Laura Barreal Danel
¡Muy estimados lectorxs! Les saludo con mucho gusto, deseando para Usted y los suyos salud y abundantes bendiciones También le expreso mi gratitud y aprecio por el tiempo y el espacio que Usted dedica a la lectura de ésta columna, que el día de hoy, ya que la Semana Mayor está por comenzar, me gustaría compartir con mis lectores algunas notas interesantes acerca de la necesidad del cuidado de la vida espiritual y que ésta, como parte esencial en la naturaleza humana no dejó de experimentar los efectos de la pandemia.
Si partimos de la premisa de Ramón Lucas Lucas, y de su visión acerca de la persona humana como “Espíritu Encarnado”, cuyo significado antropológico se refiere a que cada ser humano es esencialmente “un cuerpo material, informado por un espíritu inmortal”. Tema que ya hemos tocado en diversas ocasiones y que nos ayudará a entender mejor la visión de los Sacerdotes Jesuitas en el análisis que nos comparten.
Desde mi propia experiencia, me parece que éste concepto sobre el cual ya hemos tratado con anterioridad, nos ofrece una noción antropológica amplia y profunda que nos proyecta hacia la verdadera trascendencia a la cual hemos sido llamados, por mera antropología humana y que si esto nos fuera revelado desde la niñez, estoy segura de que, la construcción de nuestra vida personal, contaría con herramientas muy valiosas para contar con una visión más acertada del profundo significado de la vocación (llamado) antropológica de la persona humana al amor, así como, comprender la finitud de la vida humana.
Partiendo de ésta premisa, me permito compartir con mis lectores(as) interesantes reflexiones de algunos Sacerdotes Jesuitas sobre la importancia de la espiritualidad humana frente al agobio, ansiedad, estrés y otros sentimientos que generó en las personas la presencia del coronavirus en el mundo entero.
Encontré una publicación…. “Alivio, gozo y solidaridad en tiempos de incertidumbre y ansiedad” divulgada por Gerardo Valenzuela Rodríguez, Sacerdote Jesuita, en la cual hay varias colaboraciones de diferentes autores, tocando temas relacionados con sentimientos que en las personas se fueron generando a lo largo de la pandemia, desde el inicio, cuando el confinamiento fue la medida que se adoptó en todo el orbe, para prevenir los contagios de la Covid-19….. Virus que era desconocido por los científicos y cuyos efectos eran altamente destructivos de la salud y, en muchos casos, causando la muerte.
Los Sacerdotes Jesuitas que han colaborado en la publicación, parten de la premisa de que la pandemia nos reveló la imagen de una humanidad frágil, indefensa, miedosa y limitada. Diferente a la concepción que teníamos de “poderosa, triunfadora e irreductible”. Y refieren, cómo es que nos sentimos agobiados, ansiosos y temerosos y entonces, se plantearon la pregunta… ¿Si tiene la espiritualidad algo que aportar a la persona para enfrentar el agobio, la ansiedad y el estrés?
Nos comparten unas palabras del teólogo luterano Dietrich Bonhoeffer: “Niega la entrada a la desesperación y haz que, en todos los lugares que de sangre se tiñeron, fluya el gozo a manos llenas”, las cuales las han mirado como una invitación a vivir en dirección contraria a la ansiedad, angustia y miedo que nos genera la incertidumbre, como la que fue provocada por el confinamiento. Y hacen la reflexión acerca de cómo nos sentíamos seguros, contentos ante nuestros logros, casi poderosos. Y sin aviso alguno, todo cambió repentinamente, nuestra fragilidad se hizo evidente, nos experimentamos débiles e indefensos. La pandemia nos mostró asustados, limitados y pequeños y agregan, hemos vivido agobiados por el Covid-19, la violencia y la inseguridad. Y hoy….,me permito agregar el flagelo de la guerra que nos abruma y nos hostiga como humanidad.
En el artículo, se señala que el estrés es la respuesta de nuestro organismo ante situaciones como estas, que nos desafían y vivimos como amenaza, que nos angustiamos ante la incertidumbre de los resultados . Asimismo, refieren que la ansiedad nos lleva a ver como presente algo que no sucede aún o que nunca sucederá, como una muerte anticipada que no sabemos de dónde llegará. Y agregan que, éste sentimiento de inquietud y miedo nos lleva a huir, a evadir ó rechazar todo aquello que se relacione con lo que nos inquieta. Y la pregunta que surge en la reflexión es la siguiente, ante éstas situaciones…¿qué tiene que decir o aportar la espiritualidad?
Para responder, el articulista señala un subtítulo…….
“LA ESPIRITUALIDAD EN TU SALUD”…….el cual inicia refiriendo que cuando hablamos de salud generalmente nos referimos al estado físico o mental de una persona,. Sin embargo, nuestro ser no es sólo corporalidad, emociones o estados psicológicos, pues también lo compone una dimensión espiritual. Y atinadamente refieren que, en nuestra cultura a veces pasa inadvertida, no tenemos conciencia de ello y no cuidamos nuestra salud espiritual. Y agregan que, el trabajar nuestra espiritualidad fortalece nuestro cuerpo, emociones y psique y acotan que, una persona que desarrolla su inteligencia espiritual está mejor preparada para lidiar con el estrés y el dolor.
El autor plantea la pregunta de ¿Cómo ayuda la espiritualidad a aliviar el estrés y la ansiedad, y a mejorar la salud física y mental?….Y para responder, se afirma que el trabajar nuestra espiritualidad fortalece nuestro cuerpo, emociones y psique. Una persona que desarrolla su inteligencia espiritual está mejor preparada para lidiar con el estrés y el dolor.
A lo cual, sigue otra pregunta….¿Cómo ayuda la espiritualidad a aliviar el estrés y la ansiedad, y a mejorar la salud física y mental?…Y la contestación va en función de señalar la espiritualidad como dimensión central de la persona, le conecta con lo inmaterial de su vida, con su capacidad de amar, de tener compasión ; se asocia también con la trascendencia, la inspiración y los valores que guían y conforman su sentido de vida, así como con el sentido último de las cosas.
Se añade que, para fortalecer la espiritualidad es necesario el desarrollo de la inteligencia espiritual, un modo de inteligencia como lo son la racional o la emocional. La inteligencia espiritual es la esencia de la inteligencia, nos sana y nos completa, se desarrolla a partir de sus experiencias fundantes: experiencias relacionales constitutivas, personales o comunitarias, valores que se formulan desde lazos afectivos y experiencias sustanciales, anhelos y sueños que inspiran y fomentan la esperanza, así como de logros que fortalecen el amor propio y la satisfacción de sí mismo.
La publicación agrega que, mantener conexión con nuestro espíritu, con tu espíritu, te coloca como autor de tu propia vida y no solo como actor. La conexión con nuestro espíritu nos vincula con los otros y con el mundo. Impulsa a la apertura al todo, a la esperanza, a la gratitud, al perdón, la humildad, la compasión, la alegría y serenidad interior. La experiencia espiritual genera estados afectivos positivos, actitudes y comportamientos virtuosos, y pensamientos que fomentan la salud física y mental.
Nos comparten que, en una charla entre los profesores de Yale, Miroslavo Volf y Willie James Jennings, se señala que la alegría “es un acto de resistencia contra la desesperación y sus fuerzas”.
La publicación también cita que la espiritualidad genera una poderosa energía que nos fortalece para enfrentar y trascender dificultades, sufrimientos y angustia, desarrolla emociones positivas, y nos conduce a profundizar en lo que es verdaderamente importantes y constructivo para la vida.
Muy apreciables lectores(as)!!! Con las reflexiones que en la publicación nos comparten los Sacerdotes Jesuitas se nos brinda la oportunidad para replantearnos nuestra vida interior como valioso espacio de encuentro con nosotros mismos y descubrir la inmensa riqueza que la espiritualidad nos ofrece para hacer frente a la vida y a sus exigencias.
Y….¡¡¡Hasta la próxima!!! queridxs lectorxs