Una de las peculiaridades de las que se puede hablar derivados de la pandemia es la ausencia de aviones en los cielos por el cierre de aerolíneas y sus vuelos a cualquier sitio imaginable en el mundo. Hoy se ha vuelto una sorpresa capturar un transporte aéreo volando e incluso podría asemejarse a una estrella fugaz, por lo que es un evento afortunado.
Aranxa Solleiro
Las estelas blancas entrecruzadas han sido durante mucho tiempo una característica de los cielos, hasta ahora. El casi cese de los viajes aéreos recientemente ha traído vistas tranquilas y expansivas de la atmósfera, una oportunidad rara y especial, a pesar de las circunstancias. Y, al igual que las ciudades de todo el mundo experimentando caídas masivas en la contaminación del aire debido al poco tráfico de autos, el bajo tráfico aéreo también está siendo de aporte para minimizar el daño al oxigeno causado no solo por los motores sino por el ruido emitido por ellos.
El problema con el CO2, sin embargo, es que puede persistir durante cientos a miles de años cuando se emite tan alto en la atmósfera. Y eso es una gran parte del problema con el sector aéreo, que es responsable de aproximadamente el 2-3 % de las emisiones anuales totales de CO2 de las actividades humanas, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas.
Sobre el terreno, las emisiones de CO2 de automóviles y camiones tienen el potencial de ser absorbidas por los océanos, los árboles y todos los demás sumideros de carbono del mundo. Pero los aviones, que navegan a unos 9 mil a 10.000 mil metros de altura, crean emisiones que no tienen la oportunidad de mezclarse o disiparse y terminan atrapados en la atmósfera durante años.
Las estelas –o senderos de condensación– son producidos por el escape del motor y compuestos principalmente de agua en forma de cristales de hielo. Una teoría rondando desde hace algunos años es sobre lo que se llama “estelas químicas”, afirmando que tienen químicos o agentes biológicos, la cual es una sugerencia que ha sido rechazada por la comunidad científica.
Los senderos de vapor de los aviones a menudo parecen ser de corta duración y por lo general se desvanecen después de un tiempo. El verdadero problema es el alto volumen de tráfico aéreo. En lugar de desvanecimientos, las estelas a menudo se propagan y se acumulan, creando grandes formaciones de nubes similares a cirrus (también conocidas como cirrus de estelas o nubes grises), haciéndolos efectivamente permanentes.
Entonces, ¿son malos para el medio ambiente? Sí, porque estas bandas de nubes atrapan la energía y contribuyen al calentamiento del planeta. Todo lo cual vale la pena tener en cuenta al considerar cómo viajamos cuando el mundo vuelva lentamente a algún tipo de movimiento de nuevo. Y aunque el sector aéreo puede tardar un tiempo en recuperarse de esta pausa alargada, es poco probable que los cielos disfruten de unas largas vacaciones del tráfico humano durante muchos años.
