18/Apr/2024
Portal, Diario del Estado de México

Danza prehispánica, identidad en movimiento

Fecha de publicación:

Venus, con el nombre en diminutivo, asemeja al segundo planeta que conforma al universo. Su mirada podría confirmar la existencia de galaxias dentro de su cuerpo, puesto que ha sabido enfrentarse a batallas de las cuales muy pocos podrían tener la fortaleza suficiente para vencerlas.  

Aranxa Solleiro

El equipo Portal Diario fue invitado por Venustiano García, integrante de una comunidad chichimeca en el municipio de San Luis de la Paz en Guanajuato, su relación con tierras mexiquenses es inaudita, pues sus predecesores fueron conquistadores del Estado de México, acaudillados por Xolotl en el siglo XIII, mismo que provocó la unión entre pueblos otomíes y mazahuas, quienes de manera inverosímil, en su sangre portaron un porcentaje de la mixtura con luchadores chichimecas.  

La historia al contarla, se convierte en un cuento extraordinario, pues al compás de sus manos, resuena letras escritas en su lengua materna que retumba en tambores agigantados que construye con troncos ahuecados de árboles y diseña delicadamente con un cincel, una lija y un lápiz para después venderlos.  

Venus tiene más de veinte años dedicado a la danza, a la entrega en cuerpo y alma a su cultura. Después de salir del penal por una adicción flamígera a las drogas y al alcohol, pudo encontrar paz dentro de sus raíces para enseñarle a aquellos que tienen poco conocimiento de la cultura y que al mismo tiempo necesitan una reconexión a su alma y esencia. 

Desde los doce años tuvo problemas de adicción, lo que le impidió continuar sus estudios de secundaria y perder el rumbo de sus pasos.  

“Me metieron al reclusorio desde antes de ser mayor de edad, la verdad ya me había perdido mucho en las drogas, lo que considero que es el peor enemigo de los chavos de mi comunidad. Me enojé mucho conmigo mismo, porque no creí que iba a pasarme algo así, siempre pensé, como todos los chavos de esa edad, yo creo, que iba a ser intocable o que nunca me iba a pasar nada. Cualquiera que me veía en la calle mal y me decía que dejara ya el vicio, me molestaba y lo mandaba lejos, hasta que me tocó y después de muchos años pude entrar en razón pero me costó mucho.” Lleva una de sus manos a la nariz y la estruja como si una especie de polvo diminuto le invadiera tormentosamente. 

“Salí de ahí y me puse a pensar que tenía otra oportunidad más, y quise iniciar un grupo de ayuda para gente como yo, sobre todo jóvenes, entonces empecé a dedicarme a lo que siempre he hecho desde niño, a bailar. Yo crecí danzando con mis padres y mis abuelos, ellos me enseñaron, para mí era algo normal pero lo dejé mucho tiempo porque me daba pena, tuve muchos años en donde me avergonzaba ser indígena porque apenas hablaba el español o apenas lo entendía, entonces me costaba comunicarme con gente de afuera y pues ellos, bueno pues, sentía que se burlaban de mí, fui rechazado por muchos, por eso deje de bailar y hablar mi lengua.”  

La noche cae, el frío comienza a penetrar los poros de la piel, la altura de “Misión de chichimecas” es de 2 mil 217 metros, solamente 450 metros menos que Toluca, sin embargo, su poca población, auspicia fácilmente el correr del viento helado.  

¿Hoy en día, cómo conservas tu identidad y tus tradiciones? 

“Danzo, me reúno con los chavos que necesitan ayuda para recuperarse de las drogas y los invito a bailar, formamos grupos. Hemos competido no solo aquí en México, también hemos ido a Italia, Rusia y hasta París. Es otro mundo, están en otro nivel, todo es muy bonito pero la verdad no me siento agusto cuando salgo de mi comunidad. Mi cuerpo y mi mente están acostumbrados a vivir aquí, entonces por mucho renombre e importancia, no dejaría mi tierra, he negado propuestas de quedarme allá y representar la danza chichimeca e indígena de México pero prefiero quedarme aquí, de donde soy. Siento que aquí hago más falta.”   

Para sostenerse, Venus no solo vende los tambores dentro de su taller de aspectos galácticos, sino que es constructor, por lo que sus manos reflejan un cansancio de esfuerzo constante, similar al de la tierra que camina a diario. No obstante, su corazón le pertenece a la cultura que emana de su gente y su espacio, la construcción es pilar para darle un sustento a sus hijos y su esposa.  

“Llego de trabajar y me pongo a escribir canciones para mi grupo, hemos participado en varios festivales de música indígena. La última presentación fue en San Luis Potosí y como que ahí reforcé mis ganas de querer ayudar espiritualmente a la gente de aquí, porque creo que la música puede ser algo poderoso. Por eso lo hago, toco en mi grupo, tocamos rock en nuestra lengua, se llama Descendientes Rock Chichimeca, bailo mi danza y puse con más gente un temazcal para ayudarle a mujeres también, porque a ellas les gusta y les hace mucho bien respirar las hierbas medicinales. A veces soy llamado por universidades o escuelas para enseñar chichimeca, hasta me han invitado a ser profesor, pero lo mío es seguir tocando y bailando, siento yo que para eso regresé.” 

Se detiene de una mesa detrás de él, mira cautelosamente el cubrebocas que portó y pregunta: ¿Y tú, el cubrebocas sí es porque tienes miedo a enfermarte o allá en Toluca sí hay mucho de eso?” Trato de dibujar una sonrisa imposible de visualizarse y respondo: “indudablemente, de donde vengo, sí hay mucho de eso.” Muestra una mueca de seriedad, como si hubiese atentado ante la esfera pacifista que creó mientras conversaba minutos antes y responde: “sí, aquí no se ha presentado ningún caso, no en la comunidad, en San Luis (la cabecera municipal) sí, pero acá todavía estamos a salvo. Yo respeto mucho eso pero tampoco soy muy creyente.” 

Me invita a tomar fotografías y por curiosidad, afirmando la creencia de la captura de almas a través de una lente, nunca refleja fijamente su mirada en la cámara. Agradece al equipo el viaje luengo para visitarlo. Diez de la noche marcaban y nos despedimos de mano. 

Es 2020, un año pandémico que para unos ha sido devastador pero para otros, un simple momento o rumor, que motiva a enlazar más las manos de aquellos que necesitan ayuda, no económica, sino anímica y espiritual, tal vez un perpetrador de un virus in crescente.  

(Foto: Aranxa Solleiro)  

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