Eric Rosas
Algunos días de la semana pasada nuestro país vivió varias suspensiones del servicio de energía eléctrica que provee la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Como fue informado por diversos expertos en la materia, e incluso posteriormente por los funcionarios de la propia empresa paraestatal, dichos cortes de energía debieron realizarse para evitar que el sistema nacional de distribución del fluido eléctrico colapsara al sobrecargarse en extremo a causa de la alta demanda, que alcanzó un nivel atípicamente elevado a consecuencia de que en muchas regiones del territorio nacional en las empresas, oficinas y hogares se pusieron a funcionar los sistemas de aire acondicionado, refrigeración, etc., para mitigar los estragos que causaban las elevadas temperaturas ambientales traídas por la oleada de calor.
No hay duda de que dicho estrés extremo a la red de suministro eléctrico de la CFE y los apagones que se realizaron eran totalmente previsibles y podrían haberse evitado, ya que: primero, precisamente este año el mundo está siendo afectado por la fase cálida del fenómeno climático cíclico conocido como El Niño; segundo, es de todos conocidos que, adicionalmente a El Niño, vivimos ahora un incremento mundial de la temperatura media anual, producto del calentamiento global; y tercero, el consumo energético de México —como el de casi cualquier otra nación en el orbe— crece año tras año de manera natural debido al aumento de la población y de la planta productiva instalada, así como a su desarrollo y evolución. Al no haberse prevenido, los apagones causaron, no sólo la molestia en muchos hogares, sino que también —quizá más importante— cuantiosas pérdidas en algunos sectores, que debieron parar sus operaciones y con ello perdieron insumos o producción; además de la confianza de sus clientes en México y el extranjero.
Por supuesto que desde ahora podemos imaginar que en el 2026 —en el 2025 El Niño tendrá su fase fría, conocida como la Niña— confluirán de nuevo las tres causas que provocarán un nuevo pico en la demanda de electricidad; por lo que sería bueno que la CFE comience a prevenirse desde ahora mismo. Sin embargo, a la empresa gubernamental no le resultará fácil hacer frente a las contingencias futuras, que cada vez serán más frecuentes y extremas, pues en lo que va del presente sexenio su infraestructura ha dejado de crecer y modernizarse, y el impedimento para que la iniciativa privada participe en la generación de electricidad la ha dejado sin la ayuda que necesita para atender como se requiere a una nación que se encuentra entre las diez más pobladas del planeta y cuya economía ha oscilado en los últimos años entre las posiciones décimo segunda y décimo quinta.
Adicionalmente al rezago en infraestructura, la CFE enfrentará en los años por venir una obsolescencia sus métodos de generación de electricidad, pues las centrales que ahora opera, además de ser mayoritariamente sucias —al quemar combustibles fósiles, como el combustóleo o el carbón, o producir toneladas de metano, uno de los gases de efecto invernadero, en las presas de las centrales hidroeléctricas—, son cada vez menos eficientes al comparar su producción con las grandes cantidades de energía que requieren las nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial, la economía verde, el internet de las cosas, la electromovilidad, etc.
En El Bajío, por ejemplo, recientemente se han instalado varios centros de datos (datacenters), que podemos pensarlos como discos duros gigantescos, construidos para satisfacer la necesidad que tenemos de almacenar los crecientes volúmenes de información que generamos los mexicanos día con día a través del comercio en línea, los trámites gubernamentales, los archivos personales de datos, música y video que intercambiamos permanentemente a través del correo electrónico y las redes sociales, etc.; pero cuya operación y refrigeración consume enormes cantidades de energía eléctrica. Tal escenario nos deja ver con toda claridad que la CFE sólo podrá hacerle frente a este crecimiento exponencial en el consumo de energía si desarrolla nuevas fuentes de generación de electricidad.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
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