Bátiz. Me acordaba de las muchas veces que discutí con él y su terrible temperamento. Recuerdo su osadía para hacer lo que siempre se le pegaba la gana. Y lo lograba.
Pero estaba viendo en ese instante a un ser humano que, con gran, gran esfuerzo estaba parado allí enfrente, con la rabia y disciplina que siempre lo ha caracterizado, A este hombre “tan querido y respetado”, como me dijo Urbán, al que se le estaba honrando después de 40 años de dirigir a su orquesta.
Lo que más quisiera platicarles, es el grande, fuerte y lleno de amor, abrazo de un hijo hacia su padre. Por lo menos fue así como yo lo sentí. Con unos ojos rasgados de lágrimas de alegría, Enrique Bátiz fue acurrucado en el corazón de ese sensible e inteligente muchacho que algún día tendrá lo que dio: el ciento por uno de su generosidad. Y esto sigue y seguirá, mientras en el alma, mente, espíritu y conciencia de los seres humanos existan principios, valores, virtudes y amor hacia nuestros semejantes, como lo tuvo en este tiempo Gerardo Urban.
(Foto: Redes)
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