Eric Rosas
La Tremenda Junta
El año pasado el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT), dio a conocer que había aceptado la solicitud de ingreso al Sistema Nacional de Investigadores —científicos— (SNI) del fiscal general de la república, el señor Alejandro Gertz Manero y que, además, le había conferido el nivel más alto, el tercero. Tal nombramiento causó indignación en prácticamente toda la comunidad académica de México, pues es innegable que el señor Gertz no es un investigador científico, ni siquiera se dedica a la academia y, menos todavía, tiene productos de investigación o docencia que le hagan merecedor de tal reconocimiento, como ha quedado demostrado durante más de una década, en la que distintas comisiones evaluadoras del SNI rechazaron tajantemente todas y cada una de las peticiones de ingreso que continuamente presentó el actual fiscal.
Lo peor fue que, al escrutar la evidencia que el flamante investigador nacional, nivel III del SNI, presentó para soportar su solicitud de incorporación, la comunidad científica encontró varias reconocidas frases de obras pertenecientes a otros autores que el doctor Gertz omitió referenciar; es decir, pretendió hacer creer que eran suyas ideas que en realidad son de terceros, cometiendo un plagio con ello. Ante tan evidente violación a la ética de todo profesional, y en particular al código que rige los valores éticos de quienes integren el SNI, el pasado 21 de octubre del 2021 un nutrido grupo de académicos presentó una queja ante la Junta de Honor de este programa, ofreciendo las pruebas del plagio cometido en números casos por parte del fiscal y solicitando su expulsión del SNI por este motivo. Sin embargo, este 9 de marzo el maestro Andrés Eduardo Triana Moreno, en su carácter de encargado del despacho de la Dirección Adjunta de Desarrollo Científico y secretario ejecutivo del SNI, notificó oficialmente a los quejosos que el 28 de febrero del corriente la Junta de Honor había desechado su reclamo por acuerdo unánime y el mismo había sido ratificado, también por unanimidad, por el Consejo General del SNI en su reunión del reciente 4 de marzo. Según el oficio, dicha desestimación de la queja se dio: “En virtud [de] que, ninguno de los quejosos es autor (¡sic!) o demuestra contar con los derechos de propiedad de las obras presuntamente plagiadas, por lo que no hay interés directo en la verificación o rectificación de las obras señaladas.” Esto significa que para las doctoras Elvia Arcelia Quintana Adriano, María Emilia Caballero Acosta, Alma Delfina Lucía Orozco Segovia y Elsa Ernestina Muñíz García, quienes integran esta Junta de Honor del SNI en este 2022 y, según el oficio, piensan lo transcrito, con el fallecimiento del autor ahora ya también “perecen” sus otrora imprescriptibles derechos morales y caducado el periodo en el que las respectivas leyes de derecho de autor protegen a sus beneficiarios para que puedan continuar gozando de los derechos conexos que correspondan a su obra, quien sea puede adjudicarse las ideas del occiso, pues éste difícilmente podrá apersonarse ante la autoridad para reclamar que sus aportaciones han sido usurpadas por algún vivo que se haya pasado de vivo.
Para la reputación de las integrantes de esta “Tremenda Junta” de (des)Honor, nada sería mejor que efectivamente no hubieran participado de dicha decisión, como parece haber ocurrido en realidad; sin embargo, este acontecimiento ratifica que ya nadie puede sentirse orgulloso de pertenecer a un SNI que ha quedado capturado por intereses que nada tienen que ver con los de la honorable academia mexicana.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
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