Las minorías en la sociedad han tratado, durante varios años ya, alzar la voz para ser escuchadas y apoyadas, en tanto que sus integrantes cada día se ven afectados por las constantes agresiones que reciben de parte de los que lo rodean. Las autoridades, se han visto diminutas en el apoyo entregado hacia ellos y mientras tanto, como la gran mayoría de la población, buscan sustentar sus vidas como sea posible.
Aranxa Albarrán
Raquel Lomelí tiene 33 años y es una mujer transgénero. Es originaria de la ciudad de México, sin embargo desde el año 1998 habita en la ciudad de Toluca. Desde hace más de diez años, dedica su vida a ser escort y en el momento en el que inició el confinamiento, sus clientes se redujeron a un nivel notable, tanto que ha tenido que buscar diversas alternativas de empleo para subsistir.
Junto con amigas, han iniciado cursos a distancia de estilismo para colocar un negocio cuando la crisis pandémica lo permita y también se han inscrito a cursos de repostería, dedicándose a hacer pedidos alrededor de la ciudad para ganar por lo menos lo de una comida al día.
Sentada en el sillón de su casa comenta que una escort es una persona que se emplea como acompañante de alguien, esto para ir a reuniones o simplemente para salir y sentir una soledad desvanecida. Por ello, recibe un pago y esto no implica de manera segura, el tener una relación sexual con la persona a la que acompaña, eso es una decisión que puede o no ser tomada.
Mientras sumerge su labial de un rojo flamígero en los labios, recuerda con dejo de tristeza la historia de una de sus compañeras quien fue asesinada a finales del año 2017 y a la que conoció un año posterior a su llegada a la capital mexiquense.
“Con Laura tuve un lazó bien bonito, éramos muy amigas y como yo era nueva prácticamente en la ciudad, siempre me ayudó a encontrar un camino que me dejara cosas buenas en la vida. Por ella conseguí mi primer empleo como ayudante en una estética y después las dos nos dedicamos a ser escort.” Mencionó al momento de delinear suavemente el toque final de aquel rojizo que iluminaba su boca.
Para una mujer transgénero, no es sencillo incluso en estos tiempos ser aceptados por una sociedad que cada día demuestra más odio y manipulación sobre grupos sociales de identidad diversa a la heterosexual. Las agresiones no solo se limitan en palabras de ofensa o rechazo y exclusión, sino también en daños físicos que pueden culminar en la muerte.
La luz se desvanece suavemente, el sol decide ocultarse unos minutos en el momento preciso en que comenta “el 18 de octubre de hace dos años (2017), íbamos a trabajar Laura y yo, ella tenía cita ya con un cliente, teníamos un punto de encuentro, él la esperaba ya desde antes de que nosotras llegáramos, se había puesto muy guapa. Ese día había recibido noticias buenas en su trabajo, le habían dado un mejor puesto y ya tenía el plan de cambiarse a una mejor casita. Llegamos a donde la estaban esperando, la abracé muy fuerte y caminó hacia el auto, yo sin mentirte, sentí tristeza, como que ya presenciaba algo feo. Ella se subió con el tipo, avanzó y a los pocos segundos escuché unos balazos. Me puse a correr y me di cuenta que la había asesinado.” Un silencio que infestó la sala, segundo a segundo se convertía en un escalofrío, recorría inevitablemente cada parte del cuerpo al momento en el que apretó fuertemente sus manos.
“Llamé a la policía, el tipo se arrancó y como si yo estuviera en una película de terror, alcancé a tomar una fotografía con mi celular del coche en donde se vieran las placas. En la procuraduría se presentó el caso pero ni a mí me tomaron como testigo ni consideraron como suficiente las fotografías como evidencia. El caso no se siguió y él sigue con libertad.” Similar al rojo escarlata de sus labios se coloreaban levemente sus ojos. Las lágrimas fueron inevitables.
En México, durante el periodo de 2013 a 2018, 473 personas de las poblaciones LGBTTTIQ+ fueron asesinadas. En promedio 79 al año -de acuerdo con un Informe de la asociación civil Letra S, Sida, Cultura y Vida Cotidiana-. De estos casos, 261 fueron mujeres trans, que equivale a 55 % del total, muchas de ellas tenían menos de 25 años, sus cuerpos fueron abandonados en la vía pública o en lotes baldíos y murieron por armas de fuego.
El año pasado, en 2019, ya con el nuevo gobierno, la misma asociación civil registró el asesinato en el país de 117 personas de las poblaciones LGBTTTIQ+, de quienes 64 fueron mujeres trans, acercándose también a la cifra del 55 %.
Por su parte, de acuerdo con el Centro de Apoyo a las Identidades Trans, entre 2007 y 2019 fueron asesinadas 544 mujeres trans, 13 en lo que va de 2020 y al menos cuatro entre marzo y abril, ya en tiempos de pandemia.
Por entidad federativa, los estados donde más transfeminicidios se presentan son: Veracruz con 41; Tamaulipas con 35; Puebla y la Ciudad de México con 19 casos. La mayoría de estas víctimas son trabajadoras sexuales trans, porque son las más expuestas a riesgo de agresiones, y los patrones de violencia responden a la identidad sexual e identidad de género.
Raquel, lamenta que este año no haya sido posible la marcha conmemorativa que se lleva a cabo cada año por parte de la comunidad LGBTTTIQ+, su lamento, dolor y preocupación por estar expuesta en un país donde no se respeta la diversidad de género es un hecho que le pesa y que incluso, le atemoriza cada día al iniciar su día, puesto que no sabe qué clase de persona podrá presentarle el destino en su camino.
Se reincorpora al maquillaje con un rímel color negro y se alista para salir a trabajar ahora con dos incertidumbres: un virus que atenta con cualquiera que está a su paso y la violencia dentro de su entidad.
Foto: Aranxa Albarrán
