Carla Valdespino Vargas
Nomas por no dejar
En años recientes, diversas casas europeas de subasta de arte, Catawiki, De Zwaan, Ader Nordmann, Sasu Boscher Enchères, por mencionar algunas, han realizado pujas de más de mil piezas arqueológicas de México, obteniendo ganancias de miles de euros. Las subastas se han realizado a pesar de que el gobierno mexicano ha condenado y demandado los hechos, ya que las piezas, a decir del INAH, están protegidas por la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, así como por la Ley General de Bienes Nacionales.
La pregunta que seguramente todos nos hacemos es: ¿Cómo llegaron dichas piezas a esos países? Y bueno, nomas por no dejar, hoy les comparto una de tantas historias que responden a esta interrogante:
Estaba cierto día investigando unos datos sobre la literatura decimonónica en México. Con café en mano, me adentré a un mundo de artículos que versan temas diversos del siglo XIX. Mi pesquisa llegó al artículo: “Fotografía y grabado en el siglo XIX. El caso de dos imágenes de Désiré Charnay” de Julieta Izcarulli Martínez (2021). Yo sabía claramente que no podría encontrar información que pudiera ayudarme a construir mi ensayo y, aún sabiendo esa realidad, me dispuse a leer. [Ya saben, digresiones y procrastinación]. La autora realiza un análisis, desde las artes visuales, sobre el trabajo del fotógrafo francés; en enfoca en cuestiones como: las imágenes fueron capturadas en negativos de colodión húmedo de gran formato, lo que generó grandes positivos en albúmina que tenían una nitidez considerable, a pesar de no entender mucho de términos sobre la ciencia de la fotografía en el siglo XIX, continué con la lectura. Fue entonces cuando llegué al momento que quiero compartirles:
En los años 80 del siglo XIX, Charnay visitó México varias ocasiones, cinco, para ser exacta y durante estos viajes llegó a un extraño acuerdo con el gobierno de nuestro país que contemplaba la exportación a Francia de piezas [preshipánicas] recolectadas por diferentes medios durante sus exploraciones. Naturalmente surge una nueva pregunta, ¿cómo lo logró? Pues… en realidad la Cámara de Diputados le negó el permiso, pero siempre existe el “Yo conozco al amigo de un amigo que puede ayudarte”. Así, Charnay logró su objetivo, pues “las elites mexicanas compartían con el viajero francés las mismas ideas acerca del uso al que se deberían destinar dichos objetos, esto es, promover el prestigio de la historia antigua mexicana” y finalmente el fotógrafo consiguió sacar del país más de cien piezas, cuyo destino se desconoce y, es muy probable, algunas de ellas formaron parte de las subastas mencionadas.
En realidad, la historia de las piezas mesoamericanas en otros países no es tan triste, ya que el gobierno ha rematriado alrededor de 15mil piezas arqueológicas e históricas que salieron de México de formas diversas. Como sucedió hace un par de meses con el Monumento 9 de Chalcatzingo, monolito de 1.80 metros de altura por 1.5 metros de ancho. Fue robada en los años 50 y localizado en Denver, Estados Unidos. Exacto. Pensaron lo mismo: ¿quién se roba un monolito de esas dimensiones sin que n a d i e lo note? En fin, la hipotenusa.
A manera de posdata y, por no dejar: el gobierno de México ha optado por utilizar el término rematriar, ya que, explica: las piezas vuelven al seno materno, a la Madre Tierra.
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