Aranxa Albarrán Solleiro
El turismo es de nuevo culpable
La nueva ola Covid-19, la cual desde el mes pasado se ha estado fraguando por cuestiones de movilidad social. Se abalanzaron cual granizada en verano, miles de entusiastas políticos para la realización de campañas, cuyos aforos eran de más de 500 personas en espacios no idóneos para una sana distancia.
Se abalanzaron, niños y profesores para un regreso a clases lánguido pero al fin de cuentas logrado, en toda la república. Los niños, bajo el pensamiento de ser casi inmunes ante el virus, provocaba la perfecta sintonía del magisterio para por fin, regresar a las aulas, las salas de reuniones improvisadas en el auditorio o en el único salón con proyector integrado. Las infecciones dolorosas de alumnos, padres de familia no vacunados e incluso docentes inoculados, auspiciaron el aumento de contagio en los recovecos de la nación.
Sin pensarlo y aprovechando la salida de los futuros licenciados e ingenieros, las familias decidieron emprender viajes internacionales y dentro de espacios turísticos del país, conllevando a una imparable masa humana desplazándose por un territorio y otro. La mayoría sin ser vacunados o con una primera dosis de vacunación, se les veía flamígeros debajo del sol destellante de la arena dorada de Acapulco, Huatulco, Ixtapa y la blancura de la Riviera Maya.
De inmediato, se leía en diversos medios de comunicación el siguiente encabezado: “el turismo, filtro de contagios Covid-19”, “el sector turístico, un nuevo detonante del virus”. Evidentemente, del turismo cero, regresamos a una desesperación por rebosar a las maletas viajeras y evadir el caos… ¿Caos? Sí, el mismo caos experimentado desde antes de la pandemia, los automovilistas presentan cada semana más de 3 accidentes en cualquier ciudad relevante del país y atropellamientos a personas.
Si pudiésemos encontrar un culpable, no nombraría al turismo ni mucho menos a las escuelas. Lo haría enfáticamente, por un lado, por nuestra mala organización desde la cabeza presidencial, hasta los padres de familia o civiles independientes. El inicio de una pandemia en el 2020 sin una solidificación de restricciones tan sencillas como el uso de cubrebocas, lavado de manos y una distancia considerable, fueron detonantes del descuido de una sociedad que, desde la conquista, se ha vuelto intolerable a la imposición de reglas.
Por otro lado, con la economía quebrantable que permea en la población mexicana, la apertura de negocios y el movimiento de seres humanos es por obligación, necesario. Los restaurantes trabajaron cerrados con ingresos de 100, 200 o 500 pesos al día e incluso a la semana, por más de tres meses. Los meseros tuvieron que ser desplazados o pausados bajo un ingreso salarial dividido. Los recepcionistas vivieron días de hartazgo por no recibir llamadas, las agendas permanecían en blanco, el cursor aparecía y desparecía hasta el cansancio sin escribir algún número o letra.
Los cocineros, los guías de turistas, los limpiadores, las camaristas, los ingenieros de mantenimiento, el portero, el organizador de eventos malbaratando sus costos para que al menos grupos de 10 personas pudieran realizar juntas o reuniones, todos, inmersos en la tragedia.
El turismo mundial se rompió y el movimiento esperanzador de un semáforo epidemiológico en verde, revocó el desconsuelo de meses de confinamiento. Sin embargo, de ellos el 90 % de los viajeros entendió nulamente el impacto. Si por motivos de movilidad social se infecta a uno y a otro, ¿por qué las playas se consideraron como el primer destino para pernoctar? Sabiendo que al menos cada año anterior a la pandemia, se reciben alrededor de 35 millones de turistas en las costas mexicanas, de acuerdo a SECTUR.
Con lo anterior, no es precisamente el no visitar las playas, sino en qué momento pudiera ser ideal hacerlo. En Semana Santa, aseguro que no, en tanto que es considerada temporada alta. En vacaciones de verano por igual, recibiendo alrededor de 15 millones de viajeros. Si por una persona contagiada se pueden infectar 406 personas más en 30 días después del primer contacto, ¿qué nos hace pensar que una playa de gran afluencia nos dejará salvos de ello?
Existe una tendencia y estrategia idealista de alcanzar un turismo sano durante un tiempo pandémico, según expertos en el sector, la cual es “la ruralidad turística”, cuyo enfoque es en hacer turismo en zonas rurales y sin aglomeraciones, empero, a pesar del año casi sin movimiento de parte de viajeros, las autoridades y agentes turísticos, no implementaron tiempo para focalizar las tendencias turísticas a espacios reducidos, ni se convocaron turismólogos para la generación de proyectos de capacidad de carga y viabilidad de proyectos.
Esperamos a que el turista, viajero o excursionista idealizara por él mismo la gravedad del tema, para que tomaran medidas sanitarias casi inexistentes o difíciles de accionar, no porque no se quiera, sino porque apenas alcanza. Ahora, nuevamente el turismo es el culpable, sin reflexionar ¿por qué el que el turista siempre resulta ileso? Será tal vez, por regirnos -obstinadamente- en el sector bajo el lema: “el cliente siempre tiene la razón.” Y disiparlo resulta prohibido.
Confesiones en: Twitter: @aranx_solleiro, Instagram: @arasolleiro y aranxaas94@gmail.com
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