Los mercados, un escenario carnavalesco para cualquiera que confluya en ellos. Desde sus gritos, sus colores e incluso sabores. Son espacios que inyectan de fervor el alma. Su variedad es inmensa, puesto que existen de artesanías, de alimentos, de automóviles, ropa o incluso y –lamentablemente- de animales.
Aranxa Albarrán
Durante los meses de encierro pandémico, algunos tuvieron la fortuna de permanecer abiertos, en tanto que fueron considerados fundamentales para la sociedad, tal es el caso específicamente de los dedicados a la venta de alimentos (verdura, frutas legumbres, carne, entre otros). No obstante, los enfocados a otro tipo de productos, permanecieron cerrados por lo menos, hasta mediados del mes de junio cuando el semáforo epidemiológico se tornó a un color amarillo.
Un ejemplo de ello, son los mercados de artesanías, que no solo sus productores padecieron días de angustia y preocupación, sino que incluso hubo algunos que tuvieron que darse por vencidos e iniciar con otro tipo de actividades, a pesar de los años de trayectoria con los que se contaba.
¿De qué manera se sustentaron?
En el mercado de artesanías de La Ciudadela en la Ciudad de México, creado en junio de 1965 y el de Valle de Bravo con más de diez años establecido, ambos recorridos por el equipo de Portal Diario, adquirieron un nuevo concepto artesanal, ahora enfocado a la elaboración de cubrebocas en la mayoría de los locales.
“No teníamos ya ingresos, fueron y siguen siendo días que nos han costado mucho. Llevamos más de treinta años en esto y nunca nos había pegado tanto a pesar de que también hemos vivido otro tipo de dificultades. Estuvimos cerrados más de tres meses y la verdad es que a pesar de que ya abrimos, las cosas no son las mismas, porque nos mantenemos en gran parte de los turistas y ahora pues como no vienen, estamos dependiendo mucho de los visitantes del país y todavía no están saliendo muchos o no compran de la misma manera.” Compartió Analte Ortega, proveniente de Huazolotitlán, Oaxaca.
Los pasillos se han transformado en pasarelas de cubrebocas con distintos diseños, que van desde colores típicos como con dibujos representativos de la cultura mexicana. Su precio varía del tipo de material, diseño con el que es hecho y también por supuesto, el tiempo implementado.
Las manos de Jesusa, por otra parte, han hecho más de mil cubrebocas en colaboración con sus hijos, desde el anuncio del confinamiento se sabía que los días no serían sencillos. Residente de Valle de Bravo desde 1998 y fiel a su trabajo asegura:
“estamos muy preocupados, tuvimos que salir a vender a la calle pero tampoco nos dejaban porque por el tiempo no pudimos sacar un permiso, así que teníamos ya algunos clientes que llevan años pidiéndonos productos en específico y nos contactamos con ellos para que nos hicieran promoción o simplemente ponernos a su servicio. Pero pues ¿quién compra artesanías en estos días? Si de por sí desde siempre es un trabajo duro porque no siempre tienes asegurada la venta, ahora menos.” Mira sus manos, que reflejan indudablemente un trabajo exhaustivo y repleto de pasión por la creación, mismas que ahora han tenido que adecuarse a lo impuesto por una enfermedad que amedrenta.
Desde inicios del mes de marzo el Pueblo Mágico y la capital de México, fueron quedando de manera lánguida sin visitantes y sin la luz de aquel carácter armónico que los ha caracterizado desde siempre. Se han intercambiado artesanías por comida o una cooperación económica. Algunos han conseguido instalarse en un sitio en línea, sin embargo son un número reducido de artesanos, considerando que la cuota mensual de plataformas de venta en línea oscila entre los 600 pesos al mes o se tiene que aplicar por una cuenta exclusiva para que sean exentos de pago como en la plataforma Amazon, empero, no todos tienen acceso a un servicio de internet para hacerlo
“sí nos han contado, tenemos conocidos, sobre todo los más jóvenes que nos han dicho que podemos vender en internet y así ya no exponernos a vender en el local, más porque tenemos que seguir pagando la renta y ni siquiera nos está saliendo para eso. Pero si no tenemos para la renta y vendemos por mucho un producto o dos al día, si bien nos va, porque hay ocasiones en donde no vendemos nada, ahora ya sabrá que tener tan siquiera un contrato de internet, pues menos.” Relata Don José, que ha vendido durante más de 20 años ropa con diseños folclóricos con su esposa.
“Ahora hemos estado haciendo cubrebocas y pues sí se nos venden más, pero no podemos vender uno al precio de cualquier artesanía, así que tampoco es que salga mucho, la verdad.”
El ingreso de un artesano promedio en México es de 108 mil pesos al año o 55.38 pesos por hora. Los cargos de nivel inicial comienzan con un ingreso de 54 mil 600 pesos al año, mientras que profesionales más experimentados perciben hasta 270 mil pesos al año, según lo aportado por un estudio del sitio web “Talent”. No obstante, desde marzo no se percibe ni siquiera la mitad de ello.
Se ha exigido al gobierno que las manos mazahuas, otomíes, matlazincas y zapotecas sean ayudadas, que se fortalezca la importancia de su esfuerzo cotidiano, pues la mayoría vive cada día de lo que vende y el descuido de una fuente esencial para el sustento de la cultura mexicana en el país y en el extranjero, sería perder la riqueza de nuestras raíces.
Foto: Aranxa Albarrán
