Eric Rosas
Presidenciables bajo la lupa
La semana pasada surgió a la luz un escándalo de corrupción por parte de directivos del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE), uno de los 26 Centros Públicos de Investigación (CPIs) que se encuentran bajo coordinación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) dirigido actualmente por la bióloga María Elena Álvarez-Buylla Roces quien, al convertirse en la primera científica en dirigir dicha dependencia tras medio siglo de existencia, despertó en la comunidad académica de México la esperanza de que por fin el Consejo orientaría por completo sus recursos en beneficio de la ciencia y la tecnología, pues se supuso que una colega entendería a la perfección la importancia de multiplicar la inversión público-privada para fortalecer la investigación científica y el desarrollo tecnológico. Muy por el contrario, en los cuatro años que han transcurrido hasta ahora del sexenio actual, el financiamiento para la ciencia y la tecnología se ha reducido a los mínimos históricos que nuestro país no veía en las dos décadas del presente milenio; los fideicomisos para estas materias fueron finiquitados; los programas de recambio generacional han sido severamente golpeados y; para colmo, ahora los desvíos de recursos públicos en el INAOE hacen sospechar que el sistema de CPIs del CONACyT pudiera estar siendo usado en una reedición de la Estafa Maestra.
Ahora que las precampañas presidenciales han dado inicio, aunque de manera velada, será importante que la academia se acerque a aquellos contendientes que han sabido desmarcarse de las nocivas políticas y decisiones adoptadas por la administración federal actual, para trabajar en conjunto y aprovechar estos dos años a fin de que con la llegada del nuevo gobierno en 2024, también pueda dar inicio un innovador modelo de Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología; cuyo diseño no sólo requiere de un verdadero cambio de fondo que permita distinguir con toda claridad entre las naturalezas particulares de la investigación científica, el desarrollo de tecnología y el fomento a la innovación, sino que también precisa de una discusión amplia y detallada, en la que los académicos e investigadores de todos los centros de investigación e instituciones de educación superior públicos y privados de todos los rincones del país, tengan la oportunidad de opinar y participar.
En esta búsqueda de acercamiento con quienes aspiran a dirigir a nuestro país en el sexenio del 2024 al 2030, los académicos tendrán que ser cuidadosos de no caer de nuevo en los engaños de que fueron víctimas en 2018, cuando les bastaron las simples promesas de apoyo inédito a la ciencia y tecnología para que entregaran como cheque en blanco una cantidad sin precedentes de votos en favor del actual primer mandatario. Los investigadores del país harían bien en revisar con detenimiento el historial de posicionamientos, actitudes y decisiones que desde sus distintos encargos y representaciones han asumido quienes aspiran a la presidencia de México ante los temas de interés para académicos y científicos. Por ejemplo, en la amplitud y profundidad de su conocimiento del sector; la aprobación de los presupuestos para ciencia y tecnología; el rigor de sus cuestionamientos a la actuación de la titular del CONACyT; la indagación de lo que está sucediendo con el manejo de los recursos públicos en el sistema de CPIs del CONACyT y; por supuesto, la apertura y disponibilidad para incluir a la inteligencia en el centro de la toma de las decisiones que esculpirán al México del siglo XXI. Esta lupa amplificará las contradicciones entre discurso y acciones de algunos aspirantes, pero quienes superen el escrutinio se harán con la confianza y apoyo de los académicos del país.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
Facebook: @DrEricRosas
Twitter: @DrEricRosas
