26/Apr/2024
Portal, Diario del Estado de México

Confesiones de turista

Fecha de publicación:

Aranxa Solleiro

La península 

Conocí a Luis y a su esposa de piel de mar y mirada profunda una noche de 26 grados centígrados, me invitaron una de las cenas peculiares de la península de Yucatán: una marquesita. La mía solo con queso de bola y la de ellos con nutella y cajeta para que no pase desapercibido el deleite del antojo nocturno. Luis sin complejos me dijo: casi no comemos marquesitas porque engordas mucho, son tan ricas que se pueden comer en segundos y cuando menos lo esperas, ya te comiste tres, después nos quejamos por las llantitas que nos salen. Río sin detenerse, su mujer sonreía tímidamente mientras disfrutaba de cada una de las mordidas. 

Aunque para ellos era tal vez la quincuagésima ocasión comiendo una, para mí fue la primera y me percate del exquisito sabor y su preparación artesanal que emite magníficas figuras en el vapor que emerge de los utensilios, aparecen en el aire flores, estrellas, olas y mariposas frente al artesano gastronómico que con fuerza voltea la pasta para que se tueste sobre las brasas. Pocos saben que ese tipo de herramientas, que parecen máquinas de tortillas agigantadas, también se usan en la India, con la diferencia de que allá en lugar de cilindros, se hacen cucuruchos, sin embargo, llevan lo mismo, queso de bola y dulce de leche. ¡Vaya belleza que nos permite saber el turismo!

Caminamos por la plaza principal de Mérida, nos montamos a las sillas gigantes que fueron colocadas para la convivencia familiar y el parloteo cuando desciende suavemente el sereno. Nos tomamos fotos, caminamos por las calles principales cuando Luis inquirió: ¿has ido a la playa? Deberías de ir, son hermosas, son muy distintas a las de Cancún o cualquiera de Quintana Roo, acá siguen limpiecitas y con un azul bellísimo, te va a encantar. Tomas el autobús que te lleva hacía allá, te cuesta como 20 pesos pero te haces tres horas. No importa, es seguro. Desorbitada, asenté para dejarle saber que iría al día siguiente. 

Tomé el autobús, recuerdo que había unos niños de entre unos 7 a 10 años, jugaban algo desconocido, sin embargo el que perdía reventaba con una serie de palabras mayas que me imposibilitaba comprender su sentir y además, me reducían de su esfera. Asimilé el privilegio de estar a un lado de una de las culturas que más han aportado a iberoamérica. Los observé detenidamente y uno de ellos lanzó un “in yakumeech” a su hermana menor, solo vi que sus ojos destilaron una luz hipnotizante y lo abrazó como queriendo robarle cada porcentaje de oxígeno en su cuerpo. 

Pregunté al que lo mencionó, que repitiera lo que mencionó pero fue imposible comprenderme, pues no sabía decir como él “te amo” en maya. Se acercó el momento, nos pidieron abordar el autobús, a pesar de que la capacidad no va más allá de las 42 personas, el calor me dio la sensación de que éramos unos 150 en aquel espacio tan reducido. Empezamos el viaje, eran las 10 de la mañana, las ventanas rebosaban de arcoiris: azul, verde fosforescente, anaranjado, café, blanco, rojo, amarillo, gris, todos combinados mientras las llantas avanzaban. 

La diversidad era tal que vimos correr a un monito, nos pareció simpático, no obstante pretendía salvarse de ser arrollado, dado que la civilización no lo deja caminar tranquilo por lo que debería ser su hogar. Escuché aves que desconocía y me percaté de las famosas chayas, que son árboles solamente hallados en la península y Tabasco. Después del largo y ajetreado camino, llegamos a la famosa “Playa Celestún” con su sal rosada y su hermosa fila de flamingos que colorean espectacular de color mamey todo lo que la vista es capaz de admirar.

Luis tenía razón, son las mejores playas del sureste de México, un espacio que no merecemos como humanos. 

Un lunes de 2022, me llamó por teléfono, estaba ya en la capital del Estado de México: Aranxa, nos lo van a quitar”, decía a manera de desespero. ¿Qué les quitarán? Respondí insignificante. Mi belleza Yucateca, no queremos el Tren Maya. ¿Podrías escribir algo al respecto? Realmente están pasando por zonas que no queremos y de nuevo los mayas son los afectados, mi tío me lo dijo, él vive por ahí donde pasará. Claro que escribiré, Luis. Que la gente dibuje en su mente, los diamantes más preciosos de tu tierra. 

Confesiones en: Twitter: @aranx_solleiro, Instagram: @arasolleiro y aranxaas94@gmail.com

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