Eric Rosas
Urge rescatar al CONACyT
La actuación de María Elena Álvarez Buylla-Roces al frente del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) es una total obsesión destructiva. López debe detenerla de inmediato, pues los costos para el país y para aquellos quienes lleguen a verse en la incomodidad de respaldarla serán enormes. Ha pasado de tomar decisiones francamente equivocadas hasta convertirse en el verdugo de la juventud más talentosa de México, a la que ha embestido con una absoluta carencia de empatía, solidaridad y humanidad, pero plétora de odio, desprecio y venganza.
Álvarez-Buylla comenzó reduciendo cuantiosamente el número de becas para que los jóvenes puedan ir a universidades en México o en el extranjero a estudiar posgrados en ciencias, ingenierías y humanidades. Al punto de que de los 78 157 beneficiarios que la administración anterior apoyaba a diciembre del 2018, para julio del 2020 ya sólo quedaban 61 219. Pero el recorte no cesa y a marzo de este año ya nada más restan 52 781, con la agravante de que la convocatoria más reciente únicamente otorgó becas para las áreas médicas, éstas condicionadas a estudiarse exclusivamente en universidades de países como Cuba o Rusia, y para actividades culturales y artísticas que nada tienen que ver con la ciencia o la tecnología. Peor aún es que este año todavía no se ha emitido dicha convocatoria y, a menos de dos meses de que las universidades de diversos países inicien sus ciclos escolares, tan injustificado retraso por parte del CONACyT estaría privando a miles de estudiantes que cuentan con sus cartas de aceptación al posgrado, de la posibilidad de continuar su especialización al no poder acreditar el respaldo económico requerido por las autoridades migratorias para conceder las visas respectivas.
Mención aparte tiene el abandono inhumano en el que Álvarez-Buylla ha dejado desde marzo a los casi 250 becarios, principalmente estudiantes en universidades del Reino Unido, cuya manutención mensual dependía del fondo sectorial del CONACyT con la Secretaría de Energía, y que desaparecieron a consecuencia de la extinción de los fideicomisos ordenada por López y ejecutada en octubre pasado por sus abyectos legisladores ante la indiferente complacencia de quien debería defenderlos a ultranza. Estos científicos y tecnólogos en formación, quienes se encuentran imposibilitados legalmente para laborar, recibieron como única alternativa por parte de Álvarez-Buylla la sugerencia de truncar sus estudios y proyectos de investigación para regresar a México, a pesar de que el secretario de Hacienda confirmó que la dependencia a su cargo le entregó oportunamente al CONACyT los recursos necesarios para cumplir con estos compromisos.
La lección que nos deja lo que está sucediendo con el CONACyT es que para nuestro país resulta perentorio reestructurar este sector desde el Poder Legislativo, a fin de salvaguardarlo de situaciones como las que ahora se sufren. Retirarle al CONACyT las facultades que le permitan a su titular actuar en contra del futuro de México. Aspectos como el aseguramiento de los recursos para la formación de los especialistas que requerirán nuestra economía y sociedad deberá ser una decisión blindada contra la ideología o el humor de una sola persona; basada en análisis profundos, amplios y detallados que prioricen el aumento del bienestar de la sociedad, soportado éste, por ejemplo, por la protección del medio ambiente y el incremento de la competitividad de nuestra economía.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
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