La sexualidad se educa…
Muy estimado(a) lector(a)! Nuevamente tengo la oportunidad de saludarle con el gusto que me causa, para desearle a usted y a su apreciable familia toda clase de parabienes y bendiciones. Asimismo, es para mí un honor que usted dedique un espacio en su agenda a la lectura de la presente columna, lo cual agradezco sinceramente, misma que el día de hoy dedicaremos a tocar el trascendental tema de la sexualidad, aspecto que es inherente a la persona desde la concepción y la cual debiera formar parte de la currícula educativa en la vida familiar pues tiene una gran relevancia en el desarrollo de cada individuo
Si intentamos entender el papel que la sexualidad juega en el desarrollo pleno de la persona humana solamente se podrá lograr si se tiene claridad respecto al concepto de persona y sus fines, así como algunos conceptos cercanos a ellos como lo es el de la “libertad”, considerada ésta como “plena libertad”, y que, algunos autores coinciden en que ésta consiste en disponer de sí mismo para el bien, no como meta sino como camino. La cual se potencia y es creativa cuando es resultado de la riqueza interior de la persona y de lo que hay de mejor en ella. También subrayan que el acto de voluntad del bien no se logra sin esfuerzo. Pues es una espontaneidad aprendida que resulta de disposiciones firmes, de renuncias ya que, toda elección es una renuncia a lo que no se ha elegido.
De ahí la importancia de educar la voluntad y de forjarla en el esfuerzo. La voluntad es el medio por el cual el propio sujeto dispone de sí mismo.
Me voy a permitir citar a la Doctora Ma. De la Luz Casas y a Ma. De los Ángeles Ituarte, en su libro “Hablemos con los jóvenes” cuando señalan que antes de definir a la sexualidad humana se debe tener presente que es necesario alcanzar una imagen positiva, dinámica e integral de la sexualidad, porque ésta, al igual que el átomo, “contiene mucha energía” en el sentido que la energía puede actuar, que si no se sabe encauzar, destruye, ya que la sexualidad puede ser fuente de felicidad o de sufrimiento según se le encauce en forma positiva o negativa, respectivamente.
Siguen apuntando que, es importante conocer la naturaleza de la sexualidad, sus mecanismos, así como, adquirir hábitos y actitudes propicias para integrarla, ya que ésta no es una parte o apéndice más en nosotros, sino una dimensión de la persona, que la afecta en la totalidad de su ser.
La sexualidad es un modo de ser persona, femenino o masculino, que el individuo debe desarrollar progresivamente, descubriendo su significado propio. La libertad de la persona está llamada a realizarse como varón o como mujer, por tanto, la sexualidad es una vocación o un llamado.
También expone de manera muy clara que la sexualidad es una dimensión de la persona que incluye los tres aspectos esenciales de lo humano:
1.- Lo biológico, que está ordenado a la procreación de otras personas…
2.- Lo psicológico, que es la “atracción erótica” no simplemente “física”, que lleva a la persona a buscar una plenitud que se obtiene en y desde la complementariedad entre la masculinidad y femineidad.
3.- Lo espiritual, que es el aspecto más profundo del ser humano y se va descubriendo en la medida que la persona va madurando como tal. Gracias a éste aspecto espiritual de la sexualidad se va descubriendo también en el otro precisamente a la “persona” en su suprema dignidad, es decir, la persona dotada de un valor y belleza tales que la hacen merecedora de ser amada en sí misma y se descubre que merece el don de uno mismo, instituyéndose así una comunión entre personas que buscan el bien del otro.
Si analizamos la sexualidad desde ésta perspectiva podemos inferir la imperiosa necesidad de “educar la sexualidad” en la vida familiar y que abarque las diferentes etapas de la vida. A partir de establecer el respeto a la dignidad de la persona como valor fundamental del proceso educativo, cuyo hilo conductor sea desde luego “el amor incondicional”, ya que, tal experiencia en la relación padres e hijos resulta básica para que éstos puedan construir una autoestima que les permita asumirse valiosos, verdaderos dones, a fin de que sean aptos para desarrollar la capacidad de amarse a sí mismos y elaborar compromisos consigo mismos y solo entonces desarrollar el talento de “amar al prójimo como a sí mismo” mirando a las otras personas igualmente preciadas, poseedoras de una dignidad, y así establecer relaciones humanas favorables con los demás, para también poder ser compasivos…… Del mismo modo, los padres hemos de ser cuidadosos en el ejercicio de la autoridad en la familia, para vivirla como un verdadero servicio en favor del proceso educativo de cada hijo para luego entonces, a partir de una dinámica de amor y servicio se prepare la tierra fértil para educar la libertad y también el amor, como ámbitos de conquista personal que ordenan al ser humano a la autorrealización y a la plenitud.
Y……Hasta la próxima, querido(a) lector(a)
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(Foto: Redes)
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