Tsindejne
Ricardo Aguirre
Mira que somos líneas de fuga,
escapando de todo,
derrumbándolo todo.
Mira que siempre podemos comenzar otra vez,
que es mejor no tener nada en las manos
cuando llegue el ocaso
para abrir con ellas
el rosal del umbral.
Etnografía de “Tsindejne”
Subimos al trole
y entonces, me dijiste
A veces no sé quién soy,
mientras el ruido del motor y los asientos
afligían el tono de tus anécdotas.
Me he visto arriba del granero, mi madre
me robó de la abuela
ella lloraba diciendo
“Tsindejne, Tsindejne”
me escurría el alma entre los dientes presionados por la mano de mamá.
Así llegué a ver a Tolo,
entre el olor a queso,
el sonido del cuchillo,
el lamento del toro,
y mis manos tocaban el menudo
en el obrador,
oscuro y frío.
Cargué dos reses,
soplando el fogón de leña
escupiendo petróleo,
hay veces que la espalda
me recuerda el hollín
que gira en los alvéolos
tosiendo con la mitad de la tráquea.
Mover el cazo
es brincar sobre la manteca del
cerdo entre sus tripas,
sentir el calor del fuego,
cebitos con hígado
recién cortado,
ahora tú brincas en el
clembuterol.
Lo conocí a él,
tenía 16 años,
contratista con rancho,
pase de la carne a la leche,
ordeñar, pastar, limpiar,
sembrar, herrar y castrar.
Así mi espalda cargaba 80 litros
de nata, espesa, nunca cortada,
jamás sentí mis piernas,
ni mis brazos.
Mamá tenía dinero,
pero yo, me había casado con
el “negro”,
crecí a la costilla de mi hermano,
siempre lo amé, hasta el último día
en que besé su cabeza llena de mangueras y tubos drenando su ser.
Aquí todo es verde,
papá era comunero,
te llamaba muxi,
tenías menos de tres
cuando corriste a decir
que él brincaba en su cama
como el nervio en el sartén,
arrugándose poco a poco
en aneurismas de humo con tlapehualas de color.
Llegamos al registro,
-Señora usted no es “or” es “ida”-
-Ves, te dije que no existo-
Abordar la segunda trola,
la búsqueda de a quien le dices “or”
pero es “ida”.
Segundo registro,
-Usted no es “or”, tampoco “ida”, usted es “ita”-
-Ves, te digo que no existo-
Tercera trola,
camino a casa…
Mi hermano se llenó de hollín
cuando mamá dejó de hablar
y solo emitía cacofonías,
como cuando pones tus discos,
puro ruido, nada que entiendo.
Me dijo frente al ágora,
tú no existes, no eres mi hermana,
ahí le entendí algo,
él sí era tartamudo,
solo en ese momento
algo tuvo coherencia;
su boca era
gorda, su cara hinchada,
el licor barato le quemaba
las canas.
Estoy harta de estar aquí,
sacando copias acá,
dar mi dinero a él,
que perdí aquí,
vaya allá,
esto no es de aquí,
falta acá…
Después de todo…
Ahora existo,
¿No?
Lee que dice ahí
“Se reconoce que, quien dice llamarse “or”, “ida” e ita” son la misma persona”
-Ves, viejita, tus ojitos están chiquitos como chinita, pero tú me ves y yo te veo, existimos-
-No, ahora me ves, pero no soy,
ya te he contado los fragmentos de los que estamos bordados,
así es el camino
te cortar, te cosen,
cortas, coses,
punto,
aguja al aire,
punto,
cruzas,
o como tu tía,
una máquina, un foco,
pedaleo,
lento,
suave,
a veces con una mano
o con un solo pie…
ahora tú cuéntale a los demás,
como son tus bordados,
así es uno y todos a la vez-.
Ricardo Aguirre (Toluca, 1993).
Licenciado en Antropología Social y Maestrante en Estudios de la Cultura por la UAEMéx.
Es miembro de la banda de post-punk Hel Miembro del taller de poesía de la revista grafógrafxs.
