2019-10-14-onda-plana-ciencia-nobel

La Onda Plana 4

La semana pasada fuimos testigos de los anuncios de los nuevos laureados Nobel en materia científica: física, química y fisiología. Y por supuesto, nuevamente los científicos mexicanos quedaron al margen de tales anuncios, y con ello también la ciencia que se realiza en las numerosas instituciones de nuestro país. Lo anterior no se corresponde con el tamaño de nuestra población ni de nuestra economía y mucho menos, con la probada capacidad del talento mexicano. Las aportaciones que nuestros científicos han hecho en el mundo de la ciencia son innumerables y de una enorme trascendencia, pero lamentablemente, aquellos que lo han logrado, han debido salir del país para proyectar sus carreras y logros a nivel mundial. 

Miopía endémica

Eric Rosas 

Esta es una muestra evidente del enredo que en México tenemos en nuestro sistema público de impulso a la ciencia. Nuestro país cuenta con al menos 26 centros públicos de investigación bajo la dirección del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) y algunos institutos de investigación que coordinan otras cabezas de sector, entre éstas la Secretaría de Economía: el Centro Nacional de Metrología; la Secretaría de Energía: el Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares, el Instituto de Investigaciones Eléctricas y el Instituto Mexicano del Petróleo; o la Secretaría de Comunicaciones y Transportes: el Instituto Mexicano del Transporte y la Agencia Espacial Mexicana, etc. Esta treintena de instituciones constituye una masa crítica capaz de aportar con gran impacto ya sea en el ámbito científico o en el tecnológico; sin embargo, la multiplicidad de objetivos que se les encomienda, les hace enfrentar una misión imposible de manera permanente. 

Los modelos que han demostrado ser exitosos en otros países con sociedades justas y equitativas y economías prósperas, basan su actividad en una clara definición de sus ámbitos de acción. Naciones como Alemania y los Estados Unidos de América, cuentan con instituciones dedicadas de forma exclusiva ya sea a la ciencia o a la tecnología, como los institutos Max Planck o los laboratorios nacionales estadounidenses, respectivamente.  

En México, por el contrario, dos terceras partes de los 26 centros públicos de investigación del CONACyT, intentan realizar actividades tanto en ciencia como en tecnología, con el consecuente resultado lógico de una muy baja tasa de éxito. Esta duplicidad ha sido presentada siempre como inevitable, dada la relación inherente entre la ciencia y la tecnología, vínculo que, por supuesto existe, pero que en México ha naufragado en la más espesa confusión, luego de medio siglo de quedar permanentemente supeditada a una serie de intenciones, que obedecen únicamente a las pretensiones políticas de los gobiernos en turno. 

 La periódica reinvención de la naturaleza, objetivos, metas, misión y visión de estas decenas de instituciones, hace que los procesos de maduración de la ciencia y la tecnología en México siempre queden truncados. Que la infraestructura científica quede inconclusa y, por ende, desaprovechada. Mientras que en otras latitudes los grandes proyectos de ciencia y también incluso los que fundamentan el desarrollo tecnológico mundial, como son los metrológicos, se conciben al largo plazo y se blindan contra cambios de gobierno, en México debemos abandonar modelos que apenas se estaban gestando, sólo porque los objetivos políticos o electorales del gobierno en turno, sienten necesario arrasar con todo vestigio del trabajo realizado en los años previos, sin importar que fuera bueno. 

Lo anterior, dicho sin aberraciones. 

e.rosas@prodigy.net.mx 
Twitter: @DrEricRosas 


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Nacional
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