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Confesiones de turista 2021-11-15

Aranxa Solleiro 

Un esfuerzo de Sísifo  

Un brillo destellante me dejó ciega por un momento, como una especie de blancura invadió el horizonte. Al mismo tiempo, se escuchó un grito estremecedor: “es como si alguien te clavara un cuchillo sobre la cabeza y los hombros. ¡No lo soporto!” Voltee rápidamente, el aceto me parecía levemente foráneo. Me encriptar, era un muchacho robusto de tez blanca,los ojos apiñonados y el castaño de su cabello hacía reflejo con el cuchillo aquel que nombro: ¡los rayos solares! Efectivamente, tenía razón.  

Al mediodía de un domingo conocí a Luis, por azares del mundo, la vida lo trajo desde Yucatán, a la capital mexiquense. Su intención no era otra más que visitar a sus hermanos, pues desde hace más de 17 años residen en la ciudad, sin embargo, después de siete años de ausencia, Luis evocaba resumidamente la maldición solar en Toluca y digo maldición, porque su altura de más de dos mil metros sobre el nivel del mar, nos colocan disimuladamente bajo una lupa gigantesca que resulta ser la estrella más brillante y caliente del universo.  

  • Tenía mucho sin venir y realmente había olvidado lo terrible que es el sol, aquí, con todo respeto.  
  • Claro, entiendo. ¿Nada que ver con la temperatura en Yucatán, no? 
  • Pues también estamos pasándola mal, ya llevamos como una semana con temperaturas de 10 grados y es feísimo, uno se quiere morir de plano.  
  • ¿10 grados centígrados? Eso es una mañana cualquiera de invierno en Toluca, me sorprende que allá tengan este tipo de clima.  
  • No, no. Desde hace más de veinte años no pasamos algo así, es más, diciendo 20 me quedo corto, seguramente nunca nos había pasado. Lo menos que nos toca tener son 16 grados en invierno y créame que también nos morimos cuando pasa.  

Evitando a toda costa la fuerza solar que presionaba agresivamente nuestras nucas y cuello, decidimos caminar por todos los Portales, él encantado, parecía un niño alterado por cada chuchería que veía. Preguntaba o decía: “esto es nuevo, no lo conocía”, “mire qué bien que ya pusieron esto”, “no, pues sí se ve mejor ahora”, entre otros y llegamos hasta el antiguo Beaterio o Instituto Literario y Científico, hoy el edificio de Rectoría de la casa máxima de estudios de la entidad.  

A diferencia de cualquier calle soleada, la construcción universitaria sobrepasa la sensación térmica helada, cuestión que invitó a Luis a colocarse su chamarra, la queja inmediatamente se evaporó y entramos a uno de los espacios que remiten sin remedio a cualquier galería de arte en Europa, la Galería Nacional o sus adyacentes.  

Atolondrado, se quedó sentado un momento al terminar su visita dentro del espacio cultural, salimos después de cinco minutos y el viento acomplejó las cosas, dado que la mezcla entre el sol intensísimo y la brisa helada que golpeaba sus manos y frente, desarrollaron en él una serie de comentarios que parecían injurias: “bueno, es que aquí el frío y el sol no tienen un punto intermedio, si te vas a lo que hace sombra es feo porque te congelas y si te quedas en la parte donde pega el sol, te quemas. Ahora entiendo por qué su gente es tan bipolar, si su clima ni siquiera les ayuda para sentirse estables la mayor parte del tiempo”.  

Cual auténtico trabajo de Sísifo, me quede desconsolada o tal vez, decepcionada, pensaba que mis esfuerzos de guía turístico habían valido la pena. “Vaya que le di datos históricos, le recomendé tal o cual cosa, pero al final, el clima salió ganando y nada de lo que hice fue considerado”.  

Nos acercamos nuevamente a los Portales, esta vez en dirección a la Catedral, la sombra nos envolvía cada centímetro del cuerpo y con las manos dentro de sus bolsillos, me dijo: ¡gracias por el recorrido, estuvo increíble! Desorbité un poco los ojos y continuó: “no te preocupes por el clima, no tienes la culpa y tampoco la ciudad en sí misma, es que ya estamos tan jodidos en el planeta o más bien, ya lo jodimos tanto que ni siquiera se disfrutan los días. En mi tierra un frío terrible y en la tuya un sol inaguantable. En fin. Gracias”.  

Entendí la valorización de mis esfuerzos, mas nuevamente invadí mis pensamientos de preocupación ambiental. Lo peor es que se asegura no haber cambios ni erradicaciones de elementos que causen afectaciones al ecosistema, ni en un futuro próximo ni en uno lejano.  

Confesiones en: Twitter: @aranx_solleiro, Instagram: @arasolleiro y aranxaas94@gmail.com  

(Foto: Aranxa Solleiro) 


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Nacional
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