Eric Rosas

Tras bambalinas

El sexenio actual ha entrado ya en el último de sus tramos; el que estará totalmente dominado por la atención a la campaña presidencial. De los menos de nueve meses que le quedan en funciones a la actual administración federal, sólo dos podrán ser productivos, los que comienzan hoy tras el cierre de las precampañas y concluirán por allá del inicio de abril, cuando inicien las campañas que habrán de culminar con la jornada electoral de junio. Una vez que se conozca a la persona que liderará al Poder Ejecutivo Federal de México para el sexenio que iniciará el 1 de septiembre del presente año y deberá concluir el 30 de octubre del 2030, toda la atención de la administración pública federal se orientará a la transición del gobierno.

Con tan corto periodo para trabajar, el sector de la ciencia y la tecnología en nuestro país difícilmente tendrá oportunidad de resarcir algunos de los daños de que ha sido objeto en el presente gobierno. Una posible decisión para antes de que concluya octubre próximo, respecto de las controversias presentadas por los legisladores de oposición contra la aprobación de la Ley Buylla —como se conoce en el medio a la Ley General de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación (sic)— por parte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación se vuelve ahora altamente improbable. No sólo porque al abandonar su asiento el ex ministro Arturo Fernando Zaldívar Lelo de Larrea para unirse al equipo de campaña de una de las parcialidades, ha entregado el expediente a su sucesora, la nueva ministra Lenia Batres Guadarrama, quien abierta y expeditamente ha mostrado su total sumisión ante los deseos del actual primer mandatario federal y eso sugiere que el proyecto podría sufrir un retraso intencional; sino porque los diputados y senadores, promoventes de dicha controversia, enfocarán toda su atención y esfuerzos a las campañas.

Para cuando esta vorágine electoral concluya, la comunidad académica habrá visto transcurrir un sexenio más sin que las condiciones para la realización de ciencia y tecnología en México hayan mejorado un ápice. Quienes hace poco más de cinco años fueron acusados de integrar una mafia alrededor del otrora Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT), para beneficiarse de sus distintos programas, como el del Sistema Nacional de Investigadores; auto asignarse jugosos fondos de las distintas convocatorias; o distribuirse en petit comité las direcciones de la propia dependencia y de los Centros Públicos de Investigación bajo su coordinación; entre otras acciones, habrán permanecido en posiciones clave de la toma de decisiones. Más aún, desde ahora esos mismos grupos se apresuran a permear en los equipos de campaña de ambas aspirantes para que, con independencia de quien resulte electa como la próxima presidente de México, ellos puedan asegurar su permanencia en la administración siguiente del sucesor del CONACyT.

Lamentablemente nadie dentro de los equipos de campaña de las dos principales aspirantes a la presidencia de México parece haberse dado cuenta de lo anterior. De continuar así el sexenio próximo seguirá siendo negro para la ciencia y la tecnología en nuestro país. En uno de los escenarios continuaría la destrucción del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología de la misma manera a como ha venido pasando en el presente gobierno; y en caso de que la oposición ganase se abriría la posibilidad para que resurgieran los antiguos perfiles, esos que en décadas pasadas llegaron incluso a crear una estructura paralela al CONACyT para, mediante jugosas contrataciones, fungir como órgano consultivo de la dependencia y realizar para ésta muchas de las actividades que la ley le encomienda.

Por el bien de la ciencia y la tecnología en México convendría que los equipos de campaña de ambas contendientes reaccionaran a esta realidad y evitaran caer seducidos por las mismas voces de siempre; las cuales no son difíciles de identificar, pues sus nombres pueden leerse asociadas a los incontables membretes que han logrado acumular en todas estas décadas, en las que han logrado mantenerse operando tras bambalinas.

Lo anterior, dicho sin aberraciones.

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