El despojo de tierras, desde la implementación de nuevas políticas y empresas dedicadas a la limpieza de campos, reducen las oportunidades laborales de campesinos en el país, incentivándolos –como desde hace varios años-, ha desplazarse de su lugar de origen para buscar una mejor vida.
Aranxa Solleiro
“El Norte” como le llaman, se convierte en la salida de emergencia, el espacio al que pueden ir para conseguir un poco de dinero y enviarles a sus hijos, padres, hermanos y conyugues, un sustento económico para que continúen su vida de la mejor manera.
Según datos del Banco de México, entre enero y agosto, las remesas alcanzaron 26 mil 395 millones de dólares La intensa labor y esfuerzo de los mexicanos en tierras extranjeras, especialmente en Estados Unidos, será siempre, un acto admirable e infesto de valor por ello, ya que no todos cuentan con el tiempo, el dinero y la suerte de recibir un visado que les permita residir de manera legal.
Como miles que intentan cada día y noche caminar hacia lo que ellos llaman “el otro lado”, existen familias que permanecen en angustia por la falta de comunicación con su familiar, que se encuentra en peligro no solo de ser detenido, sino también, de ser engañado por coyotes que pudieran no cumplir con lo que prometen.
El equipo de Portal Diario tuvo la oportunidad de entrevistar a una mujer originaria del Municipio de Calimaya en la comunidad de Zaragoza del Estado de México, quien por motivos de seguridad prefirió que su nombre no fuera publicado y quien compartió, la historia de su esposo, el cual lleva dos meses fuera de casa, dado que por motivos de falta de empleo derivados de la crisis pandémica, tuvo que trasladarse a Estados Unidos para tener un mejor ingreso económico que le permita a su hija menor, seguir con sus estudios.
“Él se fue en noviembre, salió el 3 de noviembre a Chihuahua, y hasta apenas el 25 de noviembre, ya se encuentra en Denver, Colorado. Se fue a buscar trabajo porque las condiciones aquí estaban siendo cada vez más difíciles. Él desde siempre se ha dedicado al campo pero con todo el problema de la pandemia pues ha sido muy difícil que él sacara algo. Yo trabajo en limpieza de casas y vendo algunos productos de catálogos, por eso hemos podido subsistir y le he podido dar a mi familia comida y a mi hija la más chica apoyo para que siga estudiando la preparatoria.” Comentó ella, quien a momentos, reflejaba un aspecto lagrimoso en su mirada.
Para la familia del migrante, la situación no solo se reduce a esperar noticias de su cruce exitoso, sino también, depende de ellos que el coyote los ayude, puesto que por partes y dependiendo del logro al pasar la frontera es como deben de depositar cantidades de dinero inesperadas y poco alcanzables.
“Tuvimos que aportar 90 mil pesos para que todo fuera posible, al inicio deposité 20 mil al coyote, que era mientras llegaban a Chihuahua y permanecía unos días y después para ayudarlos ya a pasar de ahí a Texas. Él me llamaba por medio de uno de sus compañeros con los que se fue y me iba a avisando cuándo y cómo pagarlo. La verdad el peso cae en nosotros, bueno en mi hija y en mí, porque somos las únicas que estamos juntas, mi hija la grande ya tiene su familia, ella ya se mantiene sola, pero la chica aun depende de nosotros.” Continúo apretando fuertemente sus manos. “Yo junto con mi hija la grande, me dediqué a conseguir dinero con conocidos, a veces me ponía a rogarle a Dios que me ayudara, porque ¿quién te ayuda en estos momentos con cantidades tan altas? Yo apenas juntaba 5 mil, necesitaba por lo menos unos 50 para que pudiera él pasar y si no lo hacía, pues de nada serviría y el coyote pues no le ayuda.”
Ella se dedicó a tocar puerta por puerta en la comunidad donde habita, para conseguir por lo menos la cantidad más cercana al total necesitado, lo consiguió. Él permaneció quince días refugiado en la frontera de Chihuahua con el país norteamericano, mientras recibía de parte del coyote, alimento, vitaminas y líquidos para resistir el camino. Su andanza, llegada la hora, fue de 2 noches y 2 días recorriendo el Río Bravo, teniendo que resistir el peligro no solo de ser atrapado por migración, sino de deshidratación o especies animales que puedan atentar con su vida.
“Yo hubiera preferido que se quedara aquí, como sea aquí no le faltaba alimento ni un espacio donde vivir, pero a él le preocupa mucho su hija. Claro, vivimos con el pensamiento de que también, terminando de pagar lo que debemos acá con lo que reciba de pago en su trabajo allá, pues corremos con el riesgo de que se quede o que encuentre a otra persona y forme una familia con ella. Pero mientras, mis hijas saben que él se fue por el bien de ellas y eso lo deben de tener presente.”
Después de días incomunicados, ella recibió una llamada de un número desconocido diciendo: <<no te preocupes, ya estoy del otro lado, ya llegué a Denver.>> Y ella, con el alma tranquila, solo pudo emitir un: <<ten cuidado. Espero que consigas trabajo pronto para que juntes algo y tengas dónde vivir y qué comer.>> Tres días después, con encomiendas a su Dios y a los santos a quienes son devotos, él encontró trabajo como lavaplatos, laborando 10 y 8 horas diarias, lo que por lo menos le ha permitido pagar las deudas al coyote y la renta de un cuarto junto con otro compañero migrante. Ella mientras tanto, planea que pasen dos años para su regreso. “Hasta que junte lo que debemos y pues empiece a ver resultados de su trabajo.”
Los cambios de vida y los retos de cada persona causados por la crisis del SarS-CoV-2, se presentan en bifurcaciones de senderos peligrosos y poco anhelados por la mayoría de los habitantes.
(Foto: Aranxa Solleiro)
