Por la libertad de pensamiento
En los casi tres años que llevamos de la actual administración federal, la comunidad científica de México ha sido denostada y estigmatizada por el presidente de la República en incontables oportunidades. Al parecer respaldada en este discurso, la titular del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT), la bióloga María Elena Álvarez-Buylla Roces, se ha sentido libre para impulsar incontables acciones en perjuicio de la libertad de pensamiento e investigación, en todos los Centros Públicos de Investigación (CPIs) bajo su cargo en los que ha podido hasta ahora.
Lo ha hecho colocando como titulares a incondicionales, quienes parecen tener la encomienda de purgar a sus respectivas comunidades de aquellos académicos críticos hacia el gobierno o cuyas investigaciones puedan llegar a refutar las políticas públicas o proyectos insignia impulsados por el primer mandatario pues, a la realidad no le preocupa en lo mínimo el contradecir al discurso oficial de manera que, proyectos como el tren Maya o el aeropuerto de Santa Lucía, así como las actuales políticas en materia económica, de seguridad, de protección ambiental, o salud, por ejemplo, muy difícilmente encuentran sustento en la evidencia científica.
Además, la academia suele tener esa fastidiosa costumbre de analizar los dichos, pasándolos por las cribas de la lógica, la evidencia y el criterio, para formarse luego una opinión propia, informada, y no simplemente aceptar las palabras de otros como ciertas sin cuestionarlas en lo absoluto. Quizá por esto la comunidad académica y estudiantil del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), ha decidido levantar la voz para defenderse de las injurias, la estigmatización, las ofensas de las que han sido blanco por parte del jefe del Poder Ejecutivo Federal y, poniendo al frente la dignidad, ha enfrentado con firmeza a la doctora Álvarez-Buylla ante su intento por repetir su modus operandi para imponer al director general en el CIDE.
Quiero pensar que el Gobierno tiene bien calculado el riesgo que le representa un movimiento estudiantil como el que se está gestando en el CIDE; sobre todo porque de otra forma no se entendería que la directora general del CONACyT siga negándose a recibir el pliego petitorio de la comunidad cideíta, inclusive luego de la marcha de este pasado sábado a la que asistieron unos dos mil manifestantes, no sólo miembros del CPI convocante, sino también de otras instituciones educativas como las universidades Nacional Autónoma de México, de Guadalajara, de Guanajuato y la Iberoamericana, y que simultáneamente recibió el respaldo a la distancia de muchos académicos y estudiantes mexicanos y extranjeros en centros educativos del prestigio de las universidades de Oxford, Cambridge, Harvard, Chicago, o la Escuela de Economía de Londres, entre muchas más.
Dada esta nula apertura exhibida por la titular del CONACyT, los inconformes ya han volteado hacia la Secretaría de Gobernación para solicitar el diálogo. En las horas subsecuentes sabremos si el secretario Adán Augusto López Hernández tiene luz verde para darle solución al conflicto, o debemos seguir esperando a que aparezca alguien más, ya sea en el gabinete o en alguna de las Cámaras, con la autorización presidencial para colgarse esta medalla. Mientras tanto, la comunidad del CIDE tiene un tiempo valioso para unir a la causa a estudiantes e investigadores de otros CPIs y universidades del país ya que, como lo dijo ayer Jean Meyer, esto ya no es un asunto exclusivo del CIDE, sino de toda la academia de México.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
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