Eric Rosas
El Premio Nobel de Física 2019, un reconocimiento de las estrellas en el universo para otras estrellas en la Tierra
Mirar las estrellas en medio de la oscuridad de la noche, pensando cuál será nuestro sitio en ese vasto entramado, ha sido una de las primeras reacciones de todos los humanos cuando somos pequeños, pero en muy pocos esta curiosidad se ha mantenido por el resto de nuestras vidas, como sí ha sucedido en grandes mentes de antaño como las de Johannes Kepler, Galileo Galilei, Nicolás Copérnico, Claudio Ptolomeo, y tantos otros contemporáneos como James Peebles, Michel Mayor y Didier Queloz, los tres laureados Nobel de física de este 2019, anunciados apenas hace unas horas y quienes fueron reconocidos por sus aportaciones en el entendimiento de la evolución del universo y del lugar que la Tierra guarda en el cosmos.
James Peebles, actualmente profesor en la Universidad de Princeton, ha sido reconocido con este magno galardón por haber transformado a la cosmología, al permitirle dar el salto de la astronomía observacional a la cosmología física, y al mismo tiempo ayudarnos a reconstruir la historia de 13.6 millones de años de vida que tiene el universo. Aproximadamente 400 000 años después de la Gran Explosión, el universo dejó de ser oscuro y denso, y comenzó a transparentarse y formar los dos millones de millones de galaxias existentes, que ahora están llegando su final, inmersas en el proceso natural de la fría expansión del infinito. La inteligencia extraordinaria de James Peebles pudo comprender que era necesario encontrar la manera de estudiar la radiación cósmica de fondo, originada en el Big Bang y descubierta en 1965, para poder entender lo que había sucedido en ese “instante eónico” de 400 000 años en la génesis del cosmos. Sus modelos matemáticos, perfeccionados a lo largo de varias décadas, han logrado mostrarnos que apenas el 5 % de la materia que existe en el universo es la que podemos detectar; mientras que el restante y abrumador 95 %, se oculta a nuestro entendimiento en la forma de energía oscura (69 %) y de materia oscura (26 %), o quizá en otras formas aún inimaginables.
También Michel Mayor y Didier Queloz, ambos laborando para la Universidad de Ginebra y Queloz además en la Universidad de Cambridge, abrieron nuestras mentes y ojos a la realidad del planeta en el que vivimos, desmitificando la idea antropocéntrica y arcaica, que prevaleció en muchas civilizaciones durante milenios y en la que arrogantemente el humano llegó a sentirse tocado por una divina quimera y dotado de la única posibilidad de vida en el espacio infinito. Fueron Mayor y Queloz quienes detectaron el 6 de octubre de 1995 y por primera vez, la existencia de un planeta orbitando en una estrella similar a nuestro Sol, el Dimidio o 51 Pegasi b, que orbita la estrella Helvetios o 51 Pegasi de la galaxia Pegaso, el caballo alado, ubicada a 50.1 años luz de nuestra Vía Láctea. Dimidio gira tan cerca de Helvetios, que su año dura apenas unos días terrestres y su temperatura alcanza los mil grados Celsius. Con un tamaño similar al de Júpiter, para detectar la existencia de este exoplaneta, Mayor y Queloz debieron observar el efecto Doppler - el mismo causante del cambio aparente de la frecuencia de la sirena de una ambulancia cuando se acerca y aleja de nosotros - que Dimidio causa sobre Helvetios a consecuencia de su armónico movimiento acoplado.
El descubrimiento de Dimidio nos mostró que el modelo casero que teníamos de nuestro Sistema Solar no es el único posible en el cosmos. Su develación ha desatado desde entonces, toda una búsqueda frenética de otros sistemas planetarios, quizá con planetas similares al nuestro. La realidad con la que nos confrontaron Mayor y Queloz, nos ha hecho reflexionar en que tan sólo en nuestro “vecindario”, la Vía Láctea, podría haber unos cien mil millones de planetas habitables, girando alrededor de estrellas que conforman así otros sistemas solares y de los que a la fecha se han ubicado más de cuatro mil. Con estos números enormes, el tamaño del humano en el universo ha tomado su real medida y la existencia de diversas formas de vida ya no resulta tan improbable.
Ambos descubrimientos son fascinantes y sobrecogedores; sin embargo, el momento más humano y sincero del anuncio del Premio Nobel de Física de hoy, se dio cuando esta madrugada Göran K. Hansson cedió la palabra a una reportera china que cubría la conferencia de prensa en la que se dieron a conocer los nombres de los laureados, y ella pidió a Peebles un consejo para los jóvenes que aspiran algún día a obtener este reconocimiento. Peebles aconsejó trabajar con amor a la ciencia, sin detenerse a pensar en los posibles premios o reconocimientos, pues éstos, aunque son encantadores, no representan la esencia del científico, que es buscar el conocimiento por la mera curiosidad que estimula el saber.
Los descubrimientos que hoy son reconocidos con el Premio Nobel de Física 2019, son una demostración más de que no existen aberraciones tales como una “ciencia occidental” ni una “ciencia neoliberal”. La ciencia es única, universal y libre de ideologías. La ciencia es la actividad que enaltece a la humanidad y puede elevarla al nivel de las estrellas suspendidas en el firmamento.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
e.rosas@prodigy.net.mx
Twitter: @DrEricRosas
(Foto: Redes)
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