2022-02-23-el-mito-del-rubik

El mito del Rubik

Yo no sabía resolver un cubo Rubik. Siempre asumí que uno tenía que pensar: probar una vuelta y otra, ciego entre los callejones de aristas y vértices coloridos, hasta dar con la solución maravillosa e irrepetible. Será cosa del azar, o yo no sé, que lograba reconstituir un color; y digo azar, pues fracasaba en el intento de repetir la hazaña en otra cara. Así era mi caso, y asumo que el de muchos otros. Así lo era hasta hoy, que he resuelto el acertijo.

Soy incapaz de determinar cuántos de estos juguetes han desfilado por mis manos. Los hubo de todo tipo: aquellos que en lugar de colores planos tenían estampados; aquestos más clásicos, ora de un plástico barato, ora de una buena calidad. Los hubo incluso que no eran estrictamente cubos. De hecho, ahora que lo escribo, se me ocurre que no puedo resolver cómo llegaban a mí esos juguetes, y ese misterio se unía a otro: ¿cómo se resolvía el reto? Porque ocurre siempre que uno, al ver los colores en su sitio, invariablemente los descompone; como si el hecho de verlo así resuelto, pero no por nuestra mano, fuese una afrenta. El enigma, como aprecian, tenía tantas caras como el cubo.

Aunque me empeñe en escribir como un viejo, en este momento no lo soy. Quizá las caras de mi nostalgia podrán parecer fáciles de descifrar. Es una de esas tristezas de niños que ya no se sienten niños. A lo mejor es así. Lo que intento decirles es que hoy resolví uno de estos juguetes y, debo aclarar, que al final la cosa no era para tanto. Era cuestión de algoritmos. Me enteré del método por un amigo, que me dio una lista de posibilidades y sus soluciones: si A, entonces procede de tal forma; si B, entonces procede de tal otra; si C… Y yo lo hice como un mono. Giré arriba y a los lados; los colores circularon por las yemas de mis dedos al ritmo del hazlo así y asado. Como es de esperarse cuando uno sigue instrucciones, el resultado fue el prometido.

Al principio me invadió la satisfacción de resolver el cubo. Satisfacción que me duró hasta precisamente ahora, que me doy cuenta de que resolví una chingada. No fui yo, ni siquiera mi amigo, pues él a su vez extrajo las instrucciones de un tercero, y así sucesivamente. De hecho, el cubo ya estaba resuelto, lo único que se ha hecho es reinventar las soluciones o reproducirlas. Un poco como todo. No hay nada nuevo bajo el Rubik.

No obstante, pasando de mi pesimismo inicial, se me ocurre que entré a una especie de mundo aparte: el de quienes lo han resuelto por primera vez. Y habrá otros tantos círculos secretos: el de quienes lo hicieron una segunda, y una tercera y una centésima y de memoria y a la carrera y de las formas más variadas y divertidas, con Rubiks de todas las formas y tamaños. El hecho es que salí de la caverna, como quien se cree Platón en la República, pero me he metido en otra, una que, sinceramente, me parece cómoda y en la que me quedaré durante mucho tiempo, quizá toda mi vida, puesto que hay cosas más divertidas que desbaratar y resolver cubos Rubik como estúpido. Así que, de hoy en más, declaro mi independencia del cubo; ahora soy esclavo de mi propia libertad.

Edson González. Egresado de la carrera de Letras Latinoamericanas. Tercer lugar en el Tercer Concurso de Cuento Infantil de la Universidad Autónoma del Estado de México. Es integrante del taller de narrativa de Grafógrafxs.


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Nacional
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