Muxe, pronunciado como “Mushe”, término proveniente del Istmo de Tehuantepec en Oaxaca, haciendo referencia a la identidad de género de quienes nacieron siendo sol y siendo luna, defendiendo su cuerpo masculino pero al mismo tiempo desbordando sentimientos que solo se dicen ser propios de una mujer.
Aranxa Solleiro
Taliche Muxe es originario del municipio de Tenango, sin embargo por pasión, se preparó para ser instructor de danza oaxaqueña para todo tipo de personas, puesto que para él, basta con el amor por lo que se hace para ser aceptados en sus clases.
Con 28 años de edad, su apreció por el movimiento folclórico del baile, inició cuando apenas tenía 10 años de edad, derivado de la obligación en su escuela primaria, de tomar clases de danza como parte de la calificación para la asignatura de educación física, sin saberlo, en ese momento forjaba el sendero ideal para su destino.
Dentro de su habitación de dimensión pequeña surgió en la conversación la elección por ser “Muxe” y sin hacer presión desmedida comentó:
Soy Muxe porque amo Oaxaca, yo nací en el Estado de México pero la familia de mi madre viene precisamente de la cultura zapoteca, ella sabe bien hablarlo porque se lo enseñaron mis abuelos y mis tíos y algunos de mis primos también lo hablan, yo no tanto porque soy un burro pero siento un amor como no te imaginas por mi cultura y lo que representa.
De tantas visitas a Oaxaca para ver a mis abuelos y por participar desde chico en muchos concursos de danza, tuve la oportunidad de ir conociendo a varios representantes y directores, entonces conocí el grupo de las muxes, y por obvias razones, me sentí como pez en el agua.
Somos hombres todos, de nacimiento se podría decir, de fisionomía pero por dentro nos sentimos de un mundo intermedio, ni mujeres ni tampoco hombres, por ende nos vestimos, pensamos y nos comportamos como si fuéramos una mujer pero no nos identificamos como una propiamente, somos por eso un tercer género, algo que rebasa nuestro cuerpo y nuestro sentir. Me encanta, porque creo que por dentro creamos un universo de sentimientos, como que somos un mundo megadiverso, aceptamos lo que somos, sabemos lo que tenemos y no tenemos restricciones de nada, vivimos como seres libres.
¿A qué edad empezaste a fluir en esencia, sin restricción alguna?
Tuve muchos días difíciles a lo largo de mi niñez, por supuesto que nunca me he sentido como un niño común, siempre fui diferente, cuando a ellos les gustaba el color rojo, a mí me gustaba el naranja y así, nunca fuimos compatibles en muchas cosas. Me veía obligado a jugar o a actuar como todos ellos pero de alguna u otra manera buscaba mi espacio para ser yo. Eso claro que me fue alejando de muchos. Mi familia también siempre ha sabido sobre mi identidad y mi gusto por la danza, por ejemplo. Me daba mucho miedo pensar a momentos qué podía pensar alguno de ellos, mi padre sobre todo que es de una actitud pues, más o menos cerrada pero por fortuna puedo decir que he sido muy afortunado porque nunca tuve que decir nada o declararme como mejor se conoce, simplemente fui yo todo el tiempo. Además en Juchitán de donde es mi mamá, hay muchos muxes y se les conoce como algo habitual, hasta incluso las mamás se sienten agradecidas porque se tiene la creencia de que nos quedaremos siempre con ellas para cuidarlas cuando envejezcan.
¿Y la danza? ¿Cómo fue que llegaste a ser instructor, cómo fue tu primera sesión con gente desconocida?
Pues fíjate que mi momento de danza o mis clases, lo siento como el espacio más rico de todos, donde visto mis vestidos bordados de colores, donde me maquillo y dejo que mi cuerpo sea lo que quiera ser.
Además hago lo que amo, bailo y comparto un poco de lo que sé a personas que me han aceptado como soy, nunca ninguno me ha señalado o a hablado mal de mí, entonces podría decir que he creado mi propio bunker donde nada me hace daño.
¿Cómo obtienes tu vestimenta, la usas solo para bailar?
Los compró con una señora que borda muy bonito, como puedes darte cuenta, ella se dedica a hacer vestidos para bailes folclóricos y la conocí a través de un grupo de danza en el que estuve mucho tiempo.
Sí los uso solo para bailar, desafortunadamente para mi trabajo tengo que ponerme el traje de hombre y es justo cuando me tengo que “disfrazar” de alguien para poder participar como ciudadano común, trabajo en un centro comercial. Agradezco tener un trabajo hoy, como sea, claro que quisiera dejar fluir a mi género muxe dondequiera pero hoy, contemplando toda la crisis que vivimos, ser trabajador es una bendición, así como ser muxe también.
¿Tus clases cambiaron su estilo por la pandemia?
Sí, bueno fue un cambio a clases virtuales durante tres meses, de finales de marzo a junio. Todo fue incomodísimo porque no todos tenemos muy buena conexión a internet, ¿verdad? Y yo por ejemplo, me conectaba con el celular y a veces era un caos porque no siempre tenía buena recepción o no es muy fácil de manejar como una computadora pero bueno, me pude acomodar. Tuve alumnos que se tuvieron que salir porque no todos tienen la facilidad de conectarse ni siquiera por internet, utilizan sus datos y en estos tiempos creo que es mejor ahorrarlos para cualquier emergencia. De un grupo de 12 que éramos, nos quedamos siete y supimos aguantar.
Hoy ya regresé de nuevo a lo presencial, afortunadamente en donde las doy el espacio es grande y podemos tener distancia entre uno y otro, todos usamos cubrebocas y pues nada, hay que ajustarse.
Para Alejandro, como es su nombre de nacimiento, la lucha de género es un símbolo fundamental para él y sus compañeros muxes, sin embargo con nostalgia comparte que hubiera preferido haber nacido en Oaxaca, porque a pesar de que también se vive rechazo social hacia ellos, su aceptación es mucho mayor a la que se vive en otras partes del país, sobre todo la céntrica: “como sea, no importa, mientras me dedique a bailar, todo siempre tendrá mucho sentido y valdrá la pena vivirlo.”
Foto: Aranxa Solleiro
