Aranxa Solleiro
Los estudiantes de la República Mexicana han cumplido más de 200 días atendiendo clases virtuales, algunos por fortuna, han tenido los recursos de instalarse cómodamente en su hogar, conectados a través de un dispositivo que les permite interactuar con sus profesores y sus compañeros de clase, otros sin embargo, se han visto fuertemente afectados, especialmente por dificultades económicas.
Más allá del esfuerzo notable de las familias que han tenido que ajustarse a la nueva modalidad de enseñanza, los niños, jóvenes y alumnos de cualquier edad, han debido de implementar estrategias de motivación que les impulse a no desistir y pensar que su futuro dependerá en gran parte del aprendizaje que tendrán no solo por las horas frente a una pantalla, sino por las horas extras que ellos implementen en desarrollar sus actividades e ir un poco más allá de lo debido.
Alondra Santiago, cursa el cuarto año de primaria, a sus nueve años no había pasado por nada similar, ya que justo cuando ella nacía, la pandemia de H1N1 se difuminaba poco a poco y su percepción del nada comparable caos instalado en aquellos tiempos al de ahora, le resulta completamente ajeno.
Como ella 3.3 millones de estudiantes de educación básica, se han acostumbrado a desplazarse dentro de su casa, sin el bullicio citadino, sin los traslados apresurados de sus padres o de ellos mismos para llegar al edificio escolar. La presión parecía que sería diversa, puesto que se tendría más calma en llevar a cabo las actividades desde su propia habitación o un espacio cómodo, empero, para algunos ha sido lo contario.
La fase de vacunación para el grupo social de entre los 20 años de edad a la edad maternal, se considera de menos relevancia, puesto que los estudios y casos sabidos de contagio en niños y adultos jóvenes es, en menor porcentaje a la de adultos mayores, de tal manera, los alumnos permanecerán por lo menos hasta mitad del año cursando el ciclo escolar 2020-2021.
Alondra, a pesar de estar acompañada de su hermana menor de cinco años y su madre, ha tenido que atender terapias psicológicas porque el encierro le ha producido etapas de estrés, lo cual le ha impedido atender debidamente sus clases.
“Me gustaba mucho cuando estábamos en la escuela, me sentía más feliz con mis compañeros y mis maestros cerca de mí, ahora siento que no pasa nada, aunque me pueda conectar con ellos en la “tablet”, no es lo mismo porque siento que no tengo privacidad y además me hace falta jugar con ellos. Antes del coronavirus, tenía clases de fútbol con mis amigas en la escuela, ahora no lo podemos hacer y eso me ayudaba mucho a sentirme sin estrés.” Argumenta girando levemente en la silla que utiliza para sus horas de clase.
Sus días van desde las 8:30 de la mañana, hasta las 4:30 de la tarde, dado que además toma clases de inglés al finalizar su horario común, cuenta solamente con un receso de 10:30 a 11:00 am, por lo que permanece frente al dispositivo por lo menos siete horas continúas.
“Cuando termino mis clases me siento cansada pero no igual a cuando iba normal, ahora me siento más y a veces me duele la cabeza, yo creo que es porque no nos damos tiempo de tomar aire. Cuando estábamos en el salón mis maestros abrían las ventanas o a veces nos llevaban al patio a trabajar, ahora es muy difícil, no tengo un patio, mi casa es chiquita y solo puedo abrir la ventana de mi cuarto pero siento que no es suficiente.” Compartió.
Dentro de los problemas que ha presentado desde el primer semestre del año pasado son: fatiga, estrés, irritación, dolor de cabeza y falta de sueño, llevando a sus padres a ayudarla con terapias con una psicóloga desde el mes de junio, las cuales atiende de manera virtual también.
Como Alondra, miles de alumnos mexiquenses y del país desean regresar, no obstante, deberán de mantenerse resilientes, hasta que por lo menos la mayor parte de la población esté inmunizada y con ello el riesgo de contagio disminuya.
(Foto: Aranxa Solleiro)
